Muchas décadas pasan desde que un ilustre patricio orureño propusiera la importancia de vincular Oruro con Chile por vía carretera, lo que significaba permitir a Bolivia respirar aire de mar y abrir una puerta al comercio exterior en el Océano Pacífico. Para cumplir ese objetivo la ruta no puede ser otra que la de Oruro hacia Pisiga.
Detractores más o impulsores menos, se estableció una realidad que además se ampliaba al proyecto de crear una ruta internacional para que tomando en cuenta el punto geopolíticamente estratégico, como corresponde a la ubicación geográfica de Oruro, se conecten carreteras nacionales hacia el oriente para llegar a la frontera con Brasil y los puertos del Océano Atlántico, lo que daría vida al corredor bioceánico inicialmente y pudiera ampliarse más adelante con perspectivas mayores.
Consiguientemente Oruro – Pisiga era la clave del gran proyecto caminero para concretar objetivos de integración internacional y comenzó la construcción de esa vía, primero con entusiasmo luego con interferencias políticas que de algún modo aún se sienten y que perjudicaron el buen uso de recursos financieros en su mayoría internacionales, postergando permanentemente años de años la conclusión de la importante vía.
A esta altura del tiempo la prioridad reconocida en el ámbito cívico departamental es justamente alcanzar la conclusión de la carretera biocéanica de manera que con tal habilitación se pueda avanzar hacia otros proyectos de mayor envergadura, en el caso de Oruro se consigna el Puerto Seco para operar los grandes volúmenes de carga en tránsito para fines de importación y exportación, lo que significará realmente consolidar la visión de desarrollo sostenible de la región.
Es increíble lo que sucede con ese camino, un avance tan lento que mientras se trabaja algunos kilómetros de su asfaltado, ya se deterioran otros que se hicieron antes y esa parecería una espiral de obras sin fin que obliga de manera constante a replantear los costos de operación.
Son varias las empresas que han sido contratadas para desarrollar el proyecto por tramos y la mayoría de estas han incumplido “soberanamente” los contratos y los cronogramas de trabajo, sin que autoridad alguna hubiese aplicado severas sanciones como corresponde por daños y perjuicios a los intereses del progreso regional y nacional, salvo llamadas de atención que no han cumplido en lo más mínimo el objetivo de presionar a quienes están “haciendo el camino” de mayor tiempo en la historia de las obras viales.
Pero no sólo se trata de priorizar la culminación de esa obra determinante para la seguridad de sustento del departamento autonómico de Oruro, lo que tiene que hacerse es exigir mediante todos los canales desde los que corresponden al reclamo justo y los que puedan derivar a una falta de respuesta concreta por la vía de la presión, que se otorguen plazos definitivos para la culminación de los tramos Toledo – Ancaravi y Huachacalla – Pisiga, además de los sectores con deterioro prematuro que merecen soluciones, pero en tiempos fijos y bajo responsabilidad del Gobierno.
Seguir alimentando el canto de sirenas no nos llevará a nada concreto, Oruro ha esperado mucho tiempo una decidida atención a sus problemas prioritarios, éste de la carretera Oruro – Pisiga es vital por tanto su defensa intransigente debe ser prioridad para todos los orureños a partir del Primer Mandatario.
Fuente: LA PATRIA
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