En la medida que se cumpla un trabajo eficiente en la administración pública los resultados serán absolutamente favorables a los intereses, no sólo del Gobierno, sino más bien de la población que en sus diferentes estratos espera soluciones apropiadas a todos sus problemas.
Resulta sin embargo que pese a una serie de intentos por mejorar el trabajo de la pesada, burocrática e ineficiente administración pública, poco se ha hecho para ejecutar un cambio que comience en la eficiencia, la capacidad, voluntad y responsabilidad del material humano, base de un trabajo con resultados de alta calidad profesional.
Lo que siempre sucede es que la mayoría de los cargos, desde los jerárquicos, responden a la designación de personas en “pago de facturas” por las tareas y compromisos contraídos en las campañas proselitistas, lo que elimina una de las posibilidades de alcanzar eficiencia profesional en los cargos públicos.
Cierto que no sucede de manera general el problema de tener más empleados políticos que políticos profesionales de diversas ramas, lo que obliga a cubrir los cargos en escala descendente de aptitudes o ejecutar la improvisación de funcionarios públicos, con los resultados que se conocen.
Hay problemas en la estructura del Poder Ejecutivo, desde los ministerios hasta las demás dependencias; las entidades públicas, exceptuando las cabezas que si bien tienen compromiso político obligatorio, no siempre están en condiciones de responder a las exigencias de determinadas situaciones, lo que produce una suerte de incertidumbre en la ciudadanía común que observa alarmada una serie de hechos que se presentan con inusitada frecuencia comprometiendo la imagen del sistema de servicio público.
Las consecuencias de estos problemas de improvisación se traducen en los resultados de gestión de los organismos públicos, por ejemplo con muy baja ejecución presupuestaria, con obras que se pagan y no se ejecutan, con denuncia de los vecinos de barrios marginales que no son receptores de los beneficios anunciados y con el desarrollo de actitudes partidarias en muchos organismos, quitándole el tiempo efectivo a la planificación, la ejecución de proyectos y su pertinente fiscalización.
Lo importante para mejorar el desempeño del aparato estatal en su pirámide funcional es exigir mínimamente un determinado grado de responsabilidad profesional en la gente que debe ocupar los cargos jerárquicos donde se planifiquen las estrategias y las políticas de Estado. En todo caso los buenos resultados de una gestión dependerán del desempeño y eficiencia profesional de los ejecutivos en la administración pública.
En el caso específico de nuestro campanario hay necesidad de exigir mayor eficiencia en ciertos niveles de las entidades que son parte de la estructura que hace a la administración pública. Personal de Gobernación y Municipio deben cumplir su trabajo con idoneidad, eficiencia y calidad. Ya no es posible que las improvisaciones rompan el esquema de responsabilidad que debe favorecer a la población en general. Ante tales falencias por lo menos debería contratarse profesionales destacados en calidad, de asesores para cubrir las deficiencias propias del desconocimiento de administrar la cosa pública, única manera de alcanzar eficiencia en este delicado problema.
Fuente: LA PATRIA
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