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Domingo 19 de junio de 2011

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Revista Dominical

CINE Y LITERATURA

Las minas del rey Salomón

19 jun 2011

Fuente: LA PATRIA

“Nacerán generaciones que nos maldecirán por el vandalismo con que, en un breve siglo, hemos derrochado la fauna…” • Por: Juan Manuel Fajardo - Abogado, Ensayista, Crítico de Cine

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Hoy en día seguramente, existen ya pocas regiones del mundo todavía inexploradas; desde que el hombre puso pie en la luna y desde la época del Telstar, la comunicación y exploración satelital, ha reducido los mapas a la pantalla de una computadora, que con precisión increíble, hace accesible la información actualizada sobre desiertos de arena y de hielo, cuándo no a cordilleras inaccesibles y comarcas montañosas de intrincada orografía; sin embargo, es bueno recordar que hasta hacen unos años, la imposibilidad física de visitar otros países, otras regiones, pasearse por el mundo, conocer países exóticos llenos de sorpresas y misterios, se hallaba estrangulada por la burocracia y el papeleo, medio mundo no podía visitar la otra mitad que deseaba conocer. La literatura primero y el cine después, en estrecha relación, revelaron a la humanidad lo desconocido, permitiendo la posibilidad de sentir la inquietud interior por la aventura y el riesgo. Fueron viajeros como Henry Richard Haggard (1856 – 1925) que publicó en 1885 una obra maestra dentro la literatura de viajes y aventuras: “Las minas del rey Salomón”, inspirada en las ruinas de Zimbabwe.

H. Rider Haggard, doctorado en jurisprudencia, designado presidente del Tribunal Supremo del Transvaal en África del Sur, durante la primera anexión inglesa, y luego de la cesión del territorio a los Boers, colonos holandeses, retornó a Inglaterra para dedicarse a estudios históricos y escribir, sobre sus numerosos viajes al interior de África, que ejerció sobre su personalidad especial fascinación y le otorgó los personajes necesarios para sus novelas, casi todas ambientadas en el continente negro, “El Amanecer”, publicada en 1884 y “The Witches Head” de 1885 se refieren a la derrota británica por el pueblo Zulú en la batalla de Isandhlwana en 1875. Otras de sus obras son “Jess” y “Allan Quatermain”, “El anillo de la reina de Saba”, “Ella, la diosa del fuego” de 1887; “Mameena, hija de la tempestad” y “Marie” de 1912, que con “Las minas del rey Salomón” forman una trilogía sobre las aventuras de Allan Quatermain extraordinario cazador, guía de safaris, describiendo la grandeza y el ocaso del reino Zulú. Cetewayo, Umbesi, Umbopa, Kukuanalandia, la hechicera Gagul, marfil, diamantes, oro, grandes batallas entre tribus rivales en el escenario grandioso del África, entonces todavía inexplorada. Historias ciertas de pueblos interesantes que llegaron a sobrevivir la competencia salvaje de las naciones, estando destinados a experimentar grandes cambios. Sir Henry Rider Haggard, es autor de más de sesenta novelas; en su autobiografía “Los días de mi vida” aparecida en 1926 después de su muerte, señala que la mayor parte de ellas son de aventuras que representan un renacimiento del romanticismo relacionado con las tensiones internas y los mitos de las colonias y el Imperio Británico. Rider Haggard, como Rudyard Kipling es considerado uno de los abanderados de los ideales, de la vigencia, y justificación del colonialismo, exalta las virtudes místicas de la naturaleza salvaje, de la energía y de la dimensión aventurera del imperialismo.

EL REINO DE SABA…

La historia de la reina Belkis que llevó marfil, monos y pavos reales a Salomón, entusiasmó siempre con el transcurso del tiempo a buscadores de tesoros e historiadores, que forjaron innumerables leyendas alrededor de las minas del Rey Salomón. Según refiere Gordon Cooper, la Tierra de Saba y el legendario tesoro de Ofir se hallarían en la zona del desierto de Rub Al Jali en el centro de Arabia, de donde se supone procedían el oro, los diamantes y las riquezas de las que habla La Biblia en el Libro de los Reyes. En Rhodesia del Sur se encuentran las ruinas de la antiquísima ciudad de Zimbabwe, de la que autoridades en arqueología creen que bien pudiera tratarse de otro escenario o posible ubicación de la ciudad sabea de Ofir. Hasta el presente el país de Saba sigue siendo una mera conjetura, es muy posible que Ofir yazca enterrado, bajo las arenas movedizas del desierto Rub Al Jali; al final la civilización sabea es un misterio que aún queda por resolver.

EL FILME…

Armand Denis de origen belga, fue contratado por la Metro Goldwyn Mayer, como asesor técnico en el rodaje del filme “Las minas del rey Salomón”, dirigido por Compton Bennet y Andrew Marton (1950), sobre la novela de H. Rider Haggard, segunda versión, pues la primera de 1937 le corresponde a Robert Stevenson. El productor Sam Zimbalist, decidió que debía filmarse en el lugar real de la acción, en el África, sin escatimar gastos, y así fue, Armand Denis, refiere que él y su esposa Michaela, volaron a Nairobi, Kenya, en el otoño de 1949 y que la filmografía duró seis meses en distintos sitios de Tanganica, Uganda, Ruanda y el Congo. Armand Denis, es uno de los más reconocidos documentalistas de la fauna silvestre de varias regiones del globo terráqueo, sus filmes “Salvaje esplendor”, “Más arriba del Sahara” y “Oscuro éxtasis” ahora son joyas del Séptimo Arte, capaces de informarnos de todo un universo, de una naturaleza auténtica que ya ha desaparecido, y que sólo puede encontrarse en láminas de libros y enciclopedias y, en los filmes de Denis por supuesto.

En el desempeño de su trabajo y durante la filmación de “Las minas del rey Salomón”, señala: “Sobre los elefantes salvajes se han tejido toda clase de leyendas, pero hay una sobre todo que nunca creí hasta 1950, año en que obtuve una prueba positiva de su veracidad. Es la leyenda del compañero herido, de los elefantes que arriesgan su vida para acudir en socorro de un camarada, para tratar de levantarlo y ayudarle a que se ponga a salvo”. “Descubrí con gran fastidio que el libro (guión cinematográfico) exigía matar a un elefante macho adulto en plena carga. Era la escena del tipo que más desapruebo, pero mis opiniones no pesaban mucho contra las de la Metro y se preparó la muerte del elefante. Yo no podía hacer nada de modo que me mantuve a un lado. Supe después que, cuando mataron a tiros al viejo macho, dos elefantes más jóvenes salieron de la manada y trataron de llevárselo. Todo eso debió ser muy emocionante y avergonzar mucho a esos cazadores de película con sus rifles de alta velocidad. Por increíble que ello parezca, apenas si alguien de la MGM pareció comprender que había allí una secuencia auténtica y única que jamás se había filmado”. “Para mí, esa escena habría valido más que todo el resto de la película ignoro hasta hoy si la registraron en el celuloide”.

Revisando el filme, efectivamente allí se encuentra la escena real de la que habla Denis, la cacería, la muerte de un elefante africano de imponente tamaño que abatido por las balas cae, y otros dos elefantes tratan de levantarlo y ayudarle a escapar sin conseguirlo, aunque pertenece más a lo documental porque observa, registra y no lleva a ningún análisis o trata de hacerla reflexiva, es absolutamente cruel y despiadada; en el filme es otra escena de caza mayor más.

Mucho antes, en el Hollywood “sencillamente colosal de los años 1912 a 1940, dominado por los grandes estudios, dirigidos por hombres de personalidad recia y apasionada de hegemonía mundial, sobre los que alguna vez y con añoranza escribiera Bud Schulberg, novelista, hijo de B. P. Schulberg socio en otro tiempo de L. B. Mayer, contemporáneo de Warner, Darryl Zanuck y David O. Selznick, se rodaban filmes con escenas como la que describe el actor David Niven del filme de Mike Curtiz “La carga de la brigada ligera” (1.936), “La carga” involucró la muerte de un hombre, varios lesionados y gran estrago entre los caballos, Curtiz ordenó el empleo de un alambre atado a cada una de las patas delanteras de los caballos para hacerlos caer en el momento oportuno. Cuando los jinetes especializados en caídas llegaban a galope tendido al punto indicado, tiraban del alambre y se producía una caída brutal. Fueron muchos los caballos que se fracturaron la espina dorsal o las patas, y que debieron ser rematados”. Estas escenas felizmente pertenecen a un ingrato pasado, a una época en que se llegó a situaciones límite con el “cine realidad” del italiano Gualterio Jacopetti, insólito, feroz y agresivo, recordamos “Mondo Cane” o “Perro mundo” de 1961 y “África Adiós” de 1966.

Mientras Schulberg añoraba el viejo Hollywood, que produjo también obras maestras, Armand Denis, contrario a hechos como los ejemplos mencionados, nos habla hace muchos años atrás del delicado equilibrio del ecosistema, “cuando era joven, iba a donde podía… suponiendo con candidez que las maravillas de los animales que veía durarían eternamente. El tiempo me enseñó que no sería así… los animales que yo filmaba eran ya los habitantes precarios de un mundo que los cercaba muy rápidamente. Ahora me niego a volver a muchos lugares a donde fui en la preguerra, sabiendo que las tribus y animales que viera antaño habían desaparecido”. “Nacerán generaciones que nos maldecirán por el vandalismo con que, en un breve siglo, hemos derrochado la fauna cuyo perfeccionamiento exigió cincuenta millones de años”. Armand Denis murió en 1971, sin embargo su libro “Safaris Inolvidables”, sus filmes y la revista “El mundo de los animales”, contribuyeron a su protección y como el mismo señalaba: “Hasta la noción popular del “animal salvaje” está cambiando. En vez de ser considerados seres a los cuales hay que combatir y destruir, a los animales salvajes se los mira como a seres que deben ser observados y comprendidos. Cuando los jóvenes piensen hoy en un león, asocien la idea a una cámara fotográfica más bien que a un fusil”.

“Las minas del rey Salomón” es un filme mezcla de documento etnográfico y de proezas guerreras, en el que lo lírico y lo épico están plasmados en un acercamiento a la obra de H. Rider Haggard, con esmero en la muestra de las costumbres del pueblo africano. Los mejores momentos, son el paisaje de los montes Drankensberg, y los instantes de gracia suspendidos en la dulzura del aire. Este filme ha quedado como un clásico en el género de aventuras; sin exagerar se puede afirmar que el ambiente es el verdadero protagonista y quien maneja, el interés del desarrollo durante gran parte del tiempo. Con sólo el título se sabe que se está frente a una película de vigoroso desarrollo y tomada en escenarios auténticos, filmada en Tangayika, Uganda, Kenya y el Congo Belga, con numerosos extras nativos de las tribus Kipsigi y Watussi, el guión escrito por Helen Deutsch, fue premiada con los Oscares a la mejor fotografía y montaje, nominada además a la mejor película.

Otro espacio, la base física o geográfica, dramático como la selva, es el desierto; “Las minas…”, presenta a sus personajes en una ambientación adecuada que hace surgir en forma lógica y espontánea un determinado comportamiento; el cine debe recurrir a esta concepción, imprescindiblemente; contar con este medio, justifica lo que habrán de realizar seres acosados por un elemento natural que inclementemente hará aflorar sentimientos y actitudes de especial significado.

Allan Quatermain, personaje en torno al cual se centra la película, es un cazador y contrabandista de marfil personificado por Stewart Granger, intérprete de papeles de carácter (“El devorador de hombres”, “Scaramouche”), con su sola presencia, la película pasa del carácter documental a una historia bien planteada; Deborah Kerr y África son otros protagonistas. La fotografía hace honor a la belleza arisca y misteriosa del continente negro y el trabajo de cámaras sabe marcar bien del dramatismo de la naturaleza salvaje.

“Las minas del rey Salomón” nos ofrece animales en libertad, indígenas que danzan con aspecto pintoresco, leones, hipopótamos, rinocerontes, jirafas, ñus, impalas, cebras todos en estampida: verdadera vida salvaje que habiendo cumplido 60 años de su realización, el mundo que muestra es ahora sólo un recuerdo, que vale la pena volverla a ver en DVD.

OTROS FILMES…

Otros filmes realizados en África que marcaron época después de “Las minas del rey Salomón”, fueron “Mogambo” (1953) de John Ford, con Clarke Gable, Grace Kelly y Ava Gardner; “Watussi” (1959) de Kurt Neumann, con guión de James Clavel, el regreso del hijo de Allan Quatermain, Harry, que llega a África dispuesto a encontrar las fabulosas minas de diamantes de las que oyó hablar a su padre. Los gigantes watussi, guardianes de las minas son también protagonistas, originarios de Ruanda Burundi al oeste del Congo; Aquí también viene a cuento Armand Denis al referirnos que para su película llamada “Oscuro éxtasis”, los watussi le proporcionaron “espléndidas escenas. Eran una raza antigua, que vivía en las planicies de Ruanda y uno de los pueblos misteriosos del África. Porque esos guerreros de enorme talla, un watussi en la flor de la juventud en esos tiempos, medía bastante más de dos metros, eran totalmente distintos en el sentido étnico de todas las razas que los rodeaban. Su piel era oscura, pero constituía una raza camítica, no negra, y fue eso lo que les hizo concebir a algunos peritos la teoría de que los watussi emigraron primitivamente a ese lejano rincón de África desde el antiguo Egipto. Ciertamente, su arte y algunas de sus costumbres recordaban las de los faraones. Por ejemplo, los reyes de los watussi formaron una dinastía independiente de sus súbditos y los obligaban a casarse con sus hermanas, como los faraones”.

El filme “Garras” o “El fantasma en la oscuridad” (1996) del director Stephen Hopkins, tiene como base una historia ocurrida en 1.900, durante la construcción del ferrocarril entre Nairobi y Entebbe, y los leones devoradores de hombres; Armand Denis nos relata sobre estas feroces bestias, “los más conocidos son los de Tsavo, en el África Oriental y su historia es fácil de comprender. Se acostumbraron a alimentarse de hombres a comienzos de este siglo, cuando se construía un ferrocarril entre Nairobi y Entebbe. Los nativos locales no tenían interés en trabajar en la línea y la compañía constructora importó centenares de obreros de la India. En esos tiempos, los territorios que rodeaban Tsavo eran muy salvajes. Los hindúes no estaban acostumbrados a esas condiciones de vida y no tenían la menor idea acerca de cómo debían cuidarse y la mortalidad causada por la malaria y la disentería era anormalmente alta. Llegó a ser tan alta que los hindúes dejaron de sepultar los cadáveres y los sacaban simplemente del campamento y los dejaban en campo abierto, para los buitres y las hienas. Los leones se encuentran a menudo cerca de las hienas. Una de las teorías que se bosquejaron fue que vieron a las hienas saciándose de cadáveres humanos y aprendieron a saborear aquella carne no familiar para ellos. Pronto los leones abandonaron a los hindúes muertos para consagrarse a los vivos y la epidemia de hombres devorados por los leones se hizo tan grave que, durante algún tiempo, cesó por completo el trabajo en la línea del ferrocarril”.

“Las minas del rey Salomón” de J. Lee Thompson de 1.985, “Allan Quatermain y la ciudad perdida” de 1986 dirigida por Gary Nelson con Richard Chamberlain y Sharon Stone, y la realizada para la televisión por Steve Boyum el 2003, son otras aproximaciones al género.

NOTICIAS…

“Katmandú, 4 EFE.- “Nepal lucha por aumentar su población de tigres a pesar de la caza furtiva. Según la Organización Internacional Global Tigre Forum, de las siete clases de tigres existentes hace un siglo hoy sólo subsisten tres, y se calcula que de los 100.000 ejemplares que habían en libertad únicamente quedan 3.250 la mayoría tigres de Bengala”.

“Sydney (Australia), (EFE).- “Una empresa australiana ha presentado una “novedosa” propuesta contra las emisiones contaminantes: “matar a la población de camellos salvajes en el país porque sus flatulencias contribuyen al efecto invernadero. Por ello la compañía australiana North Est Carbon propone matar a los mamíferos desde helicópteros y vehículos todo terreno, y luego procesar su carne para elaborar alimentos para animales de granja o domésticos”.

Llegamos aquí a lo esencial, después de una larga progresión de los inventos humanos desde las “máquinas de contar” de Pascal y Leibniz, a la lógica de la sociedad informatizada, matar, destruir, acabar con las especies de animales cualesquieran sean ellas. Enorme aportación humana para conservar la fauna del Planeta.

Notas.-

“Hollywood al desnudo”. King Vidor. Ed. A. H. R. Madrid. 1.954.

“Las minas del rey Salomón” Ed. Novaro – México – 1.957.

“Tierras prohibidas”. Gordon Cooper. Ed. Aymá. Barcelona. 1.958.

“Safaris inolvidables”. Armand Denis. Ed. Selectas. Bs. As. 1.964.

“Traigan los caballos vacíos”. David Niven. Ed. Noguer. Bs. As. 1.978.

“La Patria”. Domingo 5/6/11

Fuente: LA PATRIA
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