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Domingo 12 de junio de 2011

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Cultural El Duende

Desde mi rincón:

Los negros y su español

12 jun 2011

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Segunda y última parte

II

Ya hace casi medio siglo que J. Lockhart propuso la tesis que otorga a la población negra del Perú colonial un papel decisivo en la hispanización de la cultura urbana (cf. Spanish Peru, 1532-1560, Madison, 1968, p. 230); para Charcas existen dos importantes investigaciones recientes: la de C. López para La Paz (1998) y la de A. Presta para La Plata (2000), pero no han visualizado sus respectivas poblaciones negras; si bien otras dos, dedicadas a Potosí, la de P. Bakewell (1984) y la de J. Cole (1985), sí se fijaron en ella, lo hicieron de una forma marginal; todavía habría que recordar un pionero artículo anterior de Wolf (1964; traducido y publicado en Bolivia en 1981), que sí se centró en la población y comercio de esclavos negros en la Villa Imperial.

Pero Lipski no echa mano de esos precedentes, porque –en realidad– no se ha propuesto perfilar el marco general de la presencia negra en Charcas, lo que no podemos dejar de considerar una lástima, pues su verdadero centro de interés le podía haber ofrecido una excelente ocasión de hacerlo. Situados en este ámbito, reconoce una y otra vez que no se dispone de fuentes antiguas de conocimiento de la lengua que hablaron aquellos esclavos y, tampoco, sus descendientes; pero a la hora de la verdad, recurre a Fortún, Arellano y Eichmann, aunque lo hace de forma demasiado incompleta; y más en general, parece descartar los textos literarios coloniales por considerarlos estereotipos no fiables del español negro histórico.

Entrabado en el tema con más detalle, es discutible que se pueda colocar ‘huasca’ (de clara pertenencia qhishwa) entre los préstamos léxicos del español (p. 148). El Diccionario del Folklore Boliviano, que Lipski atribuye A. Paredes Candia (p. 222), evidentemente pertenece a José Felipe Costas Arguedas; en dos ocasiones (pp. 32-33) sitúa la Reforma Agraria en 1952, cuando debería leerse 1953; llama la atención que califique de “Afro-Bolivian writer” al historiador Fernando Cajías (p. 36). Entrando en materia más lingüística, por lo menos una traducción inglesa deforma un original español ya deformado: “¡Ignorantes, ignorantes de mierda; apuren a los majo” debería ser: ‘apuren o los majo’; pero traducirlo como “Damm fools, work faster” deja al lector inglés demasiado lejos del texto de Botelho; y lo más grave, entonces Lipski se autocondena a interpretar enigmáticamente la frase como un caso de “invariant or bare plural” (p. 61); finalmente, mencionemos la dificultad que plantea el papel de los mayordomos de las haciendas yungueñas, considerados mayoritariamente aymaras (pp. 32, 46): de ser así, los esclavos negros ¿cuándo y de quiénes habrían aprendido español?

En un ámbito más general, condena como “racist” (pp. 34, 58, 60) situaciones, conductas o actitudes, sin argumentación fáctica ni definición previa del término (actualmente, un ‘comodín’ político y semántico, por este orden); también a propósito de la ‘corrección política’, si ‘negro’ es la autoetiqueta preferida en Bolivia (pp. 40, 48), resulta difícil de entender que la expresión “suerte, negrito” haya dejado de ser “socially acceptable” (p. 34); y de aceptar que haya etiquetado de ‘Afro-Bolivian’ el español estudiado (¿pecado de ‘racismo’ académico?)…

Resumiendo: creo que a Lipski le ha faltado conceder al ‘afroespañol boliviano’ (siglos XVII-XX) la consideración diacrónica que el tema merecía y pedía; de haberlo hecho, tampoco habría quedado preso de la pequeña región yungueña de La Paz. Y digo esto, aun reconociendo que, a) actualmente no hay otras comunidades negras vivas; b) probablemente los esclavos negros de Charcas abandonaron muy pronto sus lenguas africanas (factor estrictamente secundario cuando se busca definir su ‘español’ peculiar); y c) hasta muy recientemente no se contaba con fuentes documentales.

A pesar de las máculas y de los posibles debates mencionados, lo importante es agradecer a Lipski su monografía, pues coloca, de golpe, la variante lingüística negrohispana local a un nivel que no ha alcanzado ninguno de los otros dialectos hispanobolivianos. Sus aportes y sus vacíos deben estimular a una relectura del material pertinente que Arellano y Eichmann recentísimamente han puesto en circulación; esto, acompañado de un buceo en los archivos notariales de La Paz, Potosí, Oruro, Sucre y Cochabamba que permita constituir un corpus del español de los negros de Charcas y de Bolivia, base de explicaciones más convincentes y esclarecedoras sobre el derrotero de su habla a lo largo de los últimos cuatro siglos.

Fin

Fuente: LA PATRIA
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