Cuando alguien, en una reunión social, me pregunta acerca de un tema científico, no me es permitido escabullirme, o avivarme, como hacen médicos y abogados, diciendo: “En estos horarios atiendo en mi consultorio” o “para ese asunto venga a mi bufete”. Todos entendemos la indirecta en esos casos, pero, para un científico, postergar la respuesta sólo puede ser señal de ignorancia, que es casi sinónimo de ignominia.
Una de las consultas más frecuentes se refiere a la relación entre radiaciones de baja frecuencia (como las que emiten celulares y microondas) y tumores. Mi estrategia consiste en zafarme con sentencias como esta: “No se conoce ningún mecanismo biológico que explique cómo una radiación de baja frecuencia pueda alterar el núcleo de la célula y, por tanto, provocar un tumor”. Pero, de repente, aparece un interlocutor leído que menciona “el último informe de la OMS”, el cual, efectivamente, vincula esas radiaciones con el riesgo de contraer ciertos tipos de cáncer. Desde luego que poner en duda las presuntas conclusiones de la OMS sería una herejía a los oídos del interlocutor, de modo que ensayo una retirada estratégica diciendo: “Lea mi columna del próximo sábado y luego hablamos”. Y acá me tienen, obligado a dar una opinión acerca de celulares y tumores, en este corto espacio sabatino.
He leído el “último estudio de la OMS”, el cual es en realidad una revisión de muchas investigaciones desarrolladas en torno a esa temática y creo que sus conclusiones precisan de algunas puntualizaciones.
Primero: la OMS utiliza una clasificación de riesgo que me recuerda las reservas de gas. En nuestro caso el riesgo es “posible”, o sea no “probable”, menos “probado”. Intenten vender el gas de las reservas posibles (o sólo el 10%, como pretende YPFB) y verán cómo se les ríen.
Segundo: la OMS clasifica las sustancias carcinógenas en categorías. Los celulares estarían en el mismo grupo de riesgo “posible” que el café o las conservas. O sea, ¡todo un futuro dorado para abogados avivados!
Tercero: el estudio ha excluido la eventualidad de tumores cerebrales producidos por los celulares, excepto dos: el “glioma”, que ataca mortalmente al cerebro, y el “neurinoma acústico”, un cáncer benigno que afecta al nervio auditivo. Ambos son muy raros (1 caso cada veinte mil personas) y difíciles de relacionar con sus causas, por ser resultado de efectos acumulativos durante muchos años.
Cuarto: existen serias críticas metodológicas a las investigaciones médicas de los celulares. Debido a las bajas dosis emitidas, los efectos se manifiestan después de varios años, durante los cuales cambia el objeto de estudio (evolución tecnológica de los celulares y de los hábitos de uso de los mismos) y se contamina la capacidad de discriminar entre agentes causantes de eventuales tumores.
En fin, está comprobado que el lugar más peligroso del mundo es la cama, porque allá muere el 80% de la gente; y no por eso dejamos de acostarnos. Sin embargo, si de cuidar la salud y los bolsillos se trata, mejor es hablar poco, preferir los sintéticos mensajes de textos a las redundantes conversaciones y, para no desafiar la estadística, evitar usar el celular mientras se toma un café o se come un pepinillo.
(*) Físico y miembro de www.columnistas.net
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