La precariedad en el desarrollo de las actividades en la Aduana de Oruro no es reciente, sus problemas provienen de una serie de factores adversos que en lugar de solucionarse se complican paulatinamente, aunque pareciera que hay “bondadosos ángeles” que quisieran salvarla.
Solo como referencia señalar que son muchos años en que se conminó a este organismo dejar las instalaciones que ocupa en el centro de la ciudad y el lugar donde debe construirse un moderno mercado central. Es lógico los depósitos de la Aduana deberían estar ubicados en un sitio con mayores posibilidades para el tránsito de los enormes camiones que deben ser celosamente guardados en tanto se cumplan tareas de investigación, que incluye por supuesto otra enorme cantidad de mercadería que también necesita suficiente espacio.
En gestiones anteriores se oficializó la concesión de terrenos para que la Aduana construya sus depósitos, se logró aprobar inclusive un presupuesto exclusivo para esos fines y hasta se definió la ubicación de esos predios en los que debe erigirse la nueva Aduana, pero no hay nada positivo a la fecha.
Un incendio dejó en malas condiciones parte de los depósitos aduaneros en el sector más transitable de la ciudad por la proximidad de un mercado y por el obligado desplazamiento vehicular. Se pensó que tan infausto accidente sería la causa para apurar el traslado de la Aduana a otros predios, pero nada sucedió, salvo que se determinó adquirir un inmueble para ubicar las oficinas principales de la regional aduanera y de ese modo facilitar sus operaciones.
Todavía no se entiende cómo es que se compraría un inmueble en la zona Sur de la ciudad, si sus depósitos estarán –supuestamente– en la zona Norte y algo alejados del centro urbano por razones de comodidad y seguridad. Aunque hay quienes comentan que la Aduana quiere estar más cerca de los depósitos de contrabandistas que pululan en la zona donde ahora se compró la casa, pero con un problema de sobreprecio que debe aclararse y que ya ocasionó muchos sinsabores a los ejecutivos de la Aduana Nacional.
Está claro que seguramente a ciertos funcionarios no les sorprenda el precio que se pagó por un inmueble que además debe ser adaptado a los fines de servicio que prestará, pues sus características de simple vivienda se observan claramente, demostrándose que la compra no fue la más apropiada, pero se trata de “disposiciones superiores” aunque los fondos que se utilizaron no pueden ser malversados, son recursos públicos que deben manejarse bajo la atenta mirada del fiscalizador más exigente, el pueblo.
Estos problemas que complican casi cotidianamente a la Aduana local deberían eliminarse de una buena vez, disponiéndose la construcción de una moderna infraestructura, apropiada a los fines de sus específicos servicios y ubicadas en un solo complejo que no complique gestiones propias de aduana, obligando a perjudiciales traslado de gente de una a otra dependencia, sólo para justificar el “antojo” de algún administrador por mejorar sus oficinas, pero no el servicio integral que debe prestar una buena Aduana.
Tienen que ser las propias autoridades de la Aduana Nacional, las departamentales y los representantes institucionales que definan una estrategia de servicios integrales aduaneros para combatir el contrabando con mayor eficacia y para responder a ese reto con adecuada infraestructura.
Los fondos para el gasto en un inmueble millonario y los que ya existen para los predios suburbanos sumados serían un importante aporte para encarar la habilitación de una estructura aduanera como la que necesita Oruro.
Fuente: LA PATRIA
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