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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 El problema del Pacífico o la ética (II) - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Cuanto expuse en la primera parte de este título, está plenamente respaldado en la documentación correspondiente, en los antecedentes, valor civil y consiguiente probidad de los autores expresados. Sólo una ambigüedad podría observársele: La escritura del Latino en la expresión “Utti Posidetis”, dada la caducidad contemporánea y no exenta de nocividad, respecto a la escritura latina. Después de frecuentar a M. Tullius Cicero según el decimonónico Diccionario Latino-Español; esta frase escríbese así: “Uti possidetis” y, según mi exégesis. Es todo.
Ahora, a continuar el trabajo. El espíritu de las sociedades de naciones, ha sido sentenciado oportunamente en el mensaje del Presidente Wilson, en 1918, citado en la anterior “Opus”. Estas tienen plena potestad de pronunciarse en los diferendos bi o tri-nacionales, según su autoridad política y moral. Además, realizar exhortaciones unánimes que impelen a determinado Estado alguna acción. Así como la existencia de esas organizaciones es ciertamente saludable; ello está demostrado en el hecho de que una vez extinta la Liga de las Naciones, en la primera mitad del siglo XX, y como consecuencia inexorable de la “II Guerra Mundial” se creara apenas concluía ésta, la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Este trabajo se propone vindicar la legitimidad histórica y ética de Bolivia, para ejercer, mediante la solución política (en su sentido auténtico, o filosófico), su soberanía en los cerca a 400 Km de costa en el Pacífico.
Esto no es quimérico. Tiene estructura de historia afirmada. He aquí una. Según el escritor nacional E. Diez de Medina, en “La cuestión del Pacífico” (La obra lleva el epígrafe: “A la juventud de mi patria”), el polígrafo Luis Barros Borgoño, ex Ministro de Relaciones Exteriores y candidato a la Presidencia de la República de Chile, autor principal de las negociaciones chileno-bolivianas de 1895 (después del Pacto de Tregua de 1884 y antes del Tratado de 1904), reunió en un opúsculo de 1897 la exposición de antecedentes sobre la citada negociación, que había publicado en “El Ferrocarril” de Santiago; donde expresa:
“La entrega a Bolivia de un puerto que pueda permitirle su libre y fácil acceso al mar y un régimen comercial basado en la absoluta exención de tributos, habrán de crear entre los dos países los más estrechos y duraderos vínculos de amistad nacidos y desarrollados a la sombra de intereses comunes y recíprocas conveniencias. Dejando de ser Bolivia una nación mediterránea, cesa la causa de sus inquietudes y devaneos, desaparece aquél motivo de alarma y de fermento que le hacían buscar sin descanso esa condición de su nacionalidad; y en posesión de un territorio marítimo, satisfechas ya sus aspiraciones, habrá de hallarse en aptitud de concurrir con Chile al afianzamiento de la situación creada y con ello a la paz y a la tranquilidad de esta parte del continente”.
“Esa aspiración fué netamente formulada desde los primeros días de las negociaciones de 1884, y en aquellos momentos en que las tropas chilenas habían recorrido el interior del Perú y acercádose a la frontera del Titicaca y en que el ruido de las armas podía ya percibirse desde la capital de la Bolivia, no vacilaban, sin embargo, sus negociadores en colocar esa condición de un puerto en el pacífico, como base indeclinable de la celebración de la paz”.
“Y al hacerlo estaban seguros de que sus esfuerzos patrióticos eran justamente apreciados por los gobernantes de Chile, y que, a haber estado en esos momentos en sus manos, no habrían trepidado en satisfacer esa exigencia de la vida nacional de Bolivia y de la propia tranquilidad”.
“Todos estos antecedentes que sería fácil explayar, concurren con perfecta uniformidad a establecer que la concesión de un puerto a Bolivia ha sido considerada en toda ocasión como la base fundamental de todo ajuste definitivo de paz entre las dos naciones”.
“De esta manera, las negociaciones han tenido que girar siempre alrededor de este punto céntrico y necesario. La idea de que alguna vez haya aceptado Bolivia suscribir un Tratado definitivo de Paz con Chile, fuera de aquella base, se halla formalmente contradicha por todos los precedentes diplomáticos”.
“En 1884 como en 1889, en 1891 como en 1895, se ha mantenido siempre inconmovible la misma base de toda negociación de paz estable y duradera entre Chile y Bolivia”.
“Considero –decía– esencial la satisfacción de esa necesidad para su existencia autonómica, pues no es sólo vía de internación y exportación de mercaderías, sino también dejar de ser Estado mediterráneo y ponerse en contacto con las demás naciones como nación soberana, en aptitud, de celebrar con ellas Tratados de navegación y comercio. No puede ser indiferente para un Estado vecino de Bolivia, como es Chile, el que esa nación se halle perpétuamente agitada por un malestar que persistirá mientras no haya obtenido este desiderátum de todos sus partidos: su salida en condiciones de independencia y de eficacia económica internacional al mar Pacífico. En este convencimiento, el gobierno, después de detenido examen, ha resuelto en consejo adoptar la política de hacer cuanto de él dependa, dentro de los límites de honor internacional ya indicados, para satisfacer a Bolivia esa natural aspiración”.
Muéstrase así que la política internacional chilena, mediante la exposición del ex –Ministro de Relaciones Exteriores e ilustre escritor según E. Diez de Medina, encaminábase hacia una solución no ya dogmática y pobre como la que plantean los “modernos” chilenos de 2011; en situaciones como ésta es la historia y su concatenación que debe discernir, dirimir el conflicto.
Lo cierto, son las intenciones que desde 1884 hasta las negociaciones de 1895, refiere el señor Barros Borgoño, se habían tenido respecto al vencido de la guerra: respetar su condición de nacimiento, de Nación con soberanía en el Pacífico.
En un litigio judicial internacional, potencialmente prevalezca el Tratado de 1904, en parte Chile lo cumplió, acaso en la mayor. Aun si los representantes bolivianos objetaren inobservancias, el tribunal podría declarar su cumplimiento, quizá indemnización pecuniaria, y “cosa juzgada”. Con ello se habría puesto un sello a ulteriores aspiraciones bolivianas.
Por ello, y según es historia la negociación del problema marítimo debe ser política, en el sentido que José Carlos Mariátegui daba a ese término: “El espíritu del hombre es indivisible; y yo no me duelo de esta fatalidad, sino, por el contario, la reconozco como una necesidad de plenitud y coherencia. Declaro sin escrúpulo, que traigo a la exégesis literaria, todas mis pasiones e ideas políticas, aunque, dado el descrédito y degeneración de este vocablo en el lenguaje corriente, debo agregar que la política en mí es filosofía y religión”.
Debe ser histórica, ética. Y trilateral, inevitablemente deben hablar y actuar los espíritus políticos de Chile, Perú y Bolivia.
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