La maquinaria mediática del Gobierno, destinada a mantener al público atontado con escandalotes, escandalazos, promesas sin fundamento y éxitos imaginarios, se mantiene sobre dos pilares fundamentales. Una de las columnas es la utilización oportuna del efecto sorpresa que despierta la atención incluso de los somnolientos. El otro es el efecto culebrón que entretiene el cotilleo de los mentideros políticos.
La principal sorpresa (secreto a voces) que el MAS tenía preparada cuando ganó las primeras elecciones generales fue la llamada nacionalización de los hidrocarburos. Aunque una vez promulgada con charanga, serpentinas y confeti se achicó a un ajuste de impuestos. La otra cantinela que el Gobierno repite hace casi seis años como viejo loro amaestrado es que la industria petroquímica está a punto de arrancar. Pero no arranca. Todo hace pensar que por falta de capacidad de los funcionarios masistas encargados de la tarea. Ahora, el Sr. Presidente exige a las petroleras que no hagan política sino que inviertan en exploración. Imagino que la respuesta de esas empresas, si es que la dan, será la de siempre: la consabida seguridad jurídica.
Volviendo a la estrategia del culebrón, un día –jornada macabra– fueron ejecutados a mansalva tres supuestos terroristas. Aquella valerosa acción policial habría terminado con un supuesto complot separatista cruceño y la amenaza de un magnicidio en la cabeza del jefe del Estado. Pero al poco tiempo la maquinaria mediática gubernativa resucitó el caso poniendo a un fiscal obsecuente encargado de alimentar opíparamente a los medios de comunicación que seguían dando por cierto lo que había sido un montaje oficialista. ¿Hasta cuando el culebrón seguirá serpenteando para mantener distraído a un público morboso?
Nos prometieron el parto de los montes (La mitología cuenta que lo que parió el monte fue un ratón). Descendiendo del Olimpo, la realidad es que el Mutún que nos prometían convertiría a Bolivia en productora y exportadora de acero, no ha podido cumplir lo convenido porque carece del gas suficiente como para alimentar los altos hornos que se necesitan. Porque, hasta ahora, la empresa siderúrgica Jindal “produce” más papel de periódico que pellets y acero.
Otro reciente chispazo distractivo fue la destitución del Comandante General de la Policía Nacional porque un cabo que le servía de asistente manejaba un vehículo con la placa clonada. De ahí se descubrió que la falsificación de placas era un negocio conocido y no sancionado. Este hecho anecdótico, determinó –siempre con retraso– que el Ministro de Gobierno anuncie que la administración de los documentos de identificación personal y otras licencias de las que la Policía disponía, con excesiva frecuencia previa lubricación bajo la mesa, pasarán a otras instituciones de carácter civil. La idea parece buena, con tal de que no quede en anuncio y que, si se pone en práctica, sea con funcionarios aptos, honrados, en número suficiente y dotados del equipo necesario para no seguir martirizando a los ciudadanos con interminables colas. Porque “no hay personal preparado”, “faltan computadoras”, “no hay tinta para la impresora”, etc.
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