El enmallado o enrejado, como quiera entenderse, levantado por la parte chilena en la región fronteriza de Pisiga Bolívar (Bolivia) y Pisiga Carpa y Colchani (Chile), además del corte de agua de un río de curso internacional, como es el Isluga, son señales evidentes, y hay que entenderlo así, de una manifiesta intención malévola de la política chilena en relación a la reivindicación marítima de Bolivia.
Seguramente que el accionar en las últimas semanas del Presidente boliviano y la nueva política del Gobierno respecto al tema marítimo con la posibilidad de llevar el diferendo a otros escenarios judiciales, han causado molestia y han levantado susceptibilidades en el gobierno de Santiago.
Pero ¿por qué dar este tipo de señales?, ¿por qué tratar de amedrentar o amenazar?, ¿qué tipo de mensaje se quiere dar? Acaso lo mejor siempre será continuar en diálogo, con comisiones a nivel de ambas cancillerías y con propuestas positivas y el espíritu magnánimo y desprendido de quienes, según ellos, son los ganadores legítimos de una guerra.
Chile seguramente justificará sus acciones bajo el argumento de estar ejerciendo soberanía en su territorio. Una soberanía respetable por cierto, que nosotros aún no la ejercemos con el tema del Silala.
IRRENUNCIABLE
La aspiración de una salida al mar es algo irrenunciable en la mentalidad boliviana, que va más allá de políticas y gobiernos de turno. Durante más de cien años las nuevas generaciones bolivianas, posteriores a la Guerra del Pacífico, han mantenido latente el reclamo ante la abusiva invasión y desigual guerra que nos encerró en los Andes.
El tiempo es dinámico y la modernidad ciertamente nos cambia. Por ello, lo que ayer se aceptaba como dogma inamovible, hoy no lo es más. Por ello, aquella frase de “la victoria da derechos” que la parte chilena siempre esgrimió, suena hoy a descriterio, aberración y a mentalidad cavernícola. En los inicios del tercer milenio no puede aceptarse la prepotencia y la arrogancia de las armas por encima de los ideales y las aspiraciones.
Afortunadamente la memoria de la bolivianidad, está a salvo, transmitida de generaciones en generaciones, gracias a muchos bolivianos y bolivianas que en base a investigación, enseñanza y publicación de diversos trabajos bibliográficos mantienen latente la llama de la reivindicación marítima. A esto habrá que agregar las intenciones políticas de diferentes gobiernos nuestros, que más allá de sus derroteros políticos y más allá de errores estratégicos siempre mostraron patriotismo a la hora del reclamo.
¿CON LA MISMA MONEDA?
Hace algunas semanas el gobernador potosino lanzaba la idea de desviar las aguas de la vertiente del Silala a beneficio de nuestro suelo. Se daba a entender que bien podría beneficiarse por ejemplo, a la minera San Cristóbal. La idea tuvo más apoyo, al parecer, en sectores de a pie y, no tanto así, en las esferas gubernamentales.
La sugerencia pasó a ser una idea personal del gobernador potosino, pues no halló eco en el Ejecutivo, que prefiere agotar, seguramente, la vía estrictamente diplomática confiando en la buena fe de nuestros vecinos.
Ahora bien, los chilenos lo hacen unilateralmente y arbitrariamente, so pretexto de que sus llamas no pasen a territorio nuestro, donde mueren, según se afirma.
¿Por qué la parte boliviana no puede desviar las aguas del Silala? El pretexto bien podría ser que requerimos regadío a extensas áreas incultivadas del su potosino, ¿por qué no?
Al parecer nos está faltando decisión, actitud patriótica y ejercicio pleno de soberanía. Pues mientras el Gobierno chileno, autoriza a los pobladores de aquel hito fronterizo la construcción del enmallado, y les ayuda con el material correspondiente, por el lado nuestro hay más abandono a la escuelita de Pisiga Bolívar y nuestros niños prefieren estudiar en una más cómoda escuela chilena (Biblioteca y calefacción incluidas).
Así las cosas, acaso estemos supeditados al capricho y voluntad de nuestros vecinos y, a esto, tendría que ponerse un alto cuanto antes.
(*) Comunicador Social
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