El centenario problema que confronta nuestro país con el vecino Chile a raíz de una guerra injusta, la pérdida de nuestro Litoral y muchos kilómetros de suelo rico en recursos naturales, ha generado una serie de alternativas a lo largo de una frontera que ha sido afectada por la voracidad expansionista de los vecinos en desmedro de nuestra integridad territorial.
Cuando mencionamos dos ríos, sin lugar a dudas hay que señalar el Lauca por un lado, que fue desviado por chilenos y cuyas aguas están siendo utilizadas desde hace muchísimos años, sin ningún tipo de compensación como debería corresponder a regulares acuerdos bilaterales… que por supuesto no existen por la actitud prepotente de aquellos y la pasividad de estos. El otro río es el Isluga que ya en otros periodos ha sido también afectado por la vecindad de territorio chileno y que como si se tratara de una corriente de agua que nace en ese país, ahora ha sido cortado su cauce natural dejando sin el elemental líquido a los comunarios, agricultores y ganaderos de una vasta región del altiplano orureño y boliviano.
Lo del Silala es ya historia de vieja data con una particular connotación que ha sido aclarada repetidas veces y que, pese a las pruebas irrebatibles que existen, continúa la distorsión chilena sobre la ubicación del fabuloso manantial, que por supuesto está en territorio boliviano y cuyas aguas discurren apaciblemente por un cauce que ha sido alterado por los vecinos y que sirve para saciar la sed de miles de familias en una enorme extensión de aquel territorio, incluyendo por supuesto el que fue nuestro, caso de Antofagasta, donde comenzó el uso de las aguas dulces del Silala para alimentar las locomotoras a vapor de la Railway Co. y toda la población civil.
Como si fuera poco hay recientes denuncias de los pobladores de Pisiga Bolívar sobre la incursión de pobladores de Colchane (Chile) que se han dado a la tarea de “enmallar” territorio fronterizo, pero ingresando en el nuestro y afectando nuestra soberanía, además de haber cortado el cauce del río Isluga que proporcionaba agua para consumo humano y para regadío de la zona.
Estas son acciones atrabiliarias que no puede permitirse porque sencillamente vulneran los tratados internacionales y afectan las ahora “delicadas y sensibles relaciones” entre los dos gobiernos, situación que por supuesto altera el ánimo cívico de bolivianos que se sienten amenazados, amedrentados y perjudicados por acciones de ávidos vecinos que no tienen escrúpulos a la hora de avanzar sobre territorio ajeno.
El asunto está en conocimiento de la Cancillería nacional donde se adelantó la conformación de una comisión que visitará la zona y comprobará la denuncia de nuestros pobladores, lo que permitirá observar in situ otra posible incursión en nuestra territorialidad, la que deberá ser considerada en los niveles diplomáticos para su armoniosa solución respetando nuestros derechos y sancionando a los infractores, que con sus acciones ponen en duda supuestas “buenas intenciones” para seguir negociando una agenda suspendida o para encarar con decisión la solución al centenario problema marítimo boliviano.
Ya es tiempo de adoptar medidas que eviten más atropellos en perjuicio de nuestros pacíficos habitantes de la extensa zona fronteriza. Los planes de
“sentar soberanía territorial” deberían ser implantados con la urgencia que amerita las circunstancias de los últimos hechos, particularmente en la zona limítrofe con Chile.
Fuente: LA PATRIA
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