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Domingo 15 de mayo de 2011

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Cultural El Duende

Enrique Vargas Sivila

Nuestro idioma popular en “La Chaskañawi”

15 may 2011

Fuente: LA PATRIA

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Segunda y última parte

c) Por otra parte, en el estudio que se realiza del habla en La Chaskañawi de Carlos Medinaceli, se incluye tres antiguos y cabales artículos del autor sobre el tema; en uno de ellos, sin embargo, se advierte distintos puntos de vista al juzgar a algunos autores; pues, tan pronto como –anteriormente– había reparado en las bondades y excelencias del léxico y el estilo de un escritor, o personaje, ahora –a los años– los califica adversa y hasta sañudamente.

Es, al menos, lo que se desprende de lo siguiente:

Refiriéndose a la novela Marina de Arturo Oblitas, después de múltiples alabanzas justas, acerca de la pulcritud del lenguaje en su obra, prosigue y dice de él: Enamorado de la precisión, abundancia y novedad y pureza de los términos, riqueza de metáforas, colorido y armonía de los párrafos, tal un Azorin o un Valle Inclán, un Gabriel Miró o un Pérez de Ayala, prosistas a quienes he recordado al saborear algunos vocablos, giros de frases, los casticismos, y, en suma, la nobleza del lenguaje que emplea Oblitas (4).

Y en el artículo III. La renovación castellana en América, dice de dos de los autores españoles antes citados por él. Con emoción y elogiosamente:

(... ) el idioma ha ido perdiendo su jugo juvenil, su lozanía andaluza, su gracia galaica, su integérrima y selvática libertad… hasta que ha caído en manos de ese buen señor don Antonio Azorín, donde ya el lenguaje tiene asma, y el estilo cojitranco y valetudinario, no puede andar más allá de dos ideas, sin detenerse en las muletas del “punto”, “punto y coma” y “punto y aparte”, o peor aún, de ese señor don Ramón Pérez de Ayala, que pretende darnos la ilusión de la robustez en sus estéticos fetos espirituales, vistiéndolos con su estila de gorguera y miriñaque, pero que lejos de engendrar criaturas de carne y hueso, calientes de humanidad, como Sancho y La Lozana Andaluza, apenas llega a infundirles el bizantino existir de puros “entes de razón”, como son los “Belarmino y Apolonio” o “Los trabajos de Urbano y Simona”. Ay, señor… ¡Qué trabajos! (5).

Si alguien observa estos hechos, quizá no sepa con cuál de las opiniones del consagrado autor de La Chaskañawi, quedar; si con la riqueza de los términos y nobleza del lenguaje de Oblitas –y por ende–, tal un Azorín (…) o un Pérez de Ayala, o con las muletas o los fetos espirituales de los últimos, respectivamente.

Nosotros, por de pronto, estamos disfrutando del estudio del lenguaje popular boliviano en La Chaskañawi, tan concienzudamente realizado por el profesor Ríos Quiroga, en forma ejemplar.

***

El idioma se halla en continuo movimiento, sometido a cambios lentos, pero efectivos, a través del tiempo, y, en ese sentido, no hay más remedio que aceptar lo que va pasando con el nuestro: como una mutación lingüística.

Y cuando sea una realidad –en largos años– la raza cósmica –para el caso, la raza de bronce, la nuestra, hoy en plena evolución y transformación–, entonces se concretará también, sujeto a las mismas leyes, el lenguaje cósmico, en amalgama con el castellano, como un lenguaje propio, con personalidad andina y presencia americana.

Y entonces, sí, triunfará nuestra raza, como todas la oprimidas –que fueron– ahora en la vanguardia.

Fin

NOTAS

Luis Ríos Quiroga: Nuestro idioma popular en La Chaskañawi. Ed. Radio Loyola, Sucre, 1984, 101 pp.

1. Aparte –claro es– de estudios especiales realizados sobre el particular en algunas regiones como Valle Grande (Santa Cruz) y Tarija, por ejemplo:

Estudio preliminar sobre el cancionero popular de Valle Grande de Hernando Sanabria-Fernández, y El Castellano popular en Tarija de Víctor Varas Reyes.

2. El velay –entre tantos–, empleado por lo menos en tres de los primeros relatos que mencionamos (con desarrollo en La Paz y Chuquisaca), además de hallarse presente en la poesía chapaca de Octavio Campero Echazú y en la camba de Valle Grande, con la variante de helay, revelaría que se trata de un término nacional, al igual que el huayra-leva (quechua) empleado en Los malos pensamientos.

Existe también en el país el ideay, como interrogante (¿y después? o ¿de ahí? o ¿y qué más?), término común en Sud Chichas, por lo menos, que no figura en La Chaskañawi ni –creemos– en ninguna de las novelas bolivianas de nuestro conocimiento. Lo escuchamos, por otra parte –asombrados, pero con gusto–, en labios de un distinguido colega y amigo cordobés, convencidos como estábamos de que se trataba de un vocablo restringidamente regional.

Además, en este país (Argentina) es frecuente la incorporación de términos nuevos en el habla común, como indexación, desfasage, de hace pocos años, con motivo de los cambios de la moneda, y el que acaba de entrar en uso cotidiano, el desagio, o sea, terminar con la especulación; mas, casi siempre dentro de idiomas extranjeros y no autóctonos. La palabra ‘desagio’ irrumpe como una novedad idiomática en la jerga popular, a partir del decreto 1016/85, dice –en este mismo momento–, en una carta Elio H. Dalma (La Voz del Interior, Córdoba, 15 de agosto 1985, p. 8).

3. Sin embargo, algunos términos, como sobrador y gil, acaso no sean tan propios de nuestra tierra –y, por el contrario, creeríamos que ambos son, más bien, importados–, pues tienen uso diario en la Argentina, particularmente en el lenguaje porteño

4. Carlos Medinaceli. Estudios Críticos. Ed. Charcas, Sucre, 1938, p 149. Artículo fechado en “Potosí, 1928”.

(5) En: Luis Ríos Quiroga. Nuestro idioma popular en La Chaskañawi. Idid. ib. p 20.

Repárese en que el artículo mencionado, de Medinaceli, data aproximadamente, de la década de 1930, cuando unos escritos periodísticos de Bonjour (Angel Sals), redactor de El Diario de La Paz dieron origen a los del autor de La Chaskañawi.

Enrique Vargas Sivila.

Ex Rextor de la Universidad Mayor de San Francisco Xavier. Catedrático de la Universidad de Córdoba, Argentina.

Fuente: LA PATRIA
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