¿Se podría decir que cuando manipulamos algo es como si le quitáramos parte de su libertad de ser y desarrollarse como corresponde a su naturaleza, es decir, como Dios lo dispuso en la creación?
El ser humano no debe acumular riquezas desmedidas y una prueba de ello es que si echamos una mirada a nuestro mundo, son precisamente los ricos quienes están a favor de la manipulación genética, justamente aquellos que están sólo a favor de sí mismos y no a favor de los pobres. Y en este mundo hay hambre porque sólo unos pocos son los poseedores de mucha riqueza, ya que la Tierra regala alimento para el doble de la población actual.
Por si fuera poco hace poco se escuchó nuevamente como el Vaticano apoya la manipulación genética, de hecho la ha bendecido con el argumento de que puede favorecer a los pobres y frenar el hambre, cuando lo cierto es que los más pobres son los más afectados por este nuevo sistema de cultivos. Habría que recordar a la Iglesia católica las palabras contenidas en la Biblia cuando Dios hubo terminado su Creación: “Y El la vio y vio que todo estaba muy bien”. ¿Por qué entonces el ansia de perfeccionar lo que de por sí es perfecto?
Al planeta le hemos quitado su libertad, privamos a la naturaleza de su crecimiento normal y también explotamos sus entrañas quitándole lo que no nos pertenece, las riquezas y tesoros que luego acumulan algunos, que se hacen poderosos y que se sitúan por encima de otras personas. Si por el contrario compartimos nuestra riqueza, entonces se desarrolla la igualdad, un concepto aún abstracto y que nos adeuda moralmente con el tercer mundo.
Pero cuando damos recibimos, también la capacidad para arreglar la Tierra y darle nueva vida, para que la Gran Madre, nuestra sustentadora pueda servir a todos los seres humanos
Posiblemente todo lo que acumulemos de más, algún día lo tengamos que devolver con creces, devolviendo a todas las personas lo que de alguna forma le quitamos. Y esto puede suceder si no en esta vida, en la siguiente. De hecho ya Jesús aviso al respecto en Su Sermón de la Montaña: “No vaciles en hacer las paces con tu prójimo, en tanto vayas con él aún de camino, no sea que te entregue al juez y éste al alguacil y seas llevado a la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.” (Mat 5,25). Lo que también puede significar tener que hacer las paces con la Madre Tierra en tanto vivamos aquí, antes de que las consecuencias de nuestros actos nos alcancen. De hecho en el Evangelio de San Pablo se puede leer: “Lo que el hombre siembre, eso cosechará”. Por lo tanto si alguien manipula semillas, las ofrece a otros sin conocer cómo puede afectar a su salud y se enriquece con ello, algún día podría ser él mismo manipulado.
En el Libro “Esta es Mi Palabra” de la editorial Vida Universal, una obra manifestada a través de la profecía del tiempo actual, encontramos los siguientes párrafos que hacen alusión a los ricos de este mundo y que puede poner luz al respecto:
“Donde hay comunicación pura, fluye energía eterna cósmica. Pero donde las fuerzas del amor están atadas, hay dureza de corazón, egoísmo y esclavitud. Ahí no hay comprensión ni tolerancia. Ahí solo existe el tomar y ningún caso el dar y recibir. Es Ley: Lo que el hombre hace al menor de Mis hermanos Me lo hace a Mí y en última instancia a sí mismo; pues lo que el hombre siembre, lo cosechará. En la ley eterna no existe coacción pues Dios ha dado el libre albedrío. Quien se decide libremente, tiene, la fuerza para lo que caracteriza el cristianismo auténtico: igualdad, libertad, unidad, fraternidad y justicia. Todas las coacciones vienen de la ley de siembra y cosecha. Al hombre le ha sido indicado elegir libremente su camino espiritual. Yo, Cristo, he ofrecido y ofrezco el camino al corazón de Dios, pero no coacciono a nadie a seguirlo. Quien coacciona a su prójimo, vive bajo la coacción de la ley de la Caída.”
(*)Vida Universal
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