Loading...
Invitado


Domingo 15 de mayo de 2011

Portada Principal
Revista Dominical

CINE Y LITERATURA

Spartacus

15 may 2011

Fuente: LA PATRIA

“Más allá del muro del miedo, está la libertad…” • Por: Juan Manuel Fajardo - Abogado, Ensayista, Crítico de Cine

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

En los grandes imperios de la antigüedad, Persia, Babilonia, Egipto, Asiria, la libertad era un valor desconocido, los atenienses eran el único pueblo libre. Grecia país pequeño pero libre, fue capaz de mantenerse impenetrable a la conquista de cualquiera fuera el imperio, la riqueza y el poderío humano; alineados contra ella, no pudieron los ejércitos persas, Darío I El Grande y luego su hijo Jerjes, fueron derrotados por reducidas fuerzas griegas en Maratón (490), Salamina (480) y Platea (479), batallas en las que quedó probado que un hombre libre era superior a muchos súbditos serviles de un tirano. La libertad, tal como la conocemos hoy, para los atenienses fue el bien más estimado; también la libertad de pensamiento y expresión. Aún en días difíciles cuando en la Asamblea se debatía la suerte de Grecia, el heraldo preguntaba ¿alguien quiere hacer uso de la palabra? Pero estos griegos libres, paradójicamente ¡poseían esclavos!; éstos, constituían en la sociedad griega un artículo de primera necesidad, siempre había habido esclavos, su forma de vida se basaba en ellos; la esclavitud se consideraba como algo natural. Los grandes filósofos y pensadores que descubrieron el sistema solar y el átomo, no concibieron jamás que la esclavitud fuera mala. Eurípides (480-406 a. de C.), fue el primero en condenarla, la denominó “esa cosa del mal”, en varias de sus tragedias expone sus lacras; también los estoicos. Atenas trataba bien a sus esclavos, era ilegal golpearlos; se había establecido una especie de igualdad entre aquellos y los hombres libres, de todo ello se puede colegir, que los atenienses no tenían miedo de sus esclavos, muchos de ellos eran instruidos, Esopo y Fedro, son un ejemplo; los esclavos no constituían un potencial peligro para el estado. No hubo en Atenas sublevaciones como lo hubieron en Roma.

Si volvemos la mirada hacia atrás, a los días de lucha de los primitivos artífices de la libertad, uno de los personajes más cautivadores que pisaron el escenario de la historia es Espartaco. El mundo escucha con atención, desde hace dos mil años el mensaje, que “detrás del muro del miedo está la libertad…” Cruzar la barrera del miedo, nos sume en la expectación de un drama en el que resplandece la eterna e indomable pasión del hombre por la libertad, la historia de “Espartaco” es la del héroe revolucionario que sueña con un mundo libre sin amos.

Howard Fast, nacido en Nueva York en 1914, muerto en el 2003, periodista, escritor, novelista, guionista de cine y televisión, en 1944 se unió al Partido Comunista de los Estados Unidos; fue llamado a declarar por el Comité de Actividades Antiamericanas del senador Joseph McCarthy, campeón del anticomunismo que desde finales de la década de 1940, en el marco de llamada “guerra fría”, llevó a cabo una feroz campaña contra las personas sospechosas de simpatizar con el comunismo; notables personalidades del mundo artístico, literario y científico fueron sus víctimas, Charles Chaplin, John Garfield, Arthur Miller, Dashiell Hammett, Berthold Brecht; Fast se negó a revelar los nombres de los contribuyentes al Comité de Ayuda a los Refugiados Antifacistas que durante la guerra civil española habían comprado un edificio, un antiguo convento en Toulouse Francia, para convertirlo en hospital; esto le deparó la cárcel. En prisión comenzó a escribir “Espartaco” una obra sobre la sublevación de los esclavos (73-71 a. de C.) contra el imperio romano; no pudo publicarla por hallarse en la “Lista negra”, por sus actividades comunistas y antecedentes penales; el manuscrito pasó por varias editoriales hasta que en 1951, a su costa y con ayuda de demócratas y liberales publicó el libro vendiendo más de 40.000 ejemplares, fue traducido a 56 idiomas, vendiendo varios millones más, al final de la era McCarthy.

Fast, restauró la novela histórica, revelando que la naturaleza humana es su propio contraste, superando en muchos aspectos el género. En “Espartaco”, no se limita exclusivamente a contar los hechos y relacionarlos en secuencia periodística, su profundidad alcanza a los niveles psicológicos de todos los protagonistas, quienes, desde diferentes posiciones, amo o esclavo, remarcan las convicciones de clase; por una parte está Marco Licinio Craso, el Cónsul romano a quién el Senado le encomienda terminar con la sublevación, y por otra Espartaco, que libera las mentalidades de los esclavos, oprimidas y asfixiadas por el látigo y el capricho de los esclavizadores; acabar con esta ruin condición es el ideal. La obra es también un tratado sobre las armas blancas y el arte de matar con ellas.

La novela de tema histórico, empieza con la derrota de los esclavos y la decadente imagen de las crucifixiones a lo largo de la Via Appia. Espartaco de origen tracio, esclavo en las minas de Nubia, comprado por un tratante, el lanista Léntulo Batiatus, es llevado a Capua a una escuela de gladiadores, lugar donde seres humanos son entrenados para pelear a muerte. Un libio de nombre “Draba”, para diversión de unos visitantes, combate en la arena de la escuela contra Espartaco. Draba, sin realizar ninguna abstracción filosófica, enseña a Espartaco a definirse por el camino de romper su condición de esclavo, al negarse a matarle y morir él, sacrificado como un animal. A la postre Espartaco y otros gladiadores matan a su entrenador, destruyen la escuela, y protagonizan la más grande sublevación de la historia; reclutando a miles de esclavos que voluntariamente se unen a su causa, forman un ejército de características formidables y durante tres años ponen en jaque a Roma y sus cohortes, que son derrotadas en más de una batalla, en aquel año 71 antes de Cristo. Al final, los esclavos serán aniquilados, por las legiones traídas de España; miles serán crucificados, la “Pax romana” volverá al imperio, pero, el ideal revolucionario quedará para el futuro, “mientras el hombre trabaje y los demás hagan uso del fruto de su trabajo, el nombre de Espartaco será recordado, murmurado algunas veces, y pronunciado en voz alta muchas otras…” “Volveré y seré millones…”

Howard Fast construyó la historia de Espartaco, convirtiéndolo en un símbolo de la lucha de gentes sencillas, humilladas y ofendidas, contra las infamias del mundo; es la historia de las reacciones de hombres con espíritu que se oponen a un destino calculado para vencerlos. Una sociedad libre como la que impera hoy en el mundo, dos mil años después de la gesta de Espartaco, no podía pasarse sin héroes, así se acuñaron Bolívar, Sucre, Lincoln, éstos constituyen los medios más vividos de la manifestación del poder de los hombres libres. Thomas Carlyle señalaba: “El gran hombre, con su fuerza libre viene directamente de la propia mano de Dios, es el relámpago… el resto de los hombres lo esperan como el combustible, y entonces ellos también se inflamarán”.

Howard Fast, hombre de ideas progresistas, fue uno de los fundadores del Movimiento Mundial para la Paz (1950 – 1955); en 1953 recibió el Premio Stalin. En 1956 abandonó el Partido Comunista en protesta por la política represiva de la Unión Soviética en Hungría invadida. Fast publicó en 1933 su primera novela titulada “Dos valles”; en 1941, “The last frontier”, que fue llevada al cine por Anthony Mann en 1956 como “El tirano de la frontera”, una historia sobre los cheyennes desarraigados y su regreso a las tierras de Manitu, a la tierra del bisonte; otro apasionado cántico a la libertad; Fast es autor también de “La pasión de Sacco y Vanzetti” (1953), “Moisés, Príncipe de Egipto” (1958), “Mañana de Abril” (1961), “Torquemada” (1966), brutal biografía del más grande inquisidor de todos los tiempos; “Redención” (1999) y “Greenwich” (2.000); bajo el seudónimo de E.V. Cunningham, publicó la serie de novelas Masao Masuto detective; también historias de Ciencia Ficción, “El General derribó un ángel”, “Un toque de infinito”, “Al filo de la realidad”, “Del tiempo y los gatos”, “Catón el marciano”, muchas de ellas recopiladas en antologías.

SPARTACUS… EL FILME

Stanley Kubrick dirigió “Spartacus” de Bryna Productions, con Laurence Olivier, “Craso”; Jean Simmons, “Varinia”; John Gavin, “Julio César”; Peter Ustinov, “Batiatus”; y Tony Curtis, “Antoninus”. Este filme se estrenó en 1960 después de 2 años de rodaje, a un costo de 12 millones de dólares, tres millones más caro que “Ben Hur” (1959); Dalton Trumbo (1905 – 1976) uno de los del grupo llamado “Los 10 de Hollywood”, como Walter Bernstein y Abraham Polonsky, famosos escritores, víctimas también de la “caza de brujas” del McCarthismo e integrantes de la “Lista Negra”, escribió el guión; fue la primera vez en mucho años que este escritor condenado al ostracismo, aparecía en los créditos de un filme de carácter revulsivo; de hecho rompió la dicha “Lista negra”. “Spartacus” fue un éxito de taquilla, ganó 4 Oscares y fue nominada a otros dos, Peter Ustinov se alzó con uno de ellos, como mejor actor secundario, premio que venía esperando desde aquella memorable caracterización de Nerón en “Quo Vadis” de Mervyn Le Roy (1951); Kubrick marcó bien el transcurso del tiempo y le imprimió al filme la sensación panorámica de la época y se abstuvo de narrar, como una aventura personal la gesta de los esclavos; le otorgó a Kirk Douglas, hombre de gran vitalidad y actor de carácter, la responsabilidad de desempeñar el rol principal que con sinceridad e intensidad impresionantes, supo asumir. No cabe duda de que sin Kubrick Spartacus habría sido una película más de romanos.

El filme técnicamente posee una nitidez sorprendente, percibible inclusive en el DVD (restaurado a un costo de un millón de dólares en 1999); por momentos algunas escenas, como el combate entre Draba (Woddie Strode) y Espartaco (Kirk Douglas), parecen tener relieve, por los planos utilizados, primer plano, medio plano; la cámara 70mm y el color histórico, del que habla Vicente González Aramayo Zuleta, en su obra “Cine y Video” (2001). La inusitada duración 3 horas y el ritmo impreso al filme, trasunta un equilibrio admirable, en el que se alternan acción, emoción, movimiento de masas. Miles de extras “reales”, no “virtuales”, hacen de “Spartacus”, uno de antología que en proyección histórica, ha cruzado la barrera de la temporalidad, permitiendo analizar, en forma realista los grandes conflictos y verdades eternas, como la lucha de clases de los oprimidos contra los opresores, interés que durará mientras haya injusticia en el mundo. La musicalización al servicio de la historia y que le da especial sentido a la épica, estuvo a cargo de Alex North, autor de algunos de las mejores y más famosas bandas sonoras, ¡Viva Zapata! (1952), “Cleopatra” (1963) y “La agonía y el éxtasis” (1965).

Stanley Kubrick realizó “Spartacus” cuando contaba con 31 años de edad. En 1958 había dirigido “La patrulla infernal”, memorable filme antibélico. En una entrevista en 1960 decía: “Spartacus” es tan buena, como “La patrulla infernal” y tiene mucho más de mí que la anterior. No es que trate de disminuir la labor de la gente que participa en el filme, pero es sólo el director quien impone su personalidad. Cuenta la historia de un hombre distinto, apasionado en cambiar el orden social existente; es gente distinta luchando por hacer realidad algo imposible. En Espartaco los esclavos comienzan sublevándose por instinto, pero gradualmente van adquiriendo una toma de conciencia, queriendo mejorar la sociedad de la que son parte”. Obviamente, tratándose el filme de una adaptación libre de la obra de Fast, no necesariamente debió ceñirse a datos recogidos por historiadores de la escuela inglesa o francesa, como Theodor Mommsen (1817 – 1903), autor de “Historia de Roma”, de la escuela alemana que en el siglo XIX, exalta como muchos otros de su época, escritores, músicos, poetas, el nacionalismo más popular, más apasionado, la grandeza pasada de los imperios, símbolo identificativo que años más tarde lo incluiría Hitler en su programa político. Mommsen lindando con el fascismo, habrá de negar la crucifixión de Espartaco y 6.000 esclavos más; por poco niega su existencia total. El fascismo es la negación del otro.

Destinado a permanecer a lo largo del tiempo como “Lo que el viento se llevó” o “Ben Hur”, “Espartacus” el filme reseñado, constituye una rareza que aún motiva a reflexionar, porque constituye un tema moral, relacionado con las situaciones sociales y políticas de ayer y de hoy, las del hombre contemporáneo, marginal, crucificado, sometido, metafóricamente hablando a ese “castigo de esclavo”.

El Pemplum, “Gladiator”, (1999) una compilación arbitraria de varios filmes históricos, “Quo Vadis”, “Demetrio gladiador”, “Barrabás”, “La caída del imperio romano” e inspirada sin duda, también en “Espartaco”, es una producción dirigida por Ridley Scott que narra dentro de la tendencia actual, la historia de un general romano convertido en gladiador, que busca vengarse de un emperador que ordenó la muerte de su familia. Sorprendentemente, este ingenuo argumento le hizo merecedor a cinco Oscares de la Academia de Hollywood; muchos de los cuales tienen que ver con la parte técnica, mejor película, mejor actor, sonido, efectos especiales y vestuario. El tiempo de las grandes superproducciones, de los actores, actrices y directores de renombre ya pasó. Hoy es el tiempo de los ilusionistas que con un pase de capa, pueden sacar naves interplanetarias de una computadora, como se saca un conejo de una galera.

LOS INDEPENDIENTES…

En la cinematografía norteamericana, hacen décadas que los cineastas independientes libran también, una lucha sórdida, por reflejar la vida en forma realista; sea la del pasado, cuanto la contemporánea. Después de McCarthy que no logró quebrar el espíritu de realizadores progresistas, aquellos que lograron sobrevivir al oscurantismo empezaron a desarrollar su talento; Herbert Bibermann rodó entre 1943 a 1954 “La sal de la tierra”, la historia de una huelga de mineros contra un trust del zinc; filmada en blanco y negro suscitó amplios comentarios a nivel mundial que destacaron sus altas cualidades artísticas y la nobleza de sus ideas. También Stanley Kramer expresó su deseo de utilizar al cine como el medio de “llegar a la conciencia humana”; su filmografía encara problemas inherentes a la sociedad norteamericana, por ejemplo en “Fuga en cadenas” (1958) aborda la cuestión racial, “El juicio de Nuremberg” (1961), notable alegato antinazi es su obra maestra.

Sidney Lumet, “Doce hombres sin piedad” (1957), “Panorama desde el puente” (1961), “Sérpico” (1963), “Tarde de perros” (1975), “Network” (1976), “Negocios de familia”; Sam Peckinpah, “La pandilla salvaje” (1969), “Los perros de paja” (1971), “La cruz de hierro”; Arthur Penn, “Bonnie and Clyde” (1967), “Pequeño gran hombre” (1970); Norman Jewison, “En el calor de la noche” (1967), “El violinista en el tejado” (1971), “Jesucristo superstar” (1973), Joseph Losey “El mensajero” (1971), vinieron de la televisión; sin olvidarnos de Lionel Rogosin, que filmó “Despierta África” en 1959, el más claro alegato contra el Apartheid y la política racista en Sudáfrica, convenciendo a las autoridades de aquella nación de que realizaba un documental folklórico musical; muchos de los nombrados ya fallecidos, reflejan en sus obras las contradicciones y preocupaciones por las injusticias sociales, el modo de vida americano y la guerra; a esta generación, perteneció Stanley Kubrick, cuyo talento ha incursionado en casi todos los géneros cinematográficos, adaptando con su peculiar estilo obras destacadas de la literatura universal, “Lolita” de Vladimir Nabokov, “Odisea 2001” de Arthur C. Clarke, “La naranja mecánica” de Anthony Burgess, “Barry Lyndon” de William Thackeray, “El resplandor” de Stephen King, ofreciéndonos también su visión particular, sobre la guerra de Vietnam en “La chaqueta metálica” o “Nacido para matar” (1987), y “Con los ojos bien cerrados”, se despidió del cine. Falleció en 1999 terminado el rodaje de este filme.

Notas.-

1.- Espartaco. Edit. Eneas. Bs.As. 1956.

2.- Historia de Roma. T. Mommsen. Ed. Claridad. Bs.As. 1945.

3.- Historia Romana. A. Drioux. Paris. 1900.

4.- El fin de la Historia. F. Fukuyama. Ed. Planeta. S.A. 1999.

Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos: