Los habitantes de lo que llegó a ser el Imperio Tiwanacota construyeron una civilización sumamente avanzada para su época y dejaron un legado histórico que significa admiración y orgullo para propios y extraños. Las ruinas, bastante bien conservadas, de su obra persisten en su mensaje aún no totalmente descifrado que yace en reveladores signos esculpidos en la Puerta del Sol y en los rostros de sus símbolos pétreos y cerámica que representan a seres todavía cubiertos de interrogantes.
A pesar de un halo de profundo misterio, los hijos de esta raza han dejado huellas que permiten a los científicos, especialmente antropólogos y arqueólogos, deducir la naturaleza de un pueblo que en su tiempo fue uno de los más importantes de lo que hoy es América, rivalizando en trascendencia con las civilizaciones incaica y azteca aunque en tiempos distintos. Es sabido que Tiwanaku dio los elementos que permitieron construir Machu Picchu, una especie de continuación lógica ante la invasión aymara del Altiplano.
Decir que los bolivianos de hoy, en sus variadas vertientes raciales y étnicas, descendemos directamente en el aspecto genético de los tiwanacotas es muy apresurado, al menos no existen los indicios que nos den pautas y peor todavía certezas. Se podría afirmar que las investigaciones están todavía en pañales y las incógnitas sobre la génesis, desarrollo y desaparición de esta sorprendente civilización son todavía mayoritarias. No obstante, los monumentos y construcciones de Tiwanaku no dejan de maravillar al mundo: ahí están con gran parte de su esplendor original, para maravilla de los visitantes, impertérritas edificaciones y monumentos como Kalasasaya, Pumapunku, Kantatallita, Putuni, la pirámide de Akapana, la Puerta del Sol, los monolitos Bennett, El Fraile, Ponce y tantas otras expresiones de notable desarrollo cultural y político.
Por las investigaciones de afamados científicos de varios países, a partir de los restos encontrados y de métodos probados de arqueología política, se han logrado notables resultados en el desciframiento del estado tiwanacota. Los misterios no son imposibles de dilucidar, solamente el tiempo nos dará más luces sobre lo que se requiere saber con mayor precisión. En este sentido existen cinco vertientes de información expresadas en la obra “Arqueología política y el estado precolombino de Tiwanaku” de Carlos Ponce Sanjinés: la iconografía, el rubro etnoarqueológico, la etnohistoria, el trabajo arqueológico usual y la comparación con otras culturas. A partir de esto, se ha deducido que la civilización tiwanacota en el periodo aldeano se desarrolló del 1580 a.n.e. hasta el 43 d.n.e., en la etapa urbana temprana del 133 al 374 d.n.e., en la fase urbana madura hasta el 724 d.n.e., y, finalmente, en el periodo imperial hasta el 1172. Añadiendo unos 15 años de ocaso, se puede decir que en 1187 se produjo el paréntesis temporal.
Pero, ¿a qué se debió el temprano final, en sentido figurado, porque las culturas prodigiosas nunca mueren, simplemente entran en una especie de descanso histórico, dejando la brillantez de sus construcciones para la posteridad? Esa “hechura humana” pasó por eras de prosperidad ratificadas en su lumbre creativa sorprendente para un tiempo de migraciones incesantes y de pronto se fue extinguiendo. Tiwanaku habría desaparecido como consecuencia de una guerra en que sufrió la derrota, de una grave sequía y, finalmente, por la aparición de los señoríos regionales aymaras.
El legado de Tiwanaku, aunque sus creadores no sabían a quién estaba realmente destinado, supera con creces cualquier expresión totalizante anterior o posterior en lo que hoy se llama Bolivia, mestiza hasta lo profundo. Sus logros en arquitectura, ingeniería, astronomía, agricultura y otras manifestaciones de la ciencia rebasan los límites de lo concebible para ese tiempo de desarrollo humano. Independientemente de quiénes fueron, de su raíz étnica, de su idioma y posterior desaparición física, los tiwanacotas nos han regalado lo mejor de sí mismos, su mensaje vivo de grandeza ligada a nuestro Padre cuasi infinito: el Sol. Quizás, otros seres, no humanos, los crearon, hay teorías de extraterrestres, algo no imposible en un Universo plagado de estrellas y planetas. Difícil decirlo hoy, no obstante Tiwanaku resalta por su esplendor.
(*) Politólogo
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