Viernes 13 de mayo de 2011
ver hoy
Mientras los periodistas están cotidianamente preocupados por buscar las mejores herramientas que los hagan más éticos, mucho más apegados a la verdad y a la realidad de los hechos; honestos en todos sus actos del diario vivir y en el ejercicio de sus postulados; es una verdad incontrovertible que hay quienes están en contramano a esos propósitos y no hay necesidad de nombrarlos.
Ayer, los periodistas enfrentamos a las dictaduras; se denunció permanente y con valentía la corrupción, como práctica permanente de la clase política. Hoy, defienden la democracia, la institucionalidad y las leyes, en medio de amenazas, atropellos y afrentas. Es decir, el periodista es, a no dudarlo, el defensor más creíble en una sociedad donde cada vez son más las actitudes que buscan dividirnos y enfrentarnos, con el único propósito de buscar hegemonía y totalitarismo, en medio del caos.
El periodista es un intérprete de su tiempo; y a quienes se esfuerzan en hacer creer lo contrario, sólo les preocupa que se les enrostre sus yerros, esos que irremediablemente irán en perjuicio de Bolivia. Cuando escuchamos decir a un periodista, ahora convertido en vocero gubernamental, que “la prensa es cada vez menos creíble”, no podemos sino esbozar una sonrisa, porque viene de quien ayer fungía como dirigente sindical del gremio al que ahora fustiga, sin mirar al pasado cuando increíblemente defendía la libertad de expresión y la libertad de pensamiento con apasionado fervor sindicalista. Eso, no nos puede sino hacer pensar que, lastimosamente, existen periodistas de vocación y otros, felizmente muy contados, que han puesto su pluma y su conciencia, al servicio de intereses muy, pero muy subalternos y personales.