Mes de María 2011

Este año, mayo llegó con una gracia especial, el primer día de este mes, Benedicto XVI beatificó a nuestro amado Papa mariano, Juan Pablo Magno.

Karol Joseph Wojtyla nació precisamente en el Mes de la Reina de Mayo, el 18 de mayo de 1920. Desde niño vivió en la intensa veneración a María como es usual en su patria polaca. Poco antes de que cumpliera 9 años murió su madre terrenal, como consecuencia desarrolló un profundo amor hacia su Madre celestial. Cuando tenía 10 años, fue investido con el escapulario del Carmen, manto protector de la Virgen que llevó siempre consigo. Juan Pablo Magno menciona en sus memorias que los estudiantes de bachillerato de Wadowice se reunían a diario en la parroquia delante de la imagen de nuestra Señora del Perpetuo Socorro para la oración matutina.

En sus tiempos de estudiante perteneció al grupo “El Rosario viviente”, así el joven creció con María, Ella era parte esencial de su fe y su vida.

El Espíritu Santo, a través del Tratado de la Verdadera Devoción, abrió los ojos de Karol haciéndole ver que María no sólo no obstaculiza nuestra relación con Cristo, sino que, al contrario nos conduce rápida y seguramente a Él.

Y esa forma madura de entrega total a Cristo a través de la entrega total al Inmaculado Corazón de María, se convirtió en un don permanente del Cielo para el futuro sacerdote, obispo, cardenal y Papa.

Su completa donación a María se patentizó en su escudo episcopal primero, y pontificio después con la expresión “Totus tuus” – “Soy todo tuyo María”. Lo demás es historia reciente: sus escritos, la proclamación del Año del Rosario, la incorporación de los misterios luminosos al Santo Rosario.

Es por lo tanto muy significativo que el Mes de María de este año, lo hubiésemos iniciado con la beatificación de Juan Pablo Magno.

En el hemisferio Sur, Mayo es ya tiempo de otoño, por esa razón, por ejemplo en Chile, el Mes de María es celebrado, y de qué manera tan fervorosa y en todas las parroquias, entre el 8 de noviembre y el 8 de diciembre.

Pero aún así, en muchos lugares todavía, durante este Mes de María, florecen las canciones piadosas: "Venid y vamos todos/ con flores a María;/ con flores, a porfía/ que Madre nuestra es". Canción ingenua que arrulló nuestra niñez y nuestra adolescencia. Y que puede influir hondamente en nuestra madurez, porque contiene un mensaje: descubrámoslo, sin quedarnos en el mero sonido de las palabras.

Durante su Mes de María, los católicos chilenos rezan así: “Para honraros, hemos esparcido frescas flores a vuestros pies, y adornado vuestra frente con guirnaldas y coronas. Mas ¡Oh María!, no os dais, por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que Vos esperáis de vuestros hijos; porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos; y la más bella corona que pueden deponer a sus pies es la de sus virtudes”

Es verdad María no necesita flores materiales, ya que está reinando en jardines cuyas flores superan en variedad, belleza y fragancia a las nuestras, que a su lado parecen de papel e insulsas. Pero sí admite flores, en cuanto son un obsequio espontáneo de una persona que la ama, confía en Ella y desea complacerla en gratitud.

Por flor debemos entender todo regalo. Y le serán más agradables en cuanto tengan un valor espiritual que nos haga más semejantes a Ella en sus intenciones, en sus afectos y en sus realizaciones.

La flor que más le gusta es la violeta de la humildad: la actitud de la persona que reconoce su propia pequeñez, su miseria, su debilidad, sus transgresiones, sus flojeras. Las reconoce y las condena porque con ellas hirió la sensibilidad de tal Madre. El cielo se estremece de gozo a la conversión de un pecador: provoquemos esta satisfacción a Dios y su Señora con nuestra sincera conversión, que es la mayor satisfacción que pueda recibir María: el retorno de su hijo extraviado.

Le encanta, luego, la rosa: el amor, el afecto humano, la fidelidad a su cariño, el aprecio a la labor amarga de su vida por redimirnos a una con su Hijo. "Amor con amor se paga", ni hay otra moneda para adquirir la estima de Dios y de su Madre.

Más tarde, es la flor - pensamiento de los recuerdos. Cuando se está enamorado de verdad, no se puede separar de la mente y del corazón la imagen de la persona amada. Pensar con gratitud en María le complace, puesto que es una señal de preocupación por Ella, de cercanía a su corazón, de devolución de su interés por mí.

Una vez conseguida la relación íntima, de rama a árbol, con el ramillete de las tres selectas flores, la encantan todas las demás, que llevan su propio diseño, su especial figura, su perfume peculiar, su interpretación particular. Todas las flores le fascinan, no solo porque son obras de Dios, sino en cuanto llevan el perfume de nuestra elección, de nuestra donación y de nuestro anhelo de complacerla.

Es de interés que, a lo largo del mes de Mayo, vayamos repitiendo la canción, y eligiendo cada jornada una diversa flor, que nos anime a realizar una acción diversa, una renuncia gozosa, una mortificación en pro de nuestra regeneración, el vencimiento de una tentación de flojera, la victoria sobre algunas de nuestras debilidades más características. No nos quedemos en el infantilismo de la cancioncilla, pero si en su misión de despertador de nuestros más nobles sentimientos en honor a la que debemos tanto, pues sufrió valerosamente por nuestra propia redención, y ahora —como afirma el Concilio Vaticano II—: "con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada".

Así, podemos decirle como sus grandes santos, Luis María de Montfort, Juan Pablo Magno: “Soy todo tuyo María”.

(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total