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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Osama Bin Laden y la filosofía del enemigo - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
La liquidación física, no necesariamente moral e ideológica que depende de muchos otros factores, de Osama Bin Laden no significa el fin del fundamentalismo musulmán por más que éste haya mostrado al mundo su faz más horrorosa y sangrienta el 11 de septiembre de 2001, causando la indignación de la opinión pública mundial. No se trata de la justeza o no de la causa de los seguidores del profeta Mahoma, quien inició en el siglo VII de nuestra era un proceso religioso y político que hoy subyuga a más de mil millones de fieles repartidos por todo el planeta. Esto, sin dejar de ser importante, no es lo más relevante hoy si consideramos que las religiones vivirán en la conciencia del ser humano mientras éste persista en sus irracionalidades y tenga un miedo fatal a la muerte y al más allá. O sea que tenemos Alá para rato.
Con este margen de realismo, lo más cuerdo y no tan fácil sería lograr neutralizar a los grupos radicales del islamismo a fin de que predomine hegemónicamente la gran mayoría moderada y respetuosa de otras creencias. No obstante, este propósito choca con el activismo fanático de los seguidores del asesinado líder de Al Qaeda, quien gozaba de una popularidad rayana en el endiosamiento entre numerosos núcleos “jihadistas” de África y Asia, sin olvidarse de Europa. Estos militantes entregados por entero a su guerra santa, en la línea del terrorista suicida que asombró a propios y extraños por su osadía impregnada de odio a los valores occidentales, sin importar la inmolación de miles de inocentes, continuarán indudablemente con sus acciones después del reacomodo dirigencial urgente, no solamente porque así lo quieren, sino también porque el imperialismo contemporáneo lo necesita, aunque se crea lo contrario.
El capitalismo, desde su misma génesis, ha tenido que desarrollarse cruentamente con el contrario dentro de sí o al lado. De manera organizada, sus primeros enemigos fueron los comunistas del Manifiesto de 1848, después la triunfante Revolución bolchevique, más adelante Hitler y su locura de la “raza superior”, posteriormente Corea del Norte, Vietnam y la oleada revolucionaria de los años 60 –con el Che Guevara incluido- que se prolongó hasta la primera mitad de la década de los 80. Y el final de la Guerra Fría pescó prácticamente en pañales a los Estados Unidos, pues querían debilitar al socialismo real, pero no destruirlo totalmente. Necesitaban un enemigo activo para prolongar su vida, así en los años 80 recrearon al “monstruo” Osama en los campos de entrenamiento del sur de Afganistán. Fue la CIA la que lo reclutó y preparó para la guerra contra la extinta URSS. El que después se les diera la vuelta ya es harina de otro costal.
Y cuando los fundamentalistas se fueron debilitando, aprovecharon la crisis en Libia para intervenir, muy por encima de la resolución pacificante de la ONU, ya sea directamente o azuzando a sus aliados europeos. El presidente norteamericano, Barack Obama ha demostrado una vez más, sin importar que sea mestizo, que no interesa el color del que gobierna, sino que sirva a los intereses de la rosca militar-financiera que detenta el poder en Estados Unidos por más de dos siglos, al principio moderada, pero con el tiempo cada vez más agresiva y ambiciosa. Ahora, cuando quizás se lo pudo haber hecho antes, se ejecuta a Osama para apuntalar la reelección presidencial el siguiente año. Además, el imperio necesita salir por completo y urgentemente de la grave crisis que azotó a su economía desde 2007, sin importar que se la traspase a Europa, al final “los aliados lo son sólo mientras nuestros intereses lo aconsejen”.
Finalmente, que no se deje de reflexionar sobre una verdad clara como el agua destilada: “Si no existieran los extremistas musulmanes y de otro tipo, además de países como Libia, Irán, Corea del Norte y Cuba, los ‘halcones del Pentágono’ se ocuparían diligentemente de crear otro enemigo que actúe como un combustible vital para el aparato militar-industrial de la potencia del Norte, sin él no se prolongaría su existencia, al menos tal como la conocemos. En este sentido, el conflicto y su versión más radical: la guerra, son esenciales para la liberación de energías que sostienen al capital, son su fuerza motriz”. Esta es la naturaleza de la totalidad social capitalista y por ello sus sustentadores viven y mueren en la filosofía de la violencia contra los pueblos avivando permanentemente la llama del “enemigo”.
(*) Politólogo
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