“Formar conciencias es más noble que organizar empresas” Fernando Diez de Medina
• Por: Por: Henry Ríos Alborta
En un sentido spengleriano de la historia, no es correcto deplorar hechos aislados, “meramente presentes”; así, censurar al tercer imperio alemán encabezado por Hitler sin comprender el carácter bárbaro de los nórdicos, la filosofía vindicadora de varios germanos, el insidioso psicoanálisis freudiano, la “primera guerra” o la degeneración que imperaba en el mundo, es un yerro.
La revolución nacionalsocialista tudesca, llevaba intrínsecamente un motivo moral, era el hilo conductor de sus acciones desde aquella tarde en enero de 1933 cuando Adolf juraba como Canciller del Reich. Por eso tuvo el carácter de fenómeno social e histórico, y la moral puede equivocarse o no.
Contaba pues, con una estructura ideológica granítica, lo que permitió erigirse en vasto imperio, perdurar a través de los años (más de doce) y alcanzar objetivos políticos claramente trazados antes de acceder al poder, también en el ámbito económico y en el internacional. Las ideas forjaron su dureza.
¿A qué ese bosquejo relampagueante? Muestra, irrefutablemente que la política, estructurada sobre bases filosóficas alcanza lo preconizado. Huelgan aclaraciones de simpatía.
En los regímenes comerciales, hueros de formación mística-ideológica, también suelen llegarse a tiranías, pero son, en cualquier caso, mucho menos resistentes que las anteriores.
La actuación pública ha sido en el mundo pródiga, en cuanto a demostraciones, ratificaciones y refutaciones, gobiernos de variada índole: liberales, republicanos, conservadores o socialistas han demostrado por igual que en cualquier nombre de ellos trátase también del régimen. En vano se encomiaría doctrinas “liberales” alegando el paraíso de la libertad, pues de una u otra forma, con la pólvora, la corrupción, la prebenda o la moneda; el sistema expele su fisonomía.
Este escrito quiere vindicar a los estilos de política que se basan en el moralismo, en el humanismo y que así diseminan en las instituciones y en la vida nacional la auténtica potestad de la política: organizar.
Cierto es que en una defensa irascible de la “libertad”, se ha llegado a tolerar insanias que se hacen costumbre, medrando la tradición saludable siempre, si por tradición se entiende la consecución de las virtudes logradas por los hombres en armonía con la historia.
Desde Sócrates, la actividad del ciudadano ha tomado un aire moralizador en la filosofía, como única prioridad, afirmado y sublimado después, con Platón, esa característica de hacer política ha ganado terreno en el acaecer de las civilizaciones, máxime gracias a la polémica platónica-aristotélica. La filosofía gozaba de justo prestigio.
Hoy, proscrita la actividad de las ideas en los escenarios oficiales de política (pienso en el Congreso), el orden está desterrado; el equilibrio, vilipendiado; la cultura exiliada. Así, la inestabilidad del Gobierno muéstrase esporádicamente en rasgos contundentes. Diríase que el régimen actual se apoya, exclusivamente en la apariencia étnica, no existe ya el forjador insigne del telurismo, de la vindicación autóctona, de “La teogonía andina”, del telurismo exquisito, el autor de “Thunupa”, “Pachakuti”, “Siripaka”, “Sariri”, “Nayjama”, entre otras obras de arte: Fernando Diez de Medina, “Phanty-Aru”.
Irrumpió en la revolución boliviana, no podía faltar, en cuanto ella no se desvíe, como declaró al ingresar al MNR, en 1955. El indio, entonces, fue jurídicamente redimido, no puede hablarse, desde entonces, de cualquier tipo de esclavitud jurídicamente consagrada en Bolivia, para esos coterráneos (recientemente, algunas normas nacionales obligan a la presencia de los “indígenas” en las instituciones del país).
Carente de estructura ideológica, de humanistas en el sentido originario de la palabra, cualquier régimen se convierte en mero administrador.
De encomiar la “revolución”, se degenera en pura estatización, no existen elaboraciones artísticas, históricas, humanas, culturales en el sentido profundo, el “movimiento” pierde fuerza, pierde espíritu. Se diría la esterilidad política, abundan los negociados, disemínanse contratos, se medra al hombre con ambiciones numéricas y porcentajes, se cae precisamente (paradoja) en lo peor del liberalismo; la política, arte de ordenar, de organizar se convierte en fútil crematística, se engendra el materialismo miserable, socávase al humano.
“Thunupa”, a pesar de que proliferen aguayos y vestimentas autóctonas, no está; el gran redentor de la causa autóctona no se ocupa de porcentajes únicamente. ¿Y Nayjama?, “el buscador”, el que va en procura de la “gesta andina”, ralea. Recién empieza, debe empezar la grande búsqueda, como en el caso de Nayjama: “…se resistió a seguirlos, porque el que busca no sigue; persigue”.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.