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Domingo 01 de mayo de 2011

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Cultural El Duende

Encomio de Velia Calvimontes

01 may 2011

Fuente: LA PATRIA

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La escritora Velia Calvimontes acaba de entregar el libro El palito mágico , una novela para niños y jóvenes escrita con la gracia y sencillez habitual en la profusa producción literaria de esta prestigiosa autora. Es un canto al lápiz, un elogio de la utopía educativa que conmovió a su turno a los grandes pedagogos del mundo, y es una novedosa versión de La Cenicienta, redimida no por un príncipe azul sino por la educación.

La fe en la educación como redención de los humildes, ha animado la pedagogía de los grandes educadores del mundo. Bástenos referirnos a dos grandes pedagogos de épocas distintas como Simón Rodríguez y Franklin Anaya, entre los cuales hay múltiples ideas comunes. Simón Rodríguez pedía que le entregaran niñas y niños huérfanos para educar buenos ciudadanos republicanos que no se contaminen con los prejuicios heredados de sus padres; Franklin Anaya pedía la misma discreción a los padres de familia cuando se refería a la educación musical y humanística que hasta hoy se imparte con éxito en el instituto Eduardo Laredo. En ambos casos, Rodríguez y Anaya soñaban con la educación como un acto de redención para formar ciudadanos y líderes cívicos.

El noble afán de Velia, su fe en la lectura y en la edición constante de libros, que anima también a educadoras y escritoras como Gaby Vallejo o, en sus días, a Gabriela Mistral, nos hace pensar en el hábito de la lectura y en el futuro del libro.

A diario nos repiten que una imagen vale más que mil palabras y los jóvenes lo saben muy bien, porque viven bajo un bombardeo inusual de imágenes en la tele, en los medios y en el Internet, y se demoran cada vez menos en la lectura. Sin embargo, hay que pensar que leer es un acto de magia, porque supone traducir un estampado de hormigas sobre una superficie blanca en un cúmulo de imágenes. Hay que pensar que El Quijote o Aureliano Buendía, Pantagruel o Hansel y Gretel son más conocidos que sus autores de carne y hueso y, sin embargo, son criaturas de palabras, seres creados a partir de la combinación de 28 signos y estampados en un papel. Lo mismo ocurre con María y Cecilia, los personajes centrales de El palito mágico, que demandan una intensa taumaturgia para convertirlas en dos imágenes: la de una niña citadina en contacto con la naturaleza.

Hay mucho gente que se equivoca al creer que la literatura es subsidiaria de las artes de la imagen. Como dice Fernando Savater, el credo de esta nueva fe, tan oscurantista como la medieval y tan propensa a fabulaciones y milagrerías como la otra, se condensa en este dogma: una imagen vale más que mil palabras. Nada más falso. Cualquier palabra, incluso las más humildes, vale más que mil imágenes porque puede suscitarlas todas; en cambio, una imagen sin palabras, para quienes no somos dados al alelamiento místico, es puro decorado o truco ilusionista del que se escamotea lo esencial para la apropiación crítica. Las palabras ganan sin duda mucho con el complemento de las imágenes, pero las imágenes, sin las palabras, lo pierden todo.

Es sugestiva la conclusión a la que lleva Savater: leer es ya una forma de pensar, es un acto intelectual por excelencia, mucho más que contemplar una sucesión de imágenes. Ese esfuerzo mental que nos demanda la lectura es un premio cuando nos topamos con una obra tan dulce y serena como la novela juvenil que nos entrega hoy la educadora Velia Calvimontes.

Ramón Rocha Monroy. Cochabamba, 1950. Escritor, periodista e investigador.

Fuente: LA PATRIA
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