Sobrevivientes narran en un libro los horrores de la guerra en Guatemala
01 may 2011
Fuente: Guatemala, 30 (EFE).-
Cuatro catequistas guatemaltecos que fueron perseguidos y torturados por el ejército durante el conflicto armado en su país (1960-1996), describen los horrores de la guerra en “Testigos del Morral Sagrado”, un libro que publicó la Iglesia Católica para recordar a sus mártires.
Tiburcio Ituy, Marcelino López, Ángel Ovidio Velásquez, y Santiago Otero, escribieron las desgarradoras historias de la represión militar en sus comunidades de Quiché (Noroeste) e Izabal (Caribe) en la década de 1980.
Otero, responsable de la investigación, explicó que en el texto, los cuatro laicos narran cómo fueron sometidos a crueles torturas por el único delito de ser catequistas, y vivieron en las montañas para escapar del Ejército que los acusaba de ser guerrilleros.
“Cuando un soldado me agarró del cuello y me tiró al suelo, yo di un gran grito. ´¡No grites hijo de puta...!´“, es parte de la narración de Tiburcio Ituy, a quien los militares le quemaron el cuerpo, lo torturaron, lo colgaron en un árbol y le sacaron el intestino.
“Cuando me soltaron el amarre de la boca y me soltaron las manos, tenía el intestino fuera, y poco a poco fui metiendo el intestino en mi vientre... Me quedo con las manos tapando el intestino...”, relata.
Ituy dice que como los soldados le vieron hacer eso, le dijeron: “está sabroso verdad”, y luego continuaron con las torturas porque le exigían, con malas palabras, que les dijera dónde estaban los guerrilleros y las armas.
El catequista, nacido en 1942 en una comunidad de Quiché, comenta que su único pensamiento era que tenía que aguantar el dolor porque no podía delatar a la gente que estaba escondida en las montañas para escapar de una muerte segura.
Y es que el Ejército, según sus propias palabras, sólo llegaba para matar.
“Pude ver que el Ejército estaba entrando a la primera casa de la aldea, vi que una mujer corrió pero la agarraron y la machetearon, la metieron a la casa y le prendieron fuego”, dice Ituy, que continúa con su narrativa del terror y agrega que en otra vivienda “mataron como a 10 personas”.
La historia de Marcelino Cano, nacido en 1959 en Nebaj (Quiché) es igual de dramática y aterradora.
En 1982 el Ejército asesinó a su esposa e hijo, además de a otros miembros de su familia, según Cano narra en “Testigos del Morral Sagrado”, titulado así en referencia a una bolsa típica de hilo en el que los catequistas llevaban la biblia y un cuaderno en el que anotaban las necesidades de la población desplazada por la guerra.
Cano asegura que le “horrorizaron los asesinatos” porque “no sabía por qué mataban” a la gente.
“La mataron, le abrieron el vientre, le sacaron el bebé y se lo dejaron metido por la cabecita dentro de su vientre”, relata en referencia a uno de los sucesos que presenció en Tzalbal (Quiché).
“No se conformaban con matar a la gente, sino que la despedazaban les hacían sufrir”; el Ejército bombardeaba las montañas, destruía los cultivos, violaba a las mujeres y los cadáveres los tiraban en unas zanjas, explica el catequista.
Entre el 11 y 12 de abril de 1983, narra Cano, fue asesinada su familia en un cerro de Nebaj, y sólo pudo ponerles unas piedras y troncos de madera porque los perros se comían los cadáveres ya malolientes.
Según Cano, el odio contra los militares lo hizo integrarse en las filas guerrilleras durante ocho meses, pero luego recapacitó y volvió a su misión de catequista.
Otero resaltó que fue “difícil” que los cuatro catequistas contaran sus historias, pero la Iglesia Católica quiso homenajear a los religiosos a los que considera como “apóstoles del evangelio”.
“Las narraciones nos gritan y nos hablan del valor absoluto de la dignidad de toda persona humana, y a la vez denuncian la violencia a la que se vieron sometidos”, señala Otero.
El cardenal arzobispo emérito de Guatemala, Rodolfo Quezada, manifestó durante la presentación de la publicación, el pasado jueves, que se emocionó “mucho al leer el libro, que dibuja la terrible realidad” que vivió el país centroamericano.
“Me conmovió y me hizo derramar más de alguna lágrima leer los testimonios de los catequistas”, sostuvo.
El conflicto armado, que acabó en diciembre de 1996, dejó unas 250.000 víctimas, entre muertos y desaparecidos.
Fuente: Guatemala, 30 (EFE).-
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