El tiempo corre inexorablemente y de un instructivo dispuesto por el Primer Mandatario, de manera personal, otorgando a una nueva autoridad policial 90 días para acabar con la corrupción policial, quedan poco más de 40 jornadas que deberán ser aprovechadas para cumplir la medida presidencial.
Como avance en ese objetivo de eliminar la corrupción entre los uniformados de la Policía Nacional el Ejecutivo promulgó, el quinto día del presente mes, una ley que autoriza el trabajo de “agentes encubiertos”, civiles y uniformados que tendrán la misión de efectuar la depuración de los malos funcionarios en una entidad donde recientemente se han descubierto muchos hechos ilegales que por supuesto afectaron la imagen del principal organismo guardián de la seguridad ciudadana, restando credibilidad sobre sus verdaderas funciones.
El ministro de área que tiene directa relación con la actividad policíaca anunció la promulgación de la Ley del Reglamento Disciplinario de la Policía Boliviana, afirmando que ese instrumento legal facilitará las tareas de “limpieza” en la institución para dignificarla y devolverle el sitial que le corresponde.
Tanto el reglamento como la inclusión de los “agentes encubiertos” , definirán una serie de duras sanciones contra los contraventores de las normas que en todo caso serán muy rígidas para evitar distorsiones o transgresiones a lo dispuesto en una entidad cuya misión es “trabajar por el bien de todos”.
Cuando se habla de agentes encubiertos, según coinciden analistas y expertos en asuntos legales y policiales, se trataría de una “especie de soplones”, que estarán conviviendo entre sus camaradas del orden, que además serán observados por algunos civiles, dizque idóneos, que igualmente tendrán la misión de “soplar”, lo que – irregularmente – hagan los guardianes del orden.
Por supuesto se trata de una molestosa tarea que complicará a un grupo de personas que estén dispuestas a cumplir esa actividad de “fisgones” y que no siempre puede ser el elemento determinante para cambiar una situación de alta conflictividad entre policías en pleno ejercicio de sus funciones.
Lo que deben investigar los “agentes encubiertos” son las faltas disciplinarias, denuncias de corrupción, vínculos de policías con delincuentes, casos de extorsión y se supone también se tomará en cuenta el exceso de autoridad y abuso en que incurren la mayoría de policías en el desempeño de sus labores.
Al no conocerse públicamente el reglamento de la normativa que permite la creación de una grupo de “agentes encubiertos”, se supone que los mismos estarán facultados para seguir los pasos de jefes y oficiales y en realidad de todo el personal que cumple funciones en la Policía, de manera que no habrán contemplaciones de superiores con sus inferiores, porque a la inversa hay un código de respeto y disciplina que por supuesto se cumple sin chistar.
Así están las cosas en el tema de la policía boliviana, de su reestructuración, de la recuperación del prestigio perdido y de la misión de los “agentes encubiertos” que deberán seguir los pasos de los policías que a su vez estarán tras la pista de los delincuentes. Una cadena de dudoso efecto.
Fuente: LA PATRIA
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