Este domingo los cristianos del mundo celebramos el acontecimiento más trascendental de la historia de la humanidad, el Milagro de la Resurrección de Jesucristo el Hijo de Dios que tras sufrir la dolorosa Vía Cursis y ser lastimado por sus captores, crucificado y muerto por salvar, por redimir a la humanidad renace en la fe de todos al cumplirse su ascenso al Reino de Dios luego de tres días de su muerte.
Un hecho que se rememora cada año y siempre con más fuerza, con mayor fe de la gente creyente, entendiendo que el sacrificio, la muerte y resurrección de Jesús tuvo el objetivo de limpiar los pecados del mundo para que la gente cambie su modo de vida y vuelque sus sentimientos con amor hacia el prójimo, hacia la humanidad, ese conglomerado que en todas las latitudes permanece fiel a la religión en el tiempo (milenios) y el espacio.
Hay que entender la profundidad del acontecimiento que marcó la muerte y la resurrección del Hijo de Dios, en la dimensión del mensaje que deriva de su sacrificio, su muerte y su ascenso vivo al Reino de los Cielos y que es la fuerza para cambiar a la humanidad, para dirigir pensamientos y acciones hacia el bien, para amar incluso a quien nos hace daño y perdonar, como dice el Padre Nuestro, a quienes nos ofenden.
El domingo de Pascua, es posiblemente el día más importante en la vida de la cristiandad, es lo que se define como la Fiesta de Fiestas reconociendo como la “piedra fundamental” de la fe cristiana, por encima de otras reacciones que difunden algunas religiones cuando tocan el tema de la reencarnación o la transmigración o alguna filosofía de los griegos que está lejos del hecho verídico que permitió a Jesús, al tercer día de fallecer en la cruz, resucitar de entre los muertos y ascender victorioso al Trono de Dios, desde donde en perfecta armonía de la Trinidad gobierna el mundo espiritual a través de los creyentes en la fe, de los sacerdotes y de los que dejan el materialismo para dar valor al sentido de la verdadera hermandad entre los hombre.
Lo que estamos viviendo en el presente resulta una prueba de alta responsabilidad a la conciencia, un reto abierto a la fe, una necesidad de reflexionar profundamente sobre nuestros actos, acomodando los mismos a las enseñanzas cristianas que nos dejó Jesucristo y que debemos cumplir en la búsqueda de hacer posible un mundo de paz y de justicia, de amor y tolerancia de comprensión y clara vivencia de avanzar con rectitud hacia objetivos de un mejor destino, sin discriminaciones y respetando los valores humanos que son el objeto de una vida cristiana, que celebra la resurrección de Jesús como el mayor misterio del cristianismo, a partir del cual comenzó la era actual.
El Domingo de Pascua es la culminación de la Cuaresma, un tiempo litúrgico que el mundo cristiano dedica a las prácticas de la penitencia, de la reflexión, de las privaciones con ayunos voluntarios, al ejercicio de la limosna y a la meditación sobre la necesidad del sacrificio para redimirse y para alcanzar la gracia de Dios.
Éste no es un domingo más, es un domingo de resurrección, es la Fiesta de las Fiestas de la cristiandad. Deseando a nuestros lectores ¡Feliz Domingo de Pascua!
Fuente: LA PATRIA
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