Ante el sorpresivo anuncio de que Bolivia recurriría a los tribunales internacionales, el presidente Piñera convocó de inmediato a un gran experto chileno para encomendarle el estudio del caso. Se divulgó su perfil. Es impresionante la relación de sus experiencias y antecedentes profesionales. Está de vuelta en el tratamiento de complejas cuestiones jurídicas. Dirige una consultora de reputación internacional.
El que tengamos cosas pendientes y estar hasta disgustados por varias razones históricas, no impide reconocer el mérito ajeno. Incluso de rebote la ejemplaridad de ese hecho nos induce a pensar en la realidad particular nuestra. ¡Quién no quisiera tener recursos humanos de ese rango para poner en sus manos los delicados intereses del país!
Es por demás conocida la sagacidad chilena. Su diplomacia es sin duda una de las más profesionales y acreditadas del mundo. Es el haz anverso y brillante del opaco y mediocre que nos gastamos nosotros. Sus funcionarios representan al Estado, no al gobernante de turno. El servicio exterior no es un botín político. Debe ser cierto que Bolivia perdió el Litoral en el campo diplomático, y no es el resultado directo de la guerra.
¿Qué es un canciller? Es la carta de presentación ante el mundo. Después del Presidente, es la personalidad más representativa; de gran cultura humanística, talentoso orador, experto en el manejo de cuestiones internacionales, profundo conocedor de la historia de su Patria, versado en el análisis de los problemas específicos pendientes. Aparte de estas dotes intelectuales, también tiene -debe tener- algunos rasgos carismáticos singulares; es, en fin, un profesional de carrera.
Morales tuvo una actitud diferente. Fiel a su instinto populista, se orientó principalmente hacia los grupos sociales y corporativos, hacia la multitud. Puso al frente de la Dirección Estratégica experiencia en temas de litigio internacional. En una suerte de “pasanaku”, en su cargo anterior (Ministerio de Defensa) fue posesionada una dama que trabajaba en otra repartición. ¡La marca de la improvisación y el desprecio por lo profesional se ve en todo!
En contraste con lo del país trasandino, el mundo oscuro de la diplomacia nuestra de ayer y de hoy es para ponerse a llorar. Salvo honrosas excepciones, mediocridad, corrupción y nepotismo conforman el espectro de la legación boliviana en el exterior. Es prebenda para el correligionario de partido, para el pariente, para el amigo, para cualquiera. Hay un escalafón diplomático de existencia nominal; a la hora de la decisión leyes, normas y reglamentos no cuentan.
Por la Constitución, el nombramiento es una potestad exclusiva del mandatario; los embajadores dizque deben ser de su entera confianza. Según el ex canciller Loaiza, hoy “no existen ni 10 funcionarios de carrera” ¡Y quién creyera! No hay tesis ni estudios ni datos porque la investigación había estado prohibida... Y bien, por el desafío que confronta ahora el país, convendría que el gobierno revierta esa desastrosa situación.
(*) Columnista independiente
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