Martes 19 de abril de 2011
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Generalmente se agudizan los problemas entre partes cuando comienza a fallar el olfato político o el sindical, pues en ambos casos es necesario que los aromas de intransigencia y beligerancia sean reconocidos oportunamente y no caer en el engaño de falsos olores que luego se convierten en causa de llantos masivos por efecto de gases o por el dolor que causan las golpizas, sin dejar de lado las lágrimas de madres y niños que no alcanzan a entender las razones de una desmedida injusticia, que no debería ser parte de un proceso de cambio en el que se habla de grandes cuentas, que no llegan al bolsillo de la gente.
No tener criterio para sortear dificultades sin necesidad de utilizar la fuerza policíaca, es tener mal olfato político; no percibir oportunamente los cambios de corriente que se dan en las acciones sociales, es haber perdido el sentido de “olfatear” el desastre que se asoma y que trasminará todo el ambiente.
Estamos hablando del sentido del olfato que no deberían perder los políticos y experimentados dirigentes sindicales, sobre todo los gobernantes, entre los que se encuentran también varios que antes fueron parte de las luchas obreras, que marcaron sus credenciales para llegar donde ahora, parece que se les atrofiaron algunos sentidos, entre estos el del olfato.
Fuente: LA PATRIA
