Estamos viviendo la Semana Santa, un tiempo especial para los cristianos y para los otros que dicen no serlo, que tiene especial connotación en la Vida, Pasión y Muerte del Hijo de Dios, sacrificado por limpiar los pecados de la humanidad en busca de la reconciliación entre todos los seres que habitan el planeta.
Pero, las cosas se dan de otra manera y en una pequeñísima porción de ese planeta, aquí donde moramos cristianos y moros, las cosas se ponen difíciles y los enfrentamientos son parte de una rutina que se ha extendido más de una semana y puede derivar en mayores conflictos si no se toman algunas medidas que permitan entrar en reflexiones profundas a las partes contendientes, de tal forma que se imponga la razón, que vuelva la paz y la armonía para definir la inmediata política de sobrevivencia con justicia, equidad, pero sobre todo sin enfrentamientos.
Esta Semana Santa debería ser aprovechada al máximo por la práctica que implica acercarse y sentir más que en cualquier época del año, la necesidad de alcanzar un profundo arrepentimiento, para pasar luego a la reconciliación, como forma de entendimiento entre hijos de Dios, los que en Él creen y los que negando el Hecho Divino no pueden sustraerse a un exámen de conciencia que está por encima de ideologías y más bien está plenamente respaldada por la Fe que crece y se disemina en todos los rincones de la tierra
Estamos frente a circunstancias especiales, malas políticas de Estado que han generado reacciones justificadas entre quienes se sienten afectados por la ola inflacionaria que ocasionó el desbarajuste del “gasolinazo” y que liquidó –por así decirlo– el valor adquisitivo de los salarios.
Se han generalizado las protestas a lo largo y ancho del país, los bloques del sector laboral que rechazan un aumento salarial del 10 por ciento se han enfrentado a las fuerzas del orden, a los gases y a los golpes de tolete en busca de comprensión a su demanda de vivir mejor con salarios justos.
En verdad que el clamor de justicia se amplió en las calles de las ciudades y con más fuerza en la Sede de Gobierno, donde también la represión se impuso y se convirtió en agresiones directas contra dirigentes y periodistas, resultando protagonistas de tal zafarrancho los policías, guardianes del orden y la vida de los ciudadanos.
No se dieron las condiciones para restablecer el diálogo entre partes, todavía prevalece la soberbia y el ímpetu beligerante de las partes, las amenazas siguen siendo ingrediente mutuo que alteran las posibilidades de dialogar y comunicar buenas nuevas.
Hay que cambiar el escenario de los conflictos para ingresar en la opción del entendimiento que es resultado de dialogar abiertamente, escuchando y hablando, evaluando propuestas y sugiriendo soluciones pragmáticas, de tal modo que al final de las deliberaciones sean satisfechas las expectativas de unos y otros, fundamentalmente de la gran mayoría ciudadana que es la más afectada por la inflación, por los bajos salarios y por la falta de empleos. Estamos viviendo en Semana Santa, tiempo especial para el arrepentimiento, para el perdón, pero fundamentalmente para la reconciliación.
Fuente: LA PATRIA
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