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Domingo 17 de abril de 2011

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Cultural El Duende

EL MUSICO QUE LLEVAMOS DENTRO

Cuando la fantasía es el rumbo

17 abr 2011

Fuente: LA PATRIA

Un espectáculo de danza u ópera desencadena fanatismo por el elemento visual que enardece a los oyentes más que la música misma. Los directores de orquesta, pianistas y violinistas funden el movimiento con su arte sonoro para excitar a sus adictos, lo que no ocurre con los violoncelistas, guitarristas, flautistas, clavecinistas y organistas, que se desequilibran si se dedican a la gestualidad aparatosa.

En la historia de la música hay que recordar nombres de creadores que padecieron demencia. Si bien los hubo enfermos de las más variadas afecciones (tuberculosis, cardiopatías, reumáticas, etc.), los padecimientos como la neurosis, neurastenia o desequilibrio emocional no son enfermedades mentales ni psicosis, sino exageraciones de estados emotivos o de sensibilidad. Los compositores y poetas no trabajan con las manos sino con símbolos inmateriales como sonidos y palabras, por ello están más expuestos a la hipersensibilidad que los escultores o pintores, que pueden descargarla en los materiales que trabajan. La composición musical exige concentración suma, máxime cuando el autor emprende una obra extensa y compleja que demanda meses y años.

Si Mozart no tuvo dificultad para anotar sus ideas sin corregirlas más, en un prodigioso proceso de creación instantánea, los cuadernos de Beethoven muestran enmiendas y borratinas en cada página. Wagner demoró 25 años en dar a luz El anillo de Nibelungo, labor interrumpida por viajes, trabajos de dirección o composición de obras complejas como Tristán e Isolda y Los maestros cantores. Su locura tuvo germen durante la adolescencia y se agravó por sus deficiencias auditivas, tormento para cualquiera pero insoportable para un músico. En el caso del checo Smetana, no hubo desequilibrio psíquico anterior, sino un silbido continuo que se agravó con los años y lo enloqueció.

Hugo Wolf tuvo un período depresivo a los 23 años y otro a los 34, este último motivado por el escaso éxito de sus obras. A los 36 sufrió otra crisis y a los 38 comenzó a padecer parálisis general y murió de neumonía cuando aún no había cumplido 43 años. En el caso de Gaetano Donizetti se sabe que, salvo por su rivalidad con Bellini, era capaz de escribir una ópera en una semana y no presentó síntomas de enfermedad hasta sus 47 años que fue cuando, recluido en Bergamo donde había nacido, no pudo salir de la depresión y murió a los 50 años.

En resumen: en Schumann la demencia se preparó durante largo tiempo, en Donizetti y Wolf se desencadenó en un terreno frágil, en el caso de Smetana no hay otro elemento que la enfermedad auditiva. Beethoven y Fauré perdieron gradualmente el oído, pero sin que esto afectara su integridad psíquica. Se menciona en Donizetti la enfermedad venérea que, por lo general, se calla en los grandes personajes (Schubert, por ejemplo), y algún otro autor sospecha que también habría preparado el terreno para la locura de Schumann.

Fuente: LA PATRIA
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