Muchos líderes, movimientos y partidos políticos llegaron al poder enarbolando las banderas de los “explotados” de este mundo. Los gritos de justicia social, igualdad de derechos, redistribución del ingreso, “salario justo”, fueron algunas de las metas, que juraron cristalizar, una vez que ellos lleguen al poder. Una vez alcanzado éste y luego de implantar estas medidas, constataron, que la cosa no era tan fácil.
Por ejemplo: El intento de retribuir de igual manera el trabajo manual y el trabajo intelectual fracasó estrepitosamente. Los países, que la implantaron sufrieron un desangramiento intelectual, una fuga de cerebros, que los dejó sin una “elite intelectual”. Y al quedarse sin dirigencia se disolvieron. Éste es el caso de los países socialistas.
La “elite de los pueblos”. Este término, nada querido por la izquierda, se ha consolidado en las teorías de construcción del Estado. Encierra a aquellos miembros de los pueblos, que poseen las capacidades de dirigir, crear y plasmar vías de desarrollo. Por desgracia en todos los pueblos estos elementos humanos son pocos. La anterior suposición, que todos son sustituibles es una mentira. Hay grupos de gente, cuya existencia es vital para los pueblos. Y todos, absolutamente todos hemos tenido que aceptar la desigualdad de ambos tipos de trabajo.
Entre las diez fortunas más grandes, acumuladas en los últimos años, seis son de individuos, que han logrado ser ricos, gracias a su labor intelectual. Recordemos tan solo a Bill Gates, la fortuna más grande del mundo.
En Alemania hubo una ola de protestas cuando la población se enteró que había un ejecutivo del Deutsche Bank, Banco alemán, Herr Ackermann, que ganaba 114 millones de euros. Es decir ganaba más que todos los obreros de algunas fábricas importantes. El gobierno intentó reducir estas ganancias mediante un decreto. Al amenazar este renunciar, Rusia intentó contratarlo ofreciéndole 120 millones. China superó esta oferta, apenas horas después ofreció 130 millones. El gobierno alemán tuvo que emitir un nuevo decreto prohibiendo su salida. Actualmente gana 130 millones y es considerado tesoro nacional.
En cuanto al trabajo manual sólo digamos que la firma Mitsubishi en el Japón ha construido una fábrica totalmente robotizada. Una cadena de montaje de automóviles. El espectáculo era aterrador, porque puso de manifiesto la total falta de necesidad del hombre y su fuerza de trabajo. Actualmente hay 120 millones de desocupados.
Cada computadora, que ingresa a la cadena productiva industrial, desplaza a cuatro humanos. Para contrarrestar esta catástrofe, los gobiernos han “inventado” trabajo. La ampliación de servicios, el abultamiento de administraciones, la creación de ministerios, pero sólo han paliado muy suavemente el problema. La razón, la tecnología es imparable. Se espera que los desocupados alcancen la increíble cifra de seiscientos millones en la próxima década. El problema son los desocupados.
Los obreros son los privilegiados. La sociedad en su conjunto ignora todavía este problema. Pero las cúpulas dirigentes ni pueden hacerlo, menos evitarlo. Las masas hambrientas son un polvorín a punto de estallar. ¿Comprenderán esto, los noveles y poco formados dirigentes de la COB boliviana?
(*) manuelticona@hotmail.com
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