Besar la bandera, cantar una marcha y decir que es himno, gesticular, estigmatizar, amenazar, estirar la cara exculpándose de todo y echar nuestra basura y culpas a otros es una constante en la vida nacional. Esa pantomima nacional, nos ha dejado huérfanos, -casi siempre estuvimos huérfanos los bolivianos, en particular en el exilio forzado, en las devaluaciones y en las revoluciones en que pusimos nuestra carne y sangre- sin recursos, sin aliento, sin nada y finalmente nos han hurtado nuestros anhelos y esperanzas.
Aunque leo, a los nobeles periodistas, escribir en primera persona, relatando su vida en un periódico que es de interés nacional y no personal, debo convenir que no lo hacen mal. Pero, ¿cuándo hablamos del interés común con el mismo valor del ególatra? El show es una necesidad para emborracharnos, cual somnífero nocturno que, finalmente se convierte en una adicción entonces estamos jodidos porque nos hacemos dependientes y esa dependencia es carísima pues necesitamos cada día más dosis hasta los extremos de dar nuestro trasero por la droga, no sólo las mujeres, sino los hombres que ya los hay y que se llaman prostitutos. Ésa es la droga que, junto con el alcohol, el cigarro y el krac nos tienen anulados como sociedad y terminaremos en una sociedad suicida.
Don Álvaro García Linera, nuestro queridísimo vicepresidente del Estado Plurinacional, se leyó cinco mil libros, suma que hasta la fecha no la alcanzamos, por el simple hecho que las horas para dormir, comer, ir al baño y hacer el amor deberíamos emplearla para la lectura y ni aún así, no leeríamos el resto de nuestras vidas cinco mil tomos salvo que sean de diez hojas, entonces se comprendería y entendería que son cinco mil. Él nos hizo un nuevo show: Besar la bandera y cantar una marcha dándole el título de himno. Por lo tanto la bandera, nosotros, los ateos de la moderna religión gubernamental que no somos masistas e incluidos ellos, fuimos desagraviados por el soberano beso vicepresidencial.
Felices, diurnos, nocturnos con el sueño del beso, nos quedamos sin pan, en Oruro, se vive con dos dólares y, a veces no alcanza porque el charquecito en el mercado Campero con refresco incluido cuesta hasta tres dólares con la misericordia de aquellas buenas mujeres orureñas. Aquí en Puerto Suárez, todo es caro, una papaya cuesta 10 bolivianos, un pan antes del gasolinazo presidencial un peso, todo subió el 100% y el salario bajó otro 100%.
Final: Orureños un fraternal abrazo, un beso en la frente a la Virgen de la Candelaria para que ella en su misericordia, nos apapache y nos permita vivir con ración de hambre a los bolivianos, en tanto nos quedamos sordos gobierno, gubernistas y mal gobernados por las dinamitas, petardos y sordera presidencial.
Hasta la Pascua de Resurrección Quirquinchos!
(*) Escritor
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