Está muy claro que si no se eliminan las trabas y dificultades para dialogar será inútil pensar en una buena comprensión entre lo que dicen unos y otros, pero tal parece sin escuchar adecuadamente a su turno, lo que ambos quisieran expresar para alcanzar objetivos de acercamiento y pacificación.
Nos estamos refiriendo claramente a lo poco que duró la etapa supuestamente de “cambio para vivir mejor”, porque sucede que el enfrentamiento entre los bolivianos ha vuelto a ser elemento de la cotidianidad que altera la convivencia pacífica y nos coloca en la peligrosa disyuntiva de alterar el orden público en busca de respuestas que no se dan en las calles y que deberían estar listas en las instancias superiores antes que los problemas salgan a la confrontación.
El caso de las medidas oficiales, las que se instrumentalizan en el poder central y que se aplican para su cumplimiento entre “el soberano”, parece que no siempre son adecuadamente pensadas, que se eliminan fases importantes de asesoramiento o simplemente no se escuchan los consejos o por cuerda separada hay presiones muy fuertes que ajustan a nuestros gobernantes, impulsándolos a querer imponer lo que no es justificable en determinado tiempo y espacio.
Por lo menos eso es lo que se observa desde la negativa medida de fines del año pasado, cuando el “gasolinazo” marcó un cambio de orden económico en el país, aunque no se lo aplicó ni siquiera una semana pero dejó su secuela inflacionaria que alteró el comportamiento financiero de las familias, pues desde entonces hay una brecha entre salarios y canasta familiar, hay una espiral inflacionaria que lastima los bolsillos de la gente más necesitada, pero que es comprendida en su justa proporción por el esquema gobernante que habla de las macro cifras y las millonarias reservas, que lamentablemente no se utilizan para compensar el desfase entre magros salarios y altos precios.
Una disposición gubernamental asigna un incremento salarial del 10 por ciento sólo a ciertos sectores y deja librados a su suerte a la mayoría de los que ganan poco y no tienen ingresos permanentes y salarios fijos, son los “informales de la economía”, la gran mayoría de gente que salva como puede la responsabilidad de alimentar una familia diariamente.
Hay un rechazo socio – laboral al incremento salarial. Pero además surgen otros factores, sumamente delicados, como la propuesta de crear un servicio de salud que liquide la Caja Nacional de Salud, que sin ser lo mejor en materia del cuidado y atención de salud ciudadana es una entidad que funciona con los aportes laborales y está mejorando su implementación de servicios. Habría que saber bajo qué seguridad financiera se pretende imponer otra entidad de salud, que dependiendo del Estado, puede ser “el remedio peor que la enfermedad”.
Los problemas sólo pueden solucionarse por la vía del diálogo, del intercambio de opiniones, de un debate abierto pero respetuoso, basado en la técnica ineludible de encontrar comprensión, practicando los elementos que hacen posible dialogar, es decir, sabiendo hablar y sabiendo dejar hablar, pero además sabiendo escuchar y sabiendo dejar escuchar, sólo de ese modo se puede alcanzar el objetivo de comprender las razones y las propuestas de unos y otros en pos de un acuerdo valedero y duradero en el que se eliminen los insultos y las amenazas.
Fuente: LA PATRIA
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