Tres días atrás en este mismo espacio, nos entrometimos en el delicado tema del Mar cautivo, más de cien años esperando que se no restituya lo que nos fue despojado de manera artera y dadas las condiciones de un aparente fracaso en los acercamientos diplomáticos, aunque sin embajadores para tratar una agenda de 13 puntos que consigna además nuestras prioridades en la mitad de su contexto, debería ser para nosotros una muestra más de dilatar cualquier solución sobre el delicado problema.
Anotamos nuestra apreciación pero con una variante particular sobre actitudes que deberían tomarse en cuenta y que por lo visto han tenido una inmediata respuesta, cuando desde Oruro tocamos el tema de “aguas dulces y saladas” como una forma de mostrar la importancia que para nosotros y para ellos, los vecinos chilenos, tiene desde hace más de un siglo el uso de las aguas del mar que gozamos y las aguas dulces del Silala que dan vida a poblaciones del norte chileno.
Nada puede cambiar el derecho propietario de Bolivia sobre la vertiente natural ubicada en el cantón Quetena del departamento de Potosí y de ningún modo admitir la falacia que según Chile se trataría de un río de curso internacional, nada de eso, lo único cierto es que una gran población chilena se nutre con aguas dulces de Bolivia y que no las paga hace más de un siglo.
Se han hecho algunas apreciaciones sobre el valor de esa “deuda histórica” que Chile reconoce y que inclusive quisiera pagarla bajo un tratamiento del 50 % del monto y seguramente en cómodas cuotas, plan, que sin embargo, no ha sido aprobado y dependerá de nuevas e inmediatas negociaciones, dadas las características de la hipotética situación de suprimir la dotación de agua a Chile o por lo menos limitarla a condiciones y cantidades que sean definidas en función al uso del elemento líquido que también utilizarán las poblaciones bolivianas que comenzarán proyectos agro ganaderos a los pies de la vertiente.
El cambio de estrategia nacional corresponde indudablemente a un derecho que tenemos los bolivianos de cuidar nuestros recursos naturales, comenzando por el agua, líquido vital para la vida humana y para encarar proyectos de orden productivo que deberían ser priorizados en los programas nacionales, cuanto en los que deben cumplirse dentro de la proyección de desarrollo regional.
Según el Gobernador de Potosí y en base a una estimación técnica lograda tras un minucioso estudio –no concluido definidamente– Chile debe a Potosí más de mil 600 millones de dólares que ya deberían haber sido abonados por lo menos en cuotas para mantener vigente una mínima relación que permita seguir utilizando esas aguas dulces que según el Alcalde de Calama, son de vida o muerte para su región.
En el delicado tema de las negociaciones con Chile, es decir las que puedan ser restablecidas en adelante, es prudente mantener el diálogo, pero sin dar paso a tras en la gestión diplomática en tribunales internacionales, mientras tanto hay que sostener, con el derecho que nos asiste, la posibilidad de “repatriar” las aguas del Silala, para encarar un macro proyecto de desarrollo agro industrial y ganadero en esa región. El agua dulce del Silala es de Bolivia.
Fuente: LA PATRIA
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