De vez en vez se auspician ferias para alentar el turismo en Bolivia, tanto interno como externo, mostrando sus maravillas naturales y culturales. Tampoco faltan los esfuerzos para publicar guías preciosas y útiles, como la que redactó el actual embajador de Alemania en Bolivia, Philipp Shauer, con importantes detalles para disfrutar el barroco andino en las iglesias del altiplano.
Es más, en los lugares emblemáticos que conquistaron fama en pasados años, no faltan turistas listos para descender en bicicleta por el camino antiguo a Coroico; el tren y los buses hacia Uyuni suelen estar llenos y en los vuelos aéreos hacia Rurrenabaque más de la mitad de los pasajeros son viajeros extranjeros.
Sin embargo, mes a mes uno puede observar los signos de la decadencia y del colapso, sobre todo por la falta de reglas y por la ausencia total de una visión estratégica del actual gobierno para desarrollar la industria sin chimeneas. Entre 2006 y 2007 hubo esfuerzos personales, como los del ex viceministro Ricardo Cox, para unir fomentos nacionales, departamentales y locales, pero más tarde otros intereses y el mandato de la confrontación afectó, casi de muerte, a Bolivia como atractivo turístico.
Nombremos ejemplos de los últimos seis meses. Un bloqueo de colonizadores en San Julián frustró el viaje de cientos de visitantes extranjeros y de todo el país al hasta entonces exitoso Festival de la Orquídea en Concepción. Decenas de pobladores se quedaron con la exposición vacía, los alimentos típicos malogrados, las camas y calles sin el bullicio esperado. ¿Quién paga esta torpeza?
En Rurrenabaque, colonizadores- al parecer traídos desde el altiplano paceño- tomaron rehenes y la pista de aterrizaje para obligar al alcalde a firmar un acuerdo que afectará los barrios más hermosos y visitados por miles de turistas desde hace tres décadas. La envidia, la falta de mirada de largo plazo, el sin sentido ganaron la partida.
Desde hace meses aumenta el descontrol en las ofertas a los turistas en Uyuni, además de la falta de orden para la salida de los buses desde Villazón con pasajeros que lleguen desde Argentina con la ilusión de llegar a una de las maravillas del planeta. Las agencias, las más chimbas e improvisadas, lograron sacar a entidades que componían escalas de calidad para velar por el cumplimiento de lo prometido al turista y por mantener mínimos de seguridad.
Cuando se aproximan los feriados de Semana Santa, los comunarios de Batallas amenazan con no permitir que peregrinos que deseen ir por rutas alternativas, sea Puerto Pérez u otras, puedan ejercer su libertad de escoger. Mientras crece el rumor en la Isla del Sol porque los campesinos del oeste no aceptan que los turistas sólo se interesen por las ruinas y las ofertas del otro lado. Anuncian una solución salomónica: Mejor que no llegue nadie así no hay peleas.
Dejamos el triste caso de Coroico para la próxima.
Son heridas, quizá reflejo de otras anomias, del aliento al peor individualismo, a que cada uno puede hacer lo que se le antoje, no importa el precio a lo colectivo.
Fuente: LA PATRIA
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