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Domingo 03 de abril de 2011

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Cultural El Duende

EL MUSICO QUE LLEVAMOS DENTRO

Del Renacimiento al Clasicismo

03 abr 2011

Fuente: LA PATRIA

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Las nuevas formas vocales. El siglo XVI presenció la plenitud de la polifonía; el XVII registró la supremacía italiana con la monodia y el estilo dramático. En el XVIII la música instrumental sinfónica mostró un equilibrio entre lo polifónico y lo monódico. La corriente renacentista rompió las trabas del contrapunto escolástico, otorgando a las composiciones un acento más humano. Así aparecen la frottola, la villanella, el strambotto, la canzonetta, los balleti, el madrigal y la chanson. La música descriptiva se muestra en las obras de Cláment Janequin con La batalla de Mariñán, El canto de los pájaros y Los pregones de París. Le siguen Nikolaus Gombert, Jacob Arcadelt y Guillaume Costeley.

Escuela italiana. Esta escuela floreció con Obrecht y Josquin. Giovanni Pierluigi da Palestrina pulió el estilo polifónico y en el contrapunto se distinguió por su sobriedad y elegancia. También destacaron Giovanni Maria Nanino, Gregorio Allegri y Marco Antonio Ingegneri y los españoles Cristóbal Morales, Francisco Guerrero y Tomás Luis de Victoria.

La frottola floreció con Marco Cara y Bartolomeo Tromboncino. Le siguieron Adriano Willaert y Constanzo Festa. La villanella napolitana, de aire vivo con acordes silábicos, fue preferida por Baldassare Donati. Hacia 1530, el madrigal reemplazó a la frottola con un sentido más poético, cromático y ritmos entrecortados. Fueron sus cultores Willaert, Verdelot, Arcadelt, Orlando di Lasso, Philipoe de Monte, Marco Antonio Ingegneri, Giovanni Giacomo Gastoldi, los Gabrieli, Luca Marenzio, Orazio Vecchi, don Carlo Gesualdo y Claudio Monteverdi. En Alemania Eccard y Hassler. En Inglaterra William Byrd, John Dowland , los hermanos Gibbons, Thomas Morley y John Wilbye.

Escuela veneciana. Caracterizada por el sentido de lo patético y la riqueza del color. Entre sus figuras están Adriano Willaert, Andrea Gabrieli y su sobrino Giovanni; en Alemania Hassler y Gallus y en Holanda Sweelinck y Eichinger.

Escuela francoflamenca. Su figura más prolífica fue Orlando di Lasso quien cultivó los géneros religioso y profano con misas, motetes, canciones alemanas y francesas. Philippe de Monte revistió al contrapunto con gracia encantadora.

Música protestante. Triunfante la Reforma en Alemania, se cultivó una música coral menos artificiosa adoptando armonías verticales ajenas al contrapunto. Así aparecen Heinrich Isaak, Heinrich Finck y Jacobus Gallus. Martín Lutero cultiva la música junto a su amigo Johann Walther (Blackenmuller). Le siguen Sethus Calvisius, Johannes Eccard, Hans Leo Hassler y Michael Preatorius. En Francia, Claude Goudimel y Claude le Jaune (Claudin).

Los organistas de los siglos XV y XVI. Esta serie se inauguró en Alemania con el ciego Conrad Paumann. Sobresalieron también Heinrich Isaak y Paul von Hofhaimer. Hans Buchner trabajó la imitación orgánica sobre temas religiosos. En Italia aparecen Francesco Landini, Antonio Squarcialupi, los dos Gabrieli y Claudio Merulo. En España destaca Antonio de Cabezón.

La música instrumental. Mientras el órgano era el instrumento de la música religiosa, la música profana concedió preferencia al laúd (vihuela en España) y a instrumentos de tecla. Los laudistas escribían sus obras en tabladura, representando con números o letras los trastes en que se debía tañer las cuerdas. El clavicímbalo (espineta) y el clavicordio se distinguieron por la forma de obtener el sonido. En Inglaterra, el virginal tuvo su mejor repertorio con William Byrd, John Bull, Morley, los Gibbons, Peter Philips, Giles Farnaby y John Blow. La variación estuvo a la par de los preludios, fantasías, tocatas y piezas de carácter descriptivo. Se tendió a agrupar instrumentos de una misma familia; un ejemplo en Francia son Los violines del Rey, dedicados a la interpretación de danzas y que abrieron el camino a la música orquestal independiente. También cobró vigencia el ballet, espectáculo ornado con danzas, pantomimas y cantos rítmicos y al cual Lully dio forma elevada. De su parte, las suites asociaban en metódica sucesión danzas emparentadas por la tonalidad preparando el camino a la sonata, la sinfonía y el concierto.

Fuente: LA PATRIA
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