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Domingo 03 de abril de 2011

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Cultural El Duende

Rosario Q. de Urquieta:

Recordando a Julio de la Vega Su palabra telúrico/humana y sensual

03 abr 2011

Fuente: LA PATRIA

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Primera de dos partes

Alguna vez ya lo dije y ahora lo repito: lo material agosta la muerte y no así la redoma infinita del vuelo de las ideas. La victoria del artista está en que él genera la fuerza y el arte equilibra la razón de la vida. Si no fuese así, hoy ni nunca más pudiésemos tener la oportunidad de seguir disfrutando de la obra cuyos autores ya no están en el mundo terrenal.

Al saber de la muerte de Julio de la Vega lo primero que hice fue ir en busca de un libro suyo y como si siguiese entre los mortales entré en un diálogo con él a través de su palabra: Palabra telúrica, humana y sensual.

Después de la lectura y de la emoción compartida vino la conceptualización y esos criterios los deseo compartir con las/los lectores de EL DUENDE.

Julio de la Vega, nacido en Santa Cruz, escribió poesía, novela, teatro, crítica de arte y de cine. Abundante y prolífica la obra suya.

Por el derecho de preferencia y elección personal siempre elegí la parte poética de su quehacer literario, y ahora haré algunas consideraciones desde: Amplificación Temática, Temporada de Líquenes, Poemario de Exaltación (Premio Franz Tamayo). Esta vigorosa producción poética está expresada a través de un amplio registro estrófico estructurado en sólidas virtudes de la tradición clásica como en la escuela del surrealismo.

La convocatoria poética de Julio de la Vega responde a temas sobre lo telúrico, la naturaleza exótica, lo social, el amor, el derecho a la libertad, en suma a esa desazón que la vida misma produce en su simple cotidianidad como en su controversial misterio.

Está el hombre y su medio como una consubstanciación del ser y la naturaleza. Todos los elementos del paisaje vivificados en torno al hombre, sus emociones y su actitud ante la atmósfera que le rodea.

Los cerros son la raza eterna

Los cerros son los incas redivivos,

***

Con aguas en la fiebre,

Igual que panes para el hambre pobre

Y como una choza ansiada en la distancia,

Así es el árbol en el altiplano.

(Paisaje y Suite de la Patria)

La fisonomía del paisaje que identifica la razón del ser en los distintos rostros de nuestra geografía es expresada en versos de generosa plenitud que armoniza la forma y el contenido de lo humano y lo telúrico.

Por ejemplo en el canto al altiplano Pathético mestoso donde el autor ausculta con energía y penetrante observación esa naturaleza profunda, humana e infinita.

De igual manera su mirada transita sobre el valle exuberante colorido de chillijchis, ulalas, charangos, cuecas y huayños que sujetan la tibia cintura valluna y sus versos inmortalizan el instante cuando:

Con sabor de fruta nueva y una cadena de claveles

Tras el umbral del grillo Dibuja el valle sus caireles

***

Está la ulala y su sencilla estirpe

Y está el chillijchi con sus lagrimones

Pero no todo es una pincelada de color en el entorno y su paisaje, Julio de la Vega logra que los objetos y elementos que están ligados al hombre y su quehacer cotidiano nombren al espacio a través del tiempo.

Sobre los bueyes desteñidos

Hay un dolor de siglos

Y el barretero canta para aliviar la yunta

Y así los bueyes olvidando el yugo

Arrastran tiempo y carretón

A los países del olvido.

(Paisaje y Suite de la Patria)

Con su palabra henchida de sensualidad logra una poesía dinámica, sugestiva, cálida, sensorial. Humaniza la tierra tropical como la mujer-útero-madre que engendra vida y que en los contornos de su fisonomía puede ser sencilla como voluptuosa.

A través de un lenguaje metafórico elaborado con emocionada reflexión logra, en una combinación de erotismo delicado, transmitir una especie de mística de la naturaleza de ese paisaje oriental de abundante y cálida vegetación, de fondo verdeante, húmedo y de agoreros cielos, sean agobiados o celestes.

Como en su primer alba es rubia

Es rubia por dentro y en los vellos

Desde el occipital hasta la pelvis

Y tiene el pubis como trigal ardiendo

Como el sol alumbrando sus muslos

Como moneda de oro en el abdomen

Es rubia en el cañaveral de su cadera

Y su cintura es un anillo de oro

(Trópico Pobre)

Para julio de la Vega la naturaleza no es un simple marco sentimental, abstracto o colorido sino es: un chaparrón de la historia lluvia / a torrentes relatando misterios, así es como el poeta palpa su realidad más honda, sus perfiles sociales, sus circunstancias histórico-sociales.

El arrabal humano

Y los cuatro costados de la miseria

La amamantaron

Y creció como un cardo cualquiera

Pero con luz

***

Con pedazos de vida sin saber de dónde

Ella alumbró la noche de su pena

Y se abrió en cruz en su pocilga

Y se abrió en un callejón de carne

Y abanico de sangre

(Trópico pobre)

Continuará

Fuente: LA PATRIA
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