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Domingo 03 de abril de 2011

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Cultural El Duende

Desde mi rincón:

¿Democracia ‘Occidental’?

03 abr 2011

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Segunda y última parte

Por ejemplo, tampoco debe confundirse la teoría universalista de la democracia con su desarrollo histórico occidental. Una cosa es reconocer que la ‘idea democrática’ es una flor que se ha ido madurando a lo largo de siglos, a partir de las ideas grecorromanas, injertadas a su vez en la concepción cristiana de la dignidad humana (de cualquier hombre, al margen de su pertenencia étnica) y que quedó sucesivamente formulada en la Filosofía cristiana medieval, en el Renacimiento, en la Revolución Francesa y en la ONU de la postguerra mundial de 1945. Y otra muy distinta, querer ignorar o negar que Occidente ha difundido, junto con muchísimas otras cosas (unas bastante buenas y otras bastante malas), también el ideal democrático por casi todo el mundo; y que el haberlo hecho no significa que creyera que las poblaciones colonizadas estaban –de momento– maduras para autogobernarse democráticamente.

Por ejemplo, tampoco la afirmación de la universal capacidad de un aprecio preferente por la democracia, debe impedir afirmar que ya el concepto mismo, pero sobre todo su aplicación en la vida histórica de los pueblos, resulta de alcance analógico. Y decir ‘analógico’ equivale a descartar cualquier fundamentalismo en la forma de aplicar la ‘idea’ democrática a las innumerables situaciones en que pueden encontrarse los pueblos. Y que, por tanto, la ‘realidad democrática’ concreta de un pueblo en un determinado momento, necesariamente ha de situarse dentro de un camino, en el que advertimos sus ‘más’ y sus ‘menos’. Y que, dentro de ellos, es normal que los valores democráticos los pueblos los pueden descubrir, aprender, olvidar, malentender, traicionar, corromper, vender y comerciar, de acuerdo a las cambiantes circunstancias de la condición humana.

* * *

La afirmación ‘filosófica’ de la universalidad del ideal democrático, tampoco debería hacer perder de vista sus modulaciones ‘históricas’. También aquí la categoría fundamental es la de ‘analogía’. La humanidad es un conjunto de situaciones análogas en lo que se refiere a la aplicación concreta de la aspiración universal del desarrollo de sus capacidades (entendido este desarrollo, por lo demás, de muy variadas formas); la analogía de situaciones suele ser también resultado de la mayor o menor ‘competencia étnica’ para adecuar los medios a los fines; o dicho al revés, la mayor, menor o nula capacidad de los grupos humanos para poner los medios que impone la obtención de unos fines presuntamente deseados.

Con este punto de partida, se origina una rica gama de procesos, desarrollos, evoluciones, logros y fracasos (fracasos que también dan lugar a otra variada gama de consecuencias: desde la de quienes han sabido aprender de ellos, sacando las consecuencias aconsejables, hasta la de quienes se han hundido en la depresión, autoacusación, ‘resentimiento’…). Hasta aquí, en una consideración estrictamente endógena; después, sólo después, pueden venir a añadirse otros factores exógenos, de carácter intrínsecamente ambiguo: contactos, intercambios, sometimientos, conquistas, mestizajes…

El mosaico de situaciones dadas en un determinado momento del tiempo, hace perfectamente pensable que las opiniones prevalentes en determinados pueblos sean claramente contrarias al concepto que se hayan hecho de la ‘idea democrática’. Bastaría, por ejemplo, con prestar atención a los aspectos más decadentes que pueden presentar hoy en día las ‘democracias occidentales’, comprobando –por ejemplo– el desprecio por los valores religiosos. Por tanto, el que uno ‘crea’ en la superioridad de la teoría democrática, no ha de convencer necesariamente a otros de esta ’verdad’. Y en esta perspectiva, resulta provincianamente arrogante la pretensión de un ‘gobierno mundial’, basado –además– en la versión que de la ‘democracia’ tienen algunos gobiernos de algunos pueblos del mundo.

* * *

Dentro de esta perspectiva ‘analógica’, pienso que podemos concluir con algunas tesis que se inspiren en (y a la vez aspiren a la) sensatez.

1) La democracia debe ser vista como un camino para que los pueblos alcancen sus objetivos; es un medio para alcanzar fines; por consiguiente, no puede ser un dogma religiosamente absoluto.

2) Esto es así, entre otras razones, porque la democracia es un bien susceptible de abusos, corrupciones y desnaturalizaciones (exactamente como sucede con la libertad). Cuando esto sucede a un pueblo, el instinto de supervivencia lleva a recurrir a otras formas de organizarse políticamente capaces de corregir aquellos abusos y corrupciones.

3) Convertir la ‘democracia’ (o la ‘libertad’) en un bien absoluto es la mejor forma de perderla o el camino más corto al desastre de la anomia decadente (corrompiendo la libertad en libertinaje).

4) Un sistema internacional democráticamente ‘igualitario’ (el principio, por ejemplo, de ‘un país = un voto’, vigente en la ONU) es su propia negación, pues contradice todos sus otros ‘factores’ (demografía, desarrollo, economía, historia, tradición…) y se transforma en pura ideología.

Fin

Fuente: LA PATRIA
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