El tema marítimo ha desatado una serie de opiniones y reacciones que por supuesto aclaran el panorama y abren cauces para que la demanda boliviana pueda tener efecto después de más de un siglo de enclaustramiento.
Por supuesto que para algunos –muy pocos– opositores el inesperado cambio de estrategia del Gobierno en el tratamiento diplomático de la agenda de trece puntos sorprendió y hasta se calificó como “una patada al tablero”, tanto así que se sugirió una interpelación al canciller Choquehuanca, que entre otras cosas fue el único que mostró resistencia abierta y oficial a la medida que el Presidente lanzó el Día del Mar.
Lo interesante es que tras la sorpresa en un día especial surgieron los análisis más “fríos y claros” motivando más apoyos que rechazos a la idea de elevar el reclamo boliviano a un tribunal internacional, dadas las condiciones de espera sin resultados a la negociación directa con Chile, pese al acercamiento especial de los últimos cinco años, que sin embargo, más allá de buenos contactos no avanzó en absoluto en la solución del principal problema, el caso marítimo.
Pero no sólo es el tema del Mar cautivo y el acceso soberano que planteamos los bolivianos a la costa usurpada y que debe sernos restituida, hay también otro centenario problema que tampoco avanzó en su solución práctica, el caso de las Aguas del Silala que nutren, alimentan y dan vida a una gran parte de la población de chilenos ubicados en lo que fue territorio boliviano, ejemplo el caso de Antofagasta. Ni se pagó nada por la deuda histórica, ni se definió otro acuerdo para que Bolivia cobre y recupere lo que le corresponde por ceder miles y miles de litros de agua dulce todos los días del año al norte chileno.
Las demandas bolivianas, porque ya es tiempo de hablar de los dos casos, las Aguas dulces del Silala, y la costa con aguas saladas del mar, deberían tener una respuesta mínimamente “alentadora” de las intenciones del Gobierno Chileno para seguir negociando, pero como van las cosas, con posiciones que dilatan mucho más las posibilidades de un buen acuerdo, indudablemente que la alternativa más efectiva resultaría ser la de elevar el problema a un arbitro internacional, con la esperanza de que –por fin– se imponga la justicia.
La posición cobra mayor relevancia por la decidida actitud de ex presidentes, de anteriores cancilleres, de otros diplomáticos y varios políticos que coinciden en apoyar la alternativa planteada el Día del Mar, además de impulsar también la conformación de una comisión, en la que se incluyan a personalidades y expertos en los temas diplomáticos, en el asunto marítimo y en el estudio legalista del tratamiento de un problema que esperó mucho tiempo para ser solucionado por la vía del diálogo, que avanzó en más reuniones pero que no se perfila como solución al enclaustramiento boliviano.
Y aquí puede abrirse un capítulo interesante en el tratamiento del centenario problema que nos aflige y que sacude nuestra inquietud, cada año que pasa y que celebramos el Día del Mar… sin que nos haya sido devuelto. El escenario más positivo hasta ahora es el que abrió su telón recientemente y compromete a los bolivianos representativos del país a trabajar en el asunto en la agenda marítima sin ninguna injerencia política, salvo la decisión y voluntad de aportar al sostenimiento de una política nacional de reivindicación marítima y atención a los derechos bolivianos sobre sus aguas, saladas y dulces.
Fuente: LA PATRIA
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