A más de cinco años del gobierno del señor Evo Morales, continúan las pugnas y reproches sobre comportamientos del pasado, sin tomar en cuenta que se ha sido parte de ese pasado; siguen los complejos y los racismos y sentimientos de clase en integrantes del partido del Presidente. Todo muestra que si no hay intención en la mayoría de las etnias, se trata de despertarlas y fortalecerlas en aras de crear condiciones para la confrontación.
Hay una verdad que debería ser razón y motivo para la unidad: Somos diversos porque somos país heterogéneo; contamos con diversidad de naciones: Aymara, quechua, ayorea, sirionó, chapaca y muchas otras hasta llegar a treinta y seis. Esa misma diversidad podría servir para examinar realidades por parte del gobierno y su partido; pero, ocurre lo contrario y no llegan las anunciadas políticas de cambio para un entendimiento entre todos los bolivianos.
La Paz, al fundarse en 1548, tuvo, en su inicio, como divisa la frase: “Los discordes en concordia…” concebida por Alonso de Mendoza y Gonzalo Pizarro. Hoy, es preciso aplicarla al país y buscar que los discordes encuentren caminos de concordia, de unidad, de entendimiento y, sobre todo, se haga conciencia de país, partiendo del principio de que todos somos hijos de la misma Patria, pero sin distinción de clases ni etnias que sirven para la discordia, la pelea, el enfrentamiento, la desunión como parece que esperaría el MAS que ocurra en el país.
¿A quién conviene más que a nadie contar con un país unido, vertebrado, integrado? Con seguridad al Presidente y su partido –al margen de áulicos y entornos que, con seguridad, son simplemente intereses creados que rodean al Primer Mandatario– . Se reprocha al pasado anterior al actual régimen, que el nuestro fue un país de privilegiados donde las injusticias reinaban por doquier y sólo había la imposición del blanco sobre el indígena y, retrocediendo algunas décadas, se enrostra hechos bárbaros que jamás ocurrieron pero que muestran sólo faltas y delitos contra la clase media. La verdad es que, salvo excepciones, hubo muy poco de lo que se inventa por razones partidistas.
Hoy, sea por razones económicas – que son las que predominan en determinados estratos sociales – se va creando en el país una nueva clase media y quienes ascienden a ella son reemplazados por campesinos, por criollos y mestizos emergentes de las áreas rurales que, igual, buscan acomodarse más en una sociedad que, se cree, “debe ser, de todos modos, de clase media y, en lo posible, clase alta”. Quienes habrían ocupado sitiales de “rectores” de la política y las actividades económicas y sociales en el país hasta el año 2005 se cree que deben ser desplazadas o, en lo posible, considerárselas foráneas, ajenas a la misma nacionalidad.
¿Qué se ha logrado con este tipo de políticas que han creado revanchismos y odios inútiles en un país que, tal vez más que ningún otro, debió unirse en toda circunstancia? Se dice que “debemos cambiar”, pero no se dice que debe ser para la unidad, la integración entre todos los habitantes del país. Se pregona mucho en contra del pasado, pero no se prescinde de ese pasado que, parece, fuese el rector de lo que se pretende hacer. Quienes tienen poder político, económico y social deberían tomar conciencia de la urgencia de unidad nacional como medio para emprender la solución de los muchos problemas que nos afligen; de otro modo, se agrandarán los males que lamentamos.
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