Viernes 25 de marzo de 2011
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Un nuevo anhelo de libertad está despertando, un anhelo que va acompañado por la madurez de saber que la violencia ya no sirve. No sirve ante las sofisticadas armas de los ejércitos contemporáneos. Pero, sobre todo, no sirve porque hay un arma mucho más poderosa: la no violencia. Requiere mucho más valor que empuñar un arma de fuego, pero es mucho más efectiva, pues toca el núcleo de todo lo humano: la conciencia. La no violencia es el fruto del coraje y de la autoestima. Y como afirmaba Martin Luther King, un “firme sentido de autoestima” es el arma más poderosa contra toda opresión.
La no violencia tiene una larga historia en el mundo musulmán. Uno de sus episodios más impresionantes sucedió el 23 de abril de 1930. Abdul Gaffar Kahn, amigo y compañero de Gandhi, había formado una organización de valientes no violentos, los Khudai Khidmatgar, para luchar contra la ocupación británica. Cuando Gaffar Kahn fue arrestado, sus seguidores se congregaron en una plaza de Peshawar. Pese a las órdenes del ejército, se negaron a retirarse. El ejército empezó a disparar, pero ellos no se inmutaron. Gene Sharp ha descrito así lo allí ocurrido: “Cuando los que estaban en primera línea caían a causa de los disparos, una nueva línea de hombres avanzaba con el pecho descubierto y se ponían a tiro, hasta el punto de que algunos de ellos recibieron hasta veintiuna heridas de bala en el cuerpo, mientras los demás se mantenían en su lugar sin caer en el pánico… Esta situación prosiguió desde las once de la mañana hasta las cinco de la tarde”. Gaffar Kahn había enseñado a sus seguidores que el arma más poderosa es la paciencia y la integridad. Stéphane Hessel (ex embajador francés, de origen judío y superviviente de campos de concentración) explica en Indignez-vous que las autoridades israelíes, desconcertadas ante el poder de la no violencia, han tenido que calificar como “terrorismo no violento” (!) las pacíficas protestas de los ciudadanos de Bil’in ante el muro que los segrega.