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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 ROMANCE DE LOS FASTOS ORUREÑOS - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Por: Alfonso Gamarra Durana - Escritor orureño. Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua
Una vez al año dejan
de ser los días de siempre
recargados de las penas.
No se sabe cómo estalla
en los cerros una estrella.
La música entonces corre
por casas y las aceras,
indica que el Carnaval
con bombos y tarckas llega.
Hombres disfrazados de osos
hocicos de osos que ordenan
sacudir el esqueleto,
de un lado al otro cabezas
que se inclinen, que se muevan,
que la piel se haga infernal.
Los rostros llevan caretas
gusanos en orificios
salpicando las excretas
y todo junto batiendo;
las sierpes y las culebras
desnivelan con sus hipos
y agitan las cornamentas.
¡Oh ciudad de las diablesas,
de los supayas y chinas,
mil colores sus polleras!
Cuando apareció la aurora
la noche ingresó a su cueva,
y surgió la luz del día,
los seres abrieron puertas
peregrinos y los fieles
convirtieron muy de veras
con los brincos tan acordes
en pista de las espuelas
al escenario de esquinas.
Cabriolas, giros y vueltas
cuerpos moviendo a los cuerpos
como si fantasmas fueran
escapados del Averno
para danzar en la tierra.
En un santuario del cerro
la Virgen de la Candela
a los fuertes orureños
los busca para que vean
que los ojos que sí miran
son los que en el alma llevan
la conciencia muy tranquila.
Tiene corona de reina
y para limpiar los ánimos
agarra suave las velas,
su sagrada llama funde
una desgracia cualquiera.
Cerrar tajos, curar llagas
puede lograr ¡si a la izquierda
de su pecho bendecido
está el Niño que es promesa!
Se dice que las personas
son todas ellas mineras,
que todo el año trabajan
perforando las cavernas,
sacan estaño del barro
sacan barro de las grietas
tal vez amasan el polvo
y en metales lo condensan.
Todo logran en las minas;
la Candelaria observa
y hace milagros por miles
a los protegidos de ella
como si la gente barro
barro modelado fuera.
Por eso la ven confiados
como a la madre morena
que acaricia, que ilumina.
Los danzantes se congregan
en la iglesia de la Virgen
y le piden su clemencia.
Con llanto las oraciones
en el altar se entremezclan
que sí son tribulaciones,
que son agudas las quejas,
que son a veces desgracias
que palpitan en las venas.
Pero la Virgen de casa
ángeles primero muestra,
el arcángel San Miguel
a las tropas encabeza
y la virtud de estos seres,
maldad de diablos doblega.
Aunque en número de siete
los pecados se presentan,
con su acción desaparecen.
Peregrinación que llega
hasta su altar que, del cielo
la puerta limpia, asemeja.
Los fieles, siguen devotos,
para cumplir la promesa:
Tener un alma sencilla
para recorrer las veredas
bailando con ritmo humilde
y resistencia en las piernas,
en sucesión de tres años,
pues la gente de esta tierra
le ofrece todo entusiasmo,
y de sus cuerpos la fuerza
para aguantar con desvelos
de la fatiga la hoguera,
y llevar sobre los hombros
sacrificios como piedras.
Un íncubo antropomorfo
montado airoso en la yegua,
cuernos torcidos y en punta,
arañas en las orejas,
coágulos en las narices,
y sus labios que babean
–porque tiene sus colmillos–
manchan de pies a caderas.
Es Luzbel el más infame,
el de las pútridas breas;
príncipe de cataclismos
y de las noches más negras.
¡Oh ciudad de toda música!
De fanfarrias y banderas,
de zampoñas y trombones,
de tambores y cornetas.
¡Campamento de los tobas!
De caporales, morenas,
suri sicuris graciosas
e infatigables llameras.
Todas bailan, todas vuelan
sin sostenerse en las piernas.
Los colores se alocaron
convulsión, delirio, fiesta,
los sones en desvarío
se apropian de cabelleras
joyas, plumas, oropeles,
costosísimas las telas,
todo es lujo y es derroche
¡y son de oro las espuelas!
¡Oh, ciudad de toda música,
del folklore y la cadencia!
Por la vital bocamina
los danzarines se alejan.
El Sábado ha terminado,
tal vez ya no recuerdan
que originando la música
fue el estallido de estrellas;
en los oídos y en las mentes
están aún que resuenan.
¡Oh, poblado de orureños,
núcleo de las leyendas,
por siempre se oirán sones
y se verá a las doncellas,
que ganarán corazones,
por usar cortas polleras!
Fuente: LA PATRIA
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