Desde hace 132 años cada 23 de Marzo los bolivianos recordamos -en el tiempo- la alevosa ocupación de nuestro territorio por fuerzas chilenas, las que se posesionaron en una fecha histórica como la de ese día en que varios héroes bolivianos defendieron la soberanía patria y entregaron sus vidas en ese intento imposible ante la fuerza del ávido enemigo.
El asunto que tiene larga historia ya no debería manejarse en el mismo esquema de queja y discursos, la estrategia debe cambiarse y buscar de forma directa una solución real, vía diplomacia activa, contactos directos y motivación en la conciencia de los chilenos, sólo de una parte que todavía no se convence que existió la guerra y que por efecto de tal acción Chile creció territorialmente pero Bolivia se quedó sin mar y miles de kilómetros de su heredad.
Una gran parte de chilenos, entre mayores que analizan el problema y los jóvenes del tiempo presente, consideran el asunto desde la óptica de hermandad y respeto, solidaridad y justicia opinando abiertamente por una solución al centenario enclaustramiento marítimo boliviano, que no puede ser otra que abrir a nuestro país la salida soberana al Océano Pacífico, esa puerta que nos permitirá delinear nuestro desarrollo en la perspectiva de un mejor futuro, con mayores posibilidades de crecimiento y bienestar.
Muchos intentos se han hecho, varias opciones se plantearon, hasta la más próxima a un acuerdo de partes con el mentado “abrazo de Charaña”, no hay que olvidar otras opciones manifiestas de los propios hermanos chilenos de ofrecernos un “acceso” al mar, incluyendo infraestructura y todo en el Puerto de Iquique o allí donde abarcaba nuestro territorio en la zona de Antofagasta, pero… sin imprimir en el acuerdo la palabra que para nosotros es vital, es clave, es definitoria, es SOBERANÍA.
En el último tiempo -hay que reconocerlo- se han generado algunas nuevas posibilidades para solucionar nuestro diferendo con Chile y si bien no hemos llegado aún al restablecimiento pleno de relaciones diplomáticas las mismas se desarrollan con alguna fluidez que no se daba y que ojalá se profundicen en la necesidad imperiosa de comprender los hechos para solucionarlos por encima de la política “tradicionalista” que todavía persiste en Chile y que sin embargo, tiene presiones más íntimas de su fuero interno para cambiar el sentido de lo que algunos creen que será una concesión y que los bolivianos planteamos como una restitución de lo que nos perteneció. Ahí está el detalle.
De aquí adelante lo importante es mantener el ciclo de relacionamiento diplomático pero exigiendo que mínimamente se cumpla la agenda vigente de los trece puntos, entre los que se encuentra la demanda marítima boliviana, pero además otros que tienen relación por ejemplo con las Aguas del Silala, situación que igualmente merece tratamiento especial para pagar a Bolivia la deuda histórica por el uso de esas aguas que alimentan y dan vida a gran parte del Norte chileno. El hecho es reconocido plenamente por Chile, pero demora bastante el mecanismo para hacerlo efectivo.
Estamos en otra celebración que nos recuerda una acción belicista sin nombre y que en más de un siglo de espera debería convertirse ahora en una realidad que armonice con el criterio generalizado aquí en Bolivia y allí en Chile de unirnos solidariamente para enfrentar un futuro común de bienestar con justicia respetando los derechos soberanos.
Fuente: LA PATRIA
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