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Domingo 20 de marzo de 2011

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Cultural El Duende

¿Democracia ‘Occidental’?

20 mar 2011

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Primera de dos partes

Los recientes sucesos en Egipto han vuelto a poner en la calle de las comunicaciones algunas cuestiones descuidadas. Por ejemplo, cuando al egipcio Hala Mustafa, editor de la revista Democracy, le preguntan si comparte la frecuente posición árabe que atribuye el retroceso democrático al colonialismo de Occidente y no a una incapacidad árabe, responde: “Hasta el día de hoy, no queremos admitir que la democracia es un producto occidental” (www.zenit.org, 10.2.11). Vale la pena analizar si realmente es así.

Porque en el debate de nuestros días, uno de los temas que pocas veces se enfrenta como tema explícito, pero que con harta frecuencia sí se encuentra escondido tras las premisas manejadas a propósito de una amplia gama de temas, es cabalmente éste: ¿se puede afirmar que la teoría, los principios, los ideales de la ‘democracia’ tienen un copyright histórico occidental? Sin olvidar la consecuencia: ¿es una fórmula recomendable para cualquier país del mundo?

Y lo primero que nos sale al encuentro es esta pregunta: ¿a qué se debe aquella especie de autocensura que relega la cuestión a lo que parece no se puede decir, sino sólo presuponer? A que, unos imponen una respuesta, mientras otros exigen la contraria. Así que nos encontramos ante una situación de doble ‘intolerancia’, que quiere, además de imponer sus posiciones, acallar las del contrario. Vamos al detalle.

La posición que podemos calificar de históricamente ‘tradicional’ afirma que el valor de la ‘democracia’ es de alcance y vigencia universal, pues puede ser captado naturalmente por la razón de cualquier miembro de la especie. Y bajo estas premisas habría nacido en 1789 en la Francia revolucionaria la ‘declaración de los derechos del hombre’; y en 1948 la más cercana de la ONU. Esta pretendida vigencia universal se desprende de la premisa de la unidad metafísica de la ‘raza humana’ (el que después de Hitler en el planeta está prohibido hablar del hombre en clave ‘racial’, es otro asunto). El relacionar la ‘democracia’ con el hombre en sus múltiples versiones históricas y espaciales, a lo largo y ancho del mundo, procede de la confianza puesta en las facultades inherentes a la ‘raza’, más allá de lo peculiar y privativo de éstos o de aquéllos grupos o individuos. Conclusión: la ‘idea democrática’ no es occidental; simplemente es humana.

En cambio, la posición contraria afirma la ‘occidentalidad’ del tema democrático, una de cuyas consecuencias más tangibles sería que quienes ‘gobiernan’ el mundo no lo podrían exigir a los ‘no occidentales’, ni tampoco podrían pedir cuentas por su incumplimiento. Esta posición, hoy bastante de moda bajo diferentes modalidades y vocabularios, es efecto de una creciente polarización del análisis de la raza humana bajo clave ‘étnica’ (tomando el término en el sentido propio de la ‘etnología’, disciplina que ha solido ocuparse solamente de las poblaciones no europeas). En este contexto, donde conviene destacar lo ‘diferencial’ y propio de cada grupo humano, naturalmente la teoría democrática universalista no suele hacerse visible. Y como, además, se trata cabalmente de destacar la ‘diferencia’ (ya sabemos que cuando uno busca, suele encontrar), la democracia acaba desapareciendo de la ‘descripción’ de los valores de los pueblos no occidentales; o sólo en forma marginal y con carácter negativo, pues es interpretada como una manifestación postiza, impuesta desde fuera, exactamente por los occidentales conquistadores, dominadores, imperialistas, aculturadores, etc., etc. (la lista puede alargarse al gusto de cada consumidor).

Así que podemos concluir que el tema que hemos empezado planteándonos (con la insuperable contraposición entre ‘universalistas’ y ‘etnicistas’) está mortalmente minado por apasionamientos, los que –a su vez– son fuente de polarizaciones; y éstas, buena materia prima para enfrentamientos de todo género, desde los académicos (¿inocuos?) hasta los bélicos (generalmente sangrientos).

* * *

Antes de hincar el diente en el cogollo del tema, habría que anteponer algunas precisiones, sin las cuales no cabe análisis alguno. ¿Precisiones? Por ejemplo, que la tesis ‘universalista’ no obliga a afirmar que los occidentales hayan sido ‘desde siempre’ o simplemente ‘siempre’ practicantes de los valores democráticos. Y esto que reconocen en sus propias filas, también deberían aceptarlo, más en general, para cualquier otro grupo humano. Es decir, el debate no estriba en la coherencia entre teoría y práctica democráticas, sino que queda restringido al ámbito de los ideales o principios.

Continuará

Fuente: LA PATRIA
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