Jueves 17 de marzo de 2011

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No es reciente, pero es más frecuente, desde el centro hasta la periferia, en las calles, avenidas, parques, plazas –incluida la plaza principal- de nuestra ciudad, de arriba hacia abajo o viceversa, de izquierda y derecha, del costado y del frente o del otro lado, hacia arriba (en el cielo) y abajo (en el piso) ver basura; bolsas de nylon de todos los colores y papeles volando frente a vientos o brisas propios de nuestra ciudad (alguna vez, y de niño sosteníamos que esos eran nuestros voladores y competíamos por quien hacia volar más lejos, nuestro imaginario nos traslada a la Villa de Huanuni -una de las ciudades más contaminadas de nuestro Departamento- y declarada capital del estaño boliviano, por su aporte a la economía nacional).
A la historia de bolsas nylon, plásticos (pretendidos por los recicladores de manera institucional o no), cartones, papeles, botellas de vidrio, charcos de agua con hojas de árboles caídas, (es la aurora del otoño), botellas de plástico con orín en las ventanas y puertas, latas de cerveza (las más codiciadas por los recicladores) tierra, polvo, bocacalles taponadas; se debe agregar los promontorios de basura en cualquier esquina de la ciudad, que son depositadas de manera “disimulada”, “discreta” o sin vergüenza alguna -que es denominador común- por la ciudadanía de todas las edades (primera, segunda o tercera edad) y de sexos, (heterosexual u homosexual); de propios (orureños nacidos o radicados) o extraños (visitantes eventuales a la ciudad); de enamorados o no, unos u otros, los más o los menos, incluso los que leen el presente artículo, que somos los grandes aportantes a las basuras de las calles de nuestra ciudad, -quizás no está al alcance de nuestra voluntad trasladar en nuestros bolsillos a nuestro domicilio las basuritas de consumo diario o a los denominados “bota papeles” que hay muy pocos en nuestra ciudad y si los hay están llenos (con excepción de horas tope, en decir al amanecer) -pero también a las manchas en el piso con los excrementos de perros y de niños y niñas, (de entre recién nacidos hasta los 4 ó 5 años de edad), donde el desarrollo hace más fácil -cada día- a los padres de los recién nacidos por optar por los pañales de niños o niñas y los depósitos de éstos en los focos de la basura de la ciudad; unos más (en bolsas de plástico de todos los tamaños y colores) otros menos (envoltorios de dulces o chiclettes).