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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Desastres naturales, ¿“signos de los tiempos”? - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
1.- A las 2:45 a.m. del 6 de agosto de 1945, un B29 despegó de la isla de Tianian para dejar caer la primera bomba atómica sobre Japón. A las 8:15 a.m. la bomba explotó a ocho cuadras de la iglesia jesuita de la Asunción de Nuestra Señora en Hiroshima. Medio millón de personas desaparecieron. Lo único que quedó fue oscuridad, sangre, quemados, gemidos, fuego y un terror que comenzó a difundirse.
Sin embargo, la iglesia y los cuatro sacerdotes jesuitas ahí estacionados sobrevivieron: los padres Hugo Lasalle, Kleinsore, Cieslik y Schiffer. Su vivienda quedó ilesa mientras que todos los edificios de alrededor quedaron completamente quemados y destruidos, y ninguno de los cuatro jesuitas tuvo problemas de salud posteriores por la radiación atómica.
De acuerdo a los expertos ellos deberían haber muerto, estando como estaban dentro del radio de explosión más mortífero de una milla. Doscientos médicos americanos y japoneses examinaron a los cuatro jesuitas durante décadas después de la catástrofe y no podían explicarse por qué habían podido sobrevivir sin secuela alguna. A tantas preguntas los sacerdotes siempre daban la misma respuesta: Como misioneros quisimos simplemente vivir los mensajes de la Virgen de Fátima y por ello rezábamos diariamente el Santo Rosario.
Nueve días después, el 15 de agosto, fiesta de la Asunción de Nuestra Señora, se firmó la paz.
El padre Hubert Schieffer S.J., murió en Frankfurt a la edad de 67 años en 1982. En 1945 tenía 30 años, él y sus hermanos jesuitas vivieron por décadas como los únicos sanos en un lugar contaminado por la radiación atómica.
2.- La mega inundación provocada por un terremoto en el fondo del mar, el domingo 26 de diciembre de 2004 a las 0:58 hrs., afectó en el sudeste de Asia a 7 países, aunque nunca sabremos la cifra exacta, se piensa que murieron 300.000 personas.
Desde el siglo XVI en Vailankami, India, existe una iglesia con el título de “Nuestra querida señora de la salud”. Ese día, el tsunami con una ola de 10 metros cubrió el lugar, en el templo cerca de 2.500 feligreses se encontraban participando del Santo Sacrificio de la Misa. Las puertas del templo estaban abiertas más el agua no entró al interior. Miles de turistas que habían huido de la Navidad, porque habían perdido la fe, estaban ahí para disfrutar de las playas de Tailandia y Sri Lanka, en un estado de obscenidad y falta de pudor; quienes se encontraban en las playas o haciendo compras fueron arrastrados por el agua. Muchos murieron. Acontecimientos de esta naturaleza, y de dimensiones tan grandes son una característica de nuestros tiempos, se dan con mayor frecuencia y a intervalos cada vez más cortos: Haití, Chile, Nueva Zelanda, Japón…
3. En los evangelios Jesús habla de las “señales” o “signos de los tiempos” (Mateo 16, 1-4; Marcos 8, 12 y 13, 1-23; Lucas 12, 54–56).
El Beato Papa Juan XXIII, en su encíclica Pacem in terris, empleó la expresión como una nueva forma de interpretación de las manifestaciones de Dios en la multiforme realidad humana.
La constitución Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, siguiendo la singladura del Pontífice, interpela a la Iglesia a determinar los “signos de los tiempos” que existen en las circunstancias presentes para encontrar a la luz del Evangelio, una respuesta a cada uno de esos desafíos evangelizadores. Dios nos habla por medio de las personas y los acontecimientos que vivimos, y cada circunstancia debe ser ocasión para que busquemos hacer la voluntad del Señor.
Desastres naturales, nuevas pandemias, la crisis económica del 15 de septiembre de 2008 que provocó el desplome del sistema financiero mundial, las quiebras monetarias posteriores, etc., se dan en relación al orgullo, al odio, la violencia, el terror, las guerras. ¿Qué llevaron Hiltler y Stalin a Alemania y Rusia? Sólo lágrimas, muerte, destrucción, desgracia, sufrimiento, autodestrucción. Mientras más se enfría en su amor al Creador, el hombre se convierte en lobo del mismo hombre.
Habrá grandes terremotos, peste, y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas y grandes señales del cielo (Lucas 21, 11). Antes de los maremotos y seísmos, el alud de agua y de lodo de la falta de Dios y de impudor ya había inundado el mundo entero.
El ateísmo es la causa esencial para todas las catástrofes de todos los tiempos. Desde hace décadas estamos inundados de un ateísmo vivo. Con autorización de los gobiernos se matan miles de niños cada día antes de que éstos nazcan. Leyes impías y ateas son promovidas y promulgadas en contra de la discriminación de los católicos. Se resucitan añejos paganismos y crece el satanismo. Mientras esta situación no cambie, nuestra humanidad estará siempre en peligro de caer en la bestialidad vivida y experimentada.
El gran obispo, Siervo de Dios Fulton Sheen, escribió que la justicia de Dios debe intervenir en la historia en algún punto, porque no permitirá al mal que siga devorando almas por siempre. Nuestra Señora dijo en Fátima y en Akita, Japón, que si el mundo no se convierte, devendrá a la humanidad un tiempo de grandes penas, un clima trágico de oscuridad y destrucción. A menos de que volvamos a la casa del Padre tendremos que vivir las consecuencias de nuestros pecados. Por lo tanto, debemos entender que la justicia de Dios, es finalmente misericordia.
Se trata de una conversión verdadera al Dios vivo. Rezar el Rosario y participar de la Eucaristía, será un buen inicio para que cada uno de nosotros sea purificado y descontaminado por Dios, y el Señor haga venir los tiempos del alivio enviando al Cristo que les ha sido destinado que es Jesús. Pues el cielo debe guardarlo hasta que llegue el tiempo de la restauración del universo (Hechos 3, 20-21), nosotros esperamos, según la promesa de Dios “cielos nuevos y una tierra nueva” (2 Pedro 3, 13-14).
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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