Las noticias que reportan los dramáticos sucesos que están aconteciendo en Libia, no hacen sino, corroborar lo que creo que todos sabíamos. El Gobierno de Libia es una de las dictaduras más duras, antiguas y sanguinarias del mundo. Sin embargo, por el respeto a la pluralidad y la libre determinación de los pueblos, que forman parte de los idearios democráticos modernos, lamentablemente acabamos desentendiéndonos de la difícil situación que ha estado viviendo la sociedad libia por más de 40 años. Sólo ahora que conocemos de la feroz arremetida del tirano en contra su propio pueblo, le dedicamos alguna atención al histórico sometimiento de esa sociedad encarcelada.
Por supuesto que no es el único caso, ahí está la dramática situación del pueblo cubano que por más de 50 años soporta la dictadura de la familia Castro y su cohorte de revolucionarios barbudos; Iran, Venezuela, Corea del Norte y algunas otras sociedades, aún viven bajo el yugo de Gobiernos autoritarios y despóticos. Todas ellas, gobernadas por regímenes que -por lo menos en un principio y por varias motivaciones- cuentan con respaldo popular que les permite y facilita sustituir los derechos y garantías de las personas (principios universales) por el interés colectivo que ellos se arrogan representar.
Se trata, sin lugar a dudas, de expresiones descontextualizadas y arcaicas de la gestión colectiva de una sociedad (el Gobierno) y que bajo el argumento de superar los niveles de atraso y pobreza en la que se encuentran estas sociedades, acaban imponiendo una suerte de dictaduras democráticas. Así, invariablemente, el remedio resulta peor que la enfermedad. Por supuesto que en estos regímenes, el estado de derecho, la disidencia, la alternancia en el gobierno, la división de poderes, la pluralidad, la tolerancia y todos los elementos intrínsecos de la democracia, no están presentes. Allí, la ley del más fuerte, es la regla general y las instituciones y las normas están al servicio de los detentores del poder.
Lo que esta sucediendo en Libia, es una muestra de cómo, por más consolidados que aparenten estar estos regímenes, su fragilidad acaba manifestándose tarde o temprano, cuando la propia sociedad toma conciencia del engaño del que ha sido objeto. Finalmente, aunque pase mucho tiempo, siempre llega el día de rendir cuentas, momento en el que los sectores y segmentos de la sociedad que viabilizaron su asenso al poder, descubren que fueron utilizados para entronizar el tutelaje que los somete.
Libia, es una sociedad cautiva que en estos días ha llegado a su tope. La utilización de la fuerza desmedida y criminal por parte del dictador Gadafi, no podrá detener la decisión libertaria de su pueblo y, por el contrario, en la medida que pretenda sostenerse en el poder a la fuerza (utilizando su poder bélico) no hará otra cosa que desatar mayor rebeldía de la sociedad.
Que dramático que sea así. Que lamentable que aquellos que recibieron el respaldo popular, acaben persiguiendo al propio pueblo que les dio el poder. Pero también hay que lamentar que sea solo cuando los vemos actuar de esa manera (persiguiendo y reprimiendo a sus mandantes) que recién reparemos en la calidad de esos gobiernos, cuando durante años fuimos testigos de cómo se sembraban nabos en las espaldas de la sociedad.
Gadafi, pese al respaldo de sus amigos en Sudamérica y el Caribe, ya tiene muy poco por hacer en su país, que no sea –lamentablemente- enlutar más a su pueblo. Si el fuera algo sensato (cosa que es improbable), si tuviera algún nivel de responsabilidad con su propia historia personal, debiera asumir que todo está perdido y sólo le queda organizar su viaje a Cuba o Venezuela. Felizmente -para él- y lamentablemente para los cubanos y venezolanos, aún en estos dos países cuenta con aliados incondicionales que lo consideran algo así como un libertador y que de seguro podrán cobijarlo por algún tiempo más.
La sociedad boliviana, que no tiene mayor relación con este país que no sea la amistad del Presidente Morales con Gadafi y el acuerdo estratégico antiimperialista firmado por ambos, no puede mirar impávida lo que está sucediendo, bajo el pretexto de la lejanía y la casi inexistente relación. Bolivia tiene la responsabilidad de pronunciarse, condenado lo que está haciendo el dictador Gadafi en contra de su pueblo. Que lamentable resulta en estas circunstancias que sea aliado del dictador, el propio Gobierno de nuestro país. Sin embargo, pese a ello, el gobierno de Morales está obligado a condenar lo que hace su amigo Gadafi e incluso, lo correcto y consecuente con la democracia, sería que rompa relaciones.
La actual circunstancia pone al presidente Morales y su gobierno en la disyuntiva de defender los principios democráticos (de los que son beneficiarios) o, apañar al dictador libio. Ojalá, hagan lo correcto. No hay que olvidar lo que dice un refrán popular: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
(*) Asambleísta Departamental – UN
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