Tres son, como sabemos, las causas primigenias para el excesivo beber, que está atrapando año tras año, con la fuerza de un seísmo a lo más precioso y valioso de un país, la niñez y la juventud:
1.- La publicidad
2.- La presión de los pares
3.- La carencia de normativas legales
Sean estas tres las causas o no, el hecho es que la tragedia de Bolivia es que hay cada vez más jóvenes entre los alcohólicos, muchachos que aún están en la etapa de su pubertad, en el umbral de su madurez.
Bolivia es un país pobre. Y sin embargo, se gastan cantidades ingentes en bebidas alcohólicas, sea chicha, cerveza, singani, ron o whisky, o cualesquiera de las modernas combinaciones que, con hielo, disimulan una gran cantidad de alcohol en su contenido. Dinero que podría amenguar la pobreza, o la miseria de tantas familias, pero que va a parar a las arcas de los propietarios de las empresas fabricantes de bebidas alcohólicas, de los comerciantes y de los dueños de bares.
El alcohol, es quizás por eso, el mayor enemigo del boliviano. En muchos aspectos triunfa sobre las personas en campos menos sospechados. Por ejemplo el tiempo de la Navidad, nadie podría creer, si la experiencia no fuera tan palpable, que la Nochebuena para muchos no es buena más que para comer y beber con exceso, de tal modo, que en la Navidad, muchos no están en condiciones de levantarse e ir al templo. Por mucho que se disimule, mucha gente en Nochebuena ama más al alcohol que al Salvador.
Ni qué decir durante la ahora llamada “época de Carnaval”, con sus inacabables semanas de preparación, con ensayos y reuniones de convivencia, acto seguido, en las que abunda, también sin lugar a dudas el excesivo beber, y en este caso, todo a costa de una equivocada “devoción” a Nuestra Señora del Socavón.
Estamos acostumbrándonos lamentablemente a estas degradadas tradiciones, sin sentir vergüenza ni propósito de enmienda, porque en siguiente similar temporada se sabe que el comportamiento será del mismo modo.
Y las consecuencias de ese excesivo beber, las pagan los mismos bebedores, y las pagan las familias. Muchos hogares son un infierno por la ingestión exagerada de alcohol de alguno de sus integrantes, que se convierten en fieras en su hogar, el que debería ser un lugar apetecible, pero que se convierte en escenario de insultos descarados, cuando no maltratando a sus cónyuges e hijos como lo demuestran las denuncias que se llevan a las instancias policiales y judiciales, y a instituciones defensoras de la familia.
Bolivia es muy alcohólica, pero no se arrepiente, porque le parece que el abuso del alcohol es una virtud ancestral, una tradición que le llega de sus antepasados.
Sea ésta, una vez más, ocasión para pedir de nuestras autoridades a nivel local, el cumplimiento de las disposiciones y ordenanzas, que no se aplican, muy particularmente en lo que se refiere a la venta de bebidas alcohólicas a menores de edad.
Y lo decimos también una vez más: La industria de bebidas embriagantes debe asumir su responsabilidad -en la debida proporción- del daño que ocasiona la promoción y el consumo de bebidas alcohólicas y su consecuente abuso a la sociedad en su conjunto.
Hace falta, una legislación nacional que regule la fabricación, importación y venta de bebidas intoxicantes, y hacen falta personas creíbles que lleven adelante desde las instancias de control legal, las campañas y controles, de manera sistemática, sostenida y ejemplar. Mientras no haya voluntad de hierro para ello, Bolivia seguirá hundiéndose en el abismo de la cirrosis y la pérdida de la personalidad.
(*)Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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