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Domingo 20 de febrero de 2011

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Cultural El Duende

EL MUSICO QUE LLEVAMOS DENTRO

La música en la Edad Media

20 feb 2011

Fuente: LA PATRIA

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El Cristianismo

El cristianismo favoreció la música por considerar que contribuía a la sublimación de las almas, aunque primitivamente solo admitiera la música vocal. Durante los primeros siglos era homofónica (sonidos representados sucesivamente), pero desde los siglos IX al XIV pasó a ser polifónica (sonidos expresados de modo simultáneo). Asociada a la liturgia, la música cristiana fue alimentada por las tradiciones judías y los cantos populares. Los salmos recogían versículos del Antiguo Testamento y las letanías adoptaban el estilo popular pagano; el Gloria in excelsis era propiamente cristiano.

La antífona vino a ser una breve sentencia encuadrada en el canto de un salmo. Fue iniciado en Antioquía y propagado por San Ambrosio en Occidente. Si alternaban dos coros de fieles, el canto era salmódico; si el diálogo se establecía entre un coro de fieles y otro de jóvenes sacerdotes, el canto era responsorial. También se cantaban himnos compuestos por el obispo milanés San Ambrosio. Esto produjo deformaciones del sentimiento religioso, por ello, a fines del siglo VI, el papa San Gregorio el Grande dispuso su depuración seguida de una codificación útil. Así aparecieron dos libros: el Antifonario, que reunía las piezas para coros, y el Cantatorium, con salmos para solo. Desde entonces los fieles se limitaron a entonar los finales. Más tarde se escribieron libros para las preces diurnas y nocturnas de los montes.

Canto gregoriano

Mientras en Oriente la música bizantina se desarrollaba con características propias, desde el año 800 la reforma gregoriana se impuso en Occidente. A principios del siglo X, Notker el Tartamudo y Tutilo se distinguieron en Saint-Gall por sus secuencias y tropos. En el siglo XI se precisó la notación, y en los dos siguientes se renovó el repertorio por iniciativa de Adam de Saint-Victor y Santo Tomás de Aquino.

En el siglo XIV, el canto gregoriano perdió su flexibilidad al contacto con la música medida y la polifónica, a la vez que la lengua vulgar hacía retroceder el idioma latino. Aun antes del siglo XVI, algunos himnos quedaron aprisionados entre las líneas divisorias de compás, no obstante los propósitos del Concilio de Trento, hasta que los benedictinos de Solesmes devolvieron, a fines del siglo XIX, la pureza primitiva a las melodías. El papa Pío X encargó a los benedictinos Dom Joseph Pothier y Dom André Mocquereau la preparación de una edición oficial, que fue impuesta por el motu proprio de 22 de noviembre de 1903.

La Europa Occidental solo adoptó para la música religiosa el género diatónico y eliminó el cromático y el enarmónico. El canto gregoriano daba tantos modos diferentes como notas constituían la escala nueva, lo cual modificaba la colocación de tonos y semitonos. Los modos gregorianos tenían semejanza con los modos griegos, pero seguían una dirección ascendente comenzando por la escala constituida sobre la nota re. Los cantos gregorianos se redujeron a dos géneros: los recitados o salmodias, declamados sobre una misma nota, y los cantos melódicos, que incluían himnos, antífonas, kirie, gloria, credo, aleluyas, tractos, etc.

El canto gregoriano era opuesto al canto mensural, de ahí su nombre de canto llano; tenía un ritmo libre y desconocía los tiempos fuertes y los tiempos débiles, pero comprendía una sucesión de alturas y ondulaciones más o menos acentuadas. Redimida de toda traba material, la frase gregoriana se imponía por su fluidez y por su línea ondulante. La interpretación melódica y rítmica de esos antiguos textos musicales inspiró a autores como Dom Pathier, Dom Mocquerearu y Amédée Gastoué.

Fuente: LA PATRIA
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