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Domingo 20 de febrero de 2011

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Cultural El Duende

Julio de la Vega Rodríguez

20 feb 2011

Fuente: LA PATRIA

Puerto Suárez 24-03-1924 - Montículo - La Paz 11-11-2010 • Discurso leído por la escritora Lupe Cajías en el homenaje organizado por la Fundación Patiño y la Fundación Cajías para conmemorar los tres meses del fallecimiento del literato cruceño Julio de la Vega Rodríguez

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En esta ocasión, la Fundación Cultural Huáscar Cajías, a quien tengo el honor de representar, no sólo cumple con su compromiso de trabajo por la memoria, sino que comparte la emoción de los familiares y amigos de Julio de la Vega, el gran poeta de El Montículo.

Para nosotros, los Cajías, él no fue solamente un creador admirado y constantemente releído, sino el tío impecable de la niñez por su generosidad; de la adolescencia por su complicidad con todo género de rebeldías; de la juventud por su consejo para llegar a la belleza de la palabra; de la adultez por su risa cantarina inigualable; y de la vejez que ya pinta nuestro cabello porque supo combinar el silencio con el diálogo que acompañan y que enriquecen cuando se los conjuga en la justa medida.

Algún día le escribimos en un homenaje en vida que también auspició la Fundación Cajías: “Todos te amamos Julio” porque probablemente sea el único ser que conocimos y que conoceremos que careció de enemigos como careció de las emociones negativas de la envidia, la soberbia y la mezquindad.

Hace un par de décadas, me atreví a preguntarle de dónde extraía su fuerza, de dónde esas formas suaves y crispadas y esa figura que parecía desvanecerse, mientras caminábamos por su parque, nuestro parque, acá cerca, El Montículo.

Las respuestas las anoté en una vieja libretita roja y por algún pudor nunca publiqué aquella entrevista. Hoy quiero recordarla porque sus respuestas nos dan pautas para entender al hombre y al creador.

La influencia de la Biblia

Dijo él, que su primer acercamiento a la literatura fue a través de la lectura permanente de la Biblia, aquel tomo tan grande que muchos citan, incluso condenan, sin conocerlo. David, que ama y danza, pero sobre todo Jesús y sus apóstoles del Nuevo Testamento.

Leía y releía las palabras del Maestro, las parábolas, el significado del amor por los demás, el sentido profundo de la vida que no se gasta en preocupaciones banales sino en el perfume de nardos que María, hermana de Lázaro, rocía sobre el Mesías. Aquel gesto que los demás consideraron un desperdicio y Judas reclamó porque el dinero pudo ser entregado a los pobres, fue defendido por Jesús porque ahí estaba su mensaje: la contemplación, la purificación, el rito cotidiano, la comunión, la presencia de la naturaleza que no necesita galas, como lucen los lirios en los campos; ni banquetes, como se alimentan los pájaros en las praderas.

Julio se detenía en aquellos párrafos, los más sencillos, que lo marcaban en su amor por todos los seres humanos.

En aquella ocasión recordó como pocas otras veces la muerte de su hermano mayor, Julio Enrique, que vivió un suspiro y la costumbre fatal de esos años de repetir el nombre en el nuevo nacido: Julio Mario. Dijo que esa presencia espiritual fue parte de una melancolía infantil, contagiada por la madre que había padecido el dolor de la Virgen María: enterrar al hijo amado.

El Teatro

Me aseguró que su amor primero, aún antes que la poesía, fue el teatro y que preparaba piezas con o para sus hermanitos. Las iniciales fueron de tipo sacro, religioso.

Los poetas del Siglo de Oro lo inspiraron para escribir teatro en versos, costumbre que se llevó a Rosario, Argentina, cuando preparó obritas para su familia Rodríguez. También fue para un pariente, el primo Camilo Unzaga de la Vega, enfermo del corazón, para quien escribió una parodia: Camilo, Caminito, en 1939, cuando visitó Cochabamba.

Otra obrita perdida fue una compuesta para actuar con sus hermanos con el escenario, al amanecer, del colgamiento a Gualberto Villarroel en 1946.

Sin embargo, no era tan asiduo espectador de teatro como de cine, expresión que le parecía resumir todas las artes y a la que se había prendado desde una visita a Tartagal, Argentina. Su conocimiento de tendencias y artistas podemos rastrear en su novela “Cantango por dentro”.

Comenzó con adaptaciones, ya poeta, a raíz de una solicitud de la artista Mabel Rivera para poner en escena el diario de Ana Frank, que él preparó desde la narrativa porque no conocía la obra teatral. Por azares del destino, y según la información que tenemos, la pieza no se estrenó.

Aquella experiencia le dejó la huella para continuar con el teatro, alimentándose de sus conocimientos bíblicos, pasajes que convertía en preguntas para dar sentido a sus obras.

Algunas obras

De un concurso, nació “El sacrificio”, que no sólo tiene un título cristiano sino que organiza doce confesiones y al final una traición. De 1963, fue puesta en escena en una magnífica representación dirigida por Eduardo Cassis en 1970.

“Se acabó la diversión” fue una crítica al decreto de Hugo Banzer suprimiendo el festejo del Carnaval. “Hasta la diversión era clandestina”, me comentó Julio. Cassis la llevó a escena con el título: “Con fuerza de ley” en 1973.

De todas, la más fuerte es “La Presa” sobre la represión política y la rebelión guerrillera que se inspiró por conocer a un muchacho que buscaba asilo político y fue interpretada por Tatiana Mancilla, nuera de otro gran amante del teatro, Alipio Medinaceli

Para el artista Sevillano escribió “Cinco momentos para mimo”, escenas de un penal en un partido de fútbol, otra de las pasiones del stronguista Julio de la Vega, y estampas de cine.

Siguió con adaptaciones de Calderón de la Barca y Lope de Vega.

Además de la influencia fundamental de la Biblia, reconoció su adscripción al rebelde sin causa y a la figura –profundamente bíblica del perdón y del castigo– de Rodion Romanovich Raskolnikov.

Las ideas de Stanislavski y la amistad con Líber Forty, director del elenco tupiceño Nuevos Horizontes, también lo motivaron en su amor por el teatro, aunque coincidía con Líber en la dificultad de lograr escuelas de actores.

Biblia, novelas y crónicas

La novela “Matías, el apóstol suplente” fue inicialmente una obra que unía la influencia bíblica con el teatro y fue el monólogo “Las manos de Eurídice” el que le dio las pautas técnicas. Profusión de diálogos de un autor que fue una persona preferentemente silenciosa.

El existencialismo, a través del teatro de Jean Paul Sartre con el gran Gerard Philippe y el famoso TNP, la Comedia Francesa, aportaron otro tanto. El surrealismo era como un inmenso escenario donde todo comenzaba a ser posible.

Sin embargo, confesó, la timidez le alcanzaba para ser poeta pero nunca para actuar frente al público.

Fue también crítico de teatro y crítico de cine, influido por la revista francesa “Cinema”, primero en un programa de Radio Cultura en Cochabamba y luego por decenios en el vespertino “Última Hora”. Posteriormente, dentro del movimiento cultural Gesta Bárbara, tuvo otro programa en Radio El Cóndor. Su amada hermana, Beatriz, leía obras de teatro junto a Graciela “Chela” Pando y Líber Forty en veladas literarias radiales.

Otra influencia fue la radio argentina y el programa “Chico” que criticaba las películas en cartelera en fugaces cinco minutos.

Cuando retornó de París estaba decidido a dar su tiempo a la escritura de guiones cinematográficos, pero el destino le preparaba otros desafíos.

Se desarrolló en múltiples facetas, sin perder jamás ese eje cristiano –del Cristo de León Felipe que camina sobre la mar–, del Jesús que enseña el amor como el arte más precioso y delicado.

Fuente: LA PATRIA
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