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Sábado 19 de febrero de 2011

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Revista Tu Espacio

Pildoritas para el Espíritu

19 feb 2011

Fuente: LA PATRIA

“El hombre que camina en la luz, sabiduría y poder de Dios, finalmente, por asociación, hará suya la luz, sabiduría y poder de Dios —entrelazando esos rayos brillantes en una cadena divina, uniéndose para siempre a Dios y Dios a él. Esa es la sustancia de las palabras místicas del Mesías: ‘Tú, oh Padre, en mí, y yo en ti’— mayor grandeza el ser humano no puede alcanzar”.

Una vida consagrada es una vida de trabajo. Ya desde temprano en Su vida, Jesús estaba en los asuntos de Su Padre Dios mismo es glorificado por Su obra de llevar a cabo la inmortalidad y vida eterna de Sus hijos. De forma natural, deseamos participar con él en Su obra y, al hacerlo, debemos reconocer que todo trabajo honrado es el trabajo de Dios, y “Todo verdadero Trabajo es sagrado; en todo Trabajo verdadero, aunque sólo sea trabajo manual, hay algo de divinidad. El Trabajo, tan grande como la Tierra, tiene su culminación en los Cielos”.

Dios ha diseñado esta existencia mortal de modo que nos exija un esfuerzo casi constante. Recuerdo la declaración simple del Profeta José Smith: “…trabajando continuamente podíamos ganarnos un sostén más o menos cómodo”. Mediante el trabajo mantenemos y enriquecemos la vida; nos permite sobrellevar las desilusiones y tragedias de la existencia mortal. Lo que logramos con esfuerzo produce autoestima. El trabajo edifica y refina el carácter, produce belleza, y es el medio para servirnos unos a otros y a Dios. Una vida consagrada está llena de trabajo, a veces repetitivo, de poca importancia o no apreciado, pero siempre produce mejoras, establece orden, sostiene, eleva, asiste, impulsa.

Elder B. H. Roberts/Reflexiones sobre una vida consagrada/Jason Michel/Santos de los Últimos Días

Fuente: LA PATRIA
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