Según la Iglesia Católica, desarrollo sostenible es considerar a la persona humana en el centro de los programas y los proyectos, de acuerdo al Nuncio Apostólico, monseñor Celestino Migliore, hablando ante las Naciones Unidas. “Tienen derecho a una vida sana y productiva en armonía con la naturaleza”, afirmó.
Para avanzar más rápidamente hacia un desarrollo sostenible deberían darse pasos hacia una mayor y activa participación de los protagonistas inmersos en este fenómeno social. Los principios básicos de solidaridad y subsidiaridad debieron ser respetados. Todo ello será realidad gracias a la organización social mejor inventada por el hombre, cuando en 1830, el inglés Robert Owen; dio vida a la filosofía, organicidad y praxis de solidaridad y comunitarismo, en suma el movimiento cooperativo universal. Por esas cosas de la vida, anteriormente, Owen fue también el creador del sindicalismo que no tuvo mucha aceptación para su época.
A esta altura del análisis es oportuno evocar que el tiempo se ha encargado de diseminar por todo el mundo la filosofía del voluntariado, que, de ahora en adelante, lo citaremos como liderazgo cooperativo. Decíamos que se práctica en casi todo el mundo, en todas sus formas o rubros de todo lo imaginable en el campo productivo, para luego constituirse en la Rusia soviética las famosas comunas o Koljos; en Israel los Kibuts; en el resto del mundo con diferentes denominaciones.
En Bolivia en particular, la filosofía del cooperativismo fue traída e implementada por el segundo gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) mediante su Ley General de Sociedades Cooperativas promulgada por el Dr. Hernán Siles Zuazo, el 13 de septiembre de 1958. Desde entonces hasta nuestros días, las cooperativas se organizaron en los siguientes rubros: Cooperativas agrícolas, ganaderas y de colonización, industriales y mineras, de servicios, de ahorro y crédito, de consumo y de educación.
A esta altura del tiempo ha sido desvirtuada en gran medida la filosofía, organización, objeto y práctica misma del movimiento cooperativo porque existen las mal llamadas organizaciones cooperativas, porque en algunas de ellas se cometen graves errores conceptuales y por qué no delitos; tales como directorios y presidencias que persisten en el tiempo, que imponen sus intereses personales y voluntad de quienes creen y practican el cooperativismo.
La norma y la práctica cooperativa dice que deberían ser renovadas cada dos años. La ley dice también, que no se puede, en nombre de cooperativismo, continuar con la rémora de la explotación del hombre por el hombre. No se cumple el determinismo de que en la cooperativa todos son iguales y que no se reconocen privilegios de ninguna naturaleza para dirigentes, presidentes o gerentes.
Permítasenos el siguiente análisis, enteramente personal. Hemos señalado que el movimiento cooperativo vino de fuera, pero nosotros creemos que ya contábamos con rasgos de filosofía y práctica “Comunitaria” propia desde nuestros ancestros, como el incario, donde la organización y planificación fue el comunitarismo y era una organización perfectamente practicada hasta constituirse en una potencia político-social tal como menciona José Antonio Arce en su libro “Filosofía o Materialismo Histórico”; por ello podríamos decir que desde el Incario tenemos la herencia filosófica y nítidos rasgos de práctica cooperativista, donde se practicaban el “ayni”, la “minck’a”, el “pasanaku” y otros que son similares a la práctica del ahora cooperativismo universal. Lo extraño es que, en el occidente del país es donde menos se practica el cooperativismo en contrapartida de lo que ocurre en oriente boliviano, rebasado por la inmigración europea y nativa. Allí es donde mejor se ha asimilado la filosofía y la práctica cooperativista.
En otro de los últimos gobiernos del MNR se cometió uno de los peores desastres hacia el movimiento cooperativo boliviano. Por un grave delito de infidencia económica de los últimos personeros de la institución matriz del cooperativismo, conocida como Instituto Nacional de Cooperativas (Inalco), lejos de mandar a la cárcel a los susodichos se cometió el gravísimo e imperdonable error de hacer desaparecer a esta entidad sin percatarse que, con este acto vil, se decretaba la muerte lenta y sucesiva de las cooperativas del país, sobre todo de las cooperativas de ahorro y crédito.
Este mismo gobierno cometió el error garrafal de meter a estas cooperativas en la misma bolsa, manejada por la Superintendencia de Bancos, como si ellas fueran entes de lucro como los que conforman el sistema bancario nacional. Lo más extraño es que los directivos de las mismas instituciones perjudicadas no dijeron siquiera “esta boca es mía”, sabiendo que estaban constituidas en defensoras de la economía popular, asumiendo el histórico rol de los “bancos del pueblo”.
¿Dónde queremos llegar con estas argumentaciones? Alertar al actual Gobierno para que, a la brevedad posible y con urgencia, rectifique tan crasos errores que repercutieron negativamente en la economía popular. Con luces y sombras, las cooperativas de todos los rubros, hoy por hoy, se constituyen en Empresas Sociales por excelencia por lo que deben estar regidas por un ente matriz, que fomente, supervigile y, lo que es mejor y norma de su filosofía, eduquen en forma general y obligatoria para que así se fomente y asimile la praxis y filosofía cooperativista.
(*) Egresado de la UTO, experto en cooperativismo
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