Esa frasecita resulta conocida por el tono de disculpa que conlleva. En el gobierno del MIR, un alto dirigente de ese partido la pronunció, cuando se encontraba en grave situación de indefensión política. Dijo; “son errores, pero no delitos”.
En ocasión de la posesión de tres nuevos ministros, el primer mandatario ensayó una disculpa similar, cuando dijo: “Podemos cometer errores, pero no traición”, refiriéndose seguramente a la situación muy compleja, como delicada, que atraviesa el país económica y políticamente. Sin embargo, la historia política de nuestro país, está llena de errores y traiciones, cometidos por los gobernantes que, al final, tuvieron repercusiones serias, las que marcaron, definitivamente, una gestión gubernamental.
Los errores, son errores y hay que asumirlos como tales. Estos pueden ser intrascendentes o graves. He ahí la diferencia, pero no dejan jamás de ser errores como el ya famoso “gasolinazo”, que le dio un giro muy peligroso a la economía nacional, el que está provocando, y provocará, múltiples reacciones sociales que no cesan de causar problemas al Gobierno. Todo está bien, hasta que no se meten en los bolsillos del trabajador. Cuando se disparan los precios de los artículos de primera necesidad; son como las aguas de un río, llegan pero no tienen vuelta. Por más esfuerzos que se haga, su caudal crece…y crece.
Al flamante Ministerio de Información, a cuya cabeza está ahora el que fuera vocero presidencial, le espera una titánica misión: La de convencer al pueblo que todo lo hecho y por hacer está bien y va en beneficio del pueblo y del “irreversible proceso de cambio”. Pero, es de esperar que no lo haga transgrediendo los códigos de ética periodística y el libre acceso a la información oficial. El fortalecimiento del aparato de propaganda y de información gubernamental, que en tiempos pasados en Alemania jugó un rol importante, parece ser una suerte de dique que construye el Gobierno para contener las protestas de diferentes sectores, incluidos los movimientos sociales, que no dejan de estallar en las diferentes regiones de nuestro país.
El Ministerio de Trabajo, entregado a un personaje, que en su discurso, antes de pergeñar soluciones al problema salarial y de seguridad social que se avecina, prefirió darle un fuerte contenido indigenista, seguramente para congraciarse con la cúpula del gobierno. Así, no parece ser el ministro adecuado para los momentos de convulsión social que ya vivimos, y los que se avecinan, por parte de los diferentes sectores laborales.
El Ministerio de Culturas, antes en manos de una conocida cantante, que parece haber perdido su partitura, está ahora bajo la responsabilidad de una frustrada candidata a la alcaldía paceña; coincidentemente, es el mismo caso del actual ministro de Trabajo que perdió en las elecciones municipales en la ciudad de Oruro. Más parecería ser un premio consuelo a la baja popularidad en sus respectivas regiones.
El cambio de ministros, sin embargo, no es el que los “movimientos sociales” exigen al Presidente. Eso, puede interpretarse como que no gobierna “obedeciendo al pueblo”. Será, ¿un error…o una traición?
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