Los políticos casi nunca quedan mal con las bases o sus seguidores, siempre tienen un argumento que utilizar para descargar sus errores, sus falencias o su irresponsabilidad, de modo tal que los que se equivocan e incumplen son los opositores, no importa cómo ni por qué, lo importante es que debe haber siempre un margen de oposición.
En la medida que transcurren una serie de acontecimientos en el país, la ciudadanía observa con estupor cómo se cambia el sentido de algunos hechos en los que se involucran políticos del lado oficial, pero que pasan la prueba sin mayores consecuencias pese a verificarse abiertas transgresiones a las leyes.
Basta un botón como muestra, es lo que se dice comúnmente, cuando aflora un simple ejemplo para tomarlo como referencia. En el curso de los pasados días algunos botones han quedado sueltos dejando descubiertos delitos como el ocultamiento ilegal de azúcar en depósitos de Patacamaya, que si bien se la vendió a la población, nadie explica cómo y a qué precio se la adquirió.
Una ex funcionaria de Estado aparece vendiendo también azúcar en depósito de su propiedad bajo el argumento de abasto a la población a través de una empresa de dudosa conformación. La empresa creada a nivel oficial para surtir a la población con productos de primera necesidad comete especulación y además evasión impositiva, dos delitos flagrantes que muestran la forma irresponsable en que se desenvuelven ciertos organismos oficiales.
Se establecen condiciones de daño económico a organismos oficiales, tal el caso de la ex prefectura de Oruro y otro tanto en la ex administración municipal con responsabilidades propiamente identificadas. El Ministerio Público “corretea” al ex alcalde que termina con arresto domiciliario, por mucho menos de lo que se atribuye como deuda al ex prefecto que no tiene ninguna presión.
Así las cosas pasan y la observación popular tiene como resultado acrecentar la incertidumbre de la población sobre las responsabilidades de ejercer justicia con decisiones enmarcadas en las leyes y no en las políticas partidistas.
Cuando las cosas salen mal lo más fácil es culpar al opositor, no importa de quién se trate, parlamentario, dirigente sindical, ciudadano común o cualquiera que piense diferente al esquema gobernante, demás está decir que también entran en el juego los comprometidos con supuestos trajines golpistas o de divisionismo en el país.
Mientras tanto el cambio deseado para encarar políticas de Estado dirigidas a incentivar los sistemas productivos, favorecer las inversiones y apoyar los planes de orden regional con trascendencia en el ámbito nacional, marchan a paso lento, en tanto un equipo de funcionarios se ocupa de dar explicaciones al por mayor y menor sobre la “inocencia” de funcionarios o de culpar de los males estatales a los que reclaman justicia y equidad, precios accesibles para llenar la canasta familiar y salarios compensados adecuadamente en niveles de la inflación.
La política de los políticos es la más difícil de entender, pero al mismo tiempo la más vulnerable por los hechos que se dan con inusitada frecuencia, desgatando lamentablemente la imagen de un gobierno que alienta un cambio que todavía no se da.
Fuente: LA PATRIA
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